Como en el resto de la zona republicana, en Castilla-La Mancha se experimentó una oleada de violencia política que tuvo como objetivo la eliminación del adversario y que se generó en el contexto de vacío de poder que sucedió al golpe de Estado. Las autoridades republicanas perdieron el control de la situación y las milicias armadas se hicieron con el poder de facto en las calles, ejerciendo, entre otras funciones, la de la vigilancia y represión de aquellos que consideraban sus enemigos.
Las autoridades republicanas trataron de atajar esta situación sin éxito, prolongándose durante los primeros meses de la guerra. Las ejecuciones extrajudiciales empezaron a disminuir a finales de 1936 y prácticamente desaparecieron en los primeros meses de 1937, en sintonía con la recuperación de las atribuciones gubernamentales y la puesta en funcionamiento de los Tribunales Populares.
El perfil de la víctima de esta oleada de violencia era el de aquellos que los milicianos consideraban sus enemigos: no solo los que habían participado en la sublevación, también personas conservadoras, grandes propietarios y empleadores y religiosos.
Resulta difícil ofrecer una cifra global de víctimas de la violencia republicana en Castilla-La Mancha: son necesarios aún muchos más estudios localidad a localidad para acercarse lo más posible a lo que ocurrió en esos primeros meses de la guerra. Las cifras aportadas por Salas Larrazábal en base a la Causa General han sido matizadas por las investigaciones posteriores, por lo que, a falta de conocer las cifras aproximadas de la represión en Guadalajara, se ha estimado que el número de personas asesinadas en la comunidad fue de 6.774.
Autora: ACP