El éxito de la sublevación en la mayoría de la provincia de Albacete provocó la movilización de las columnas republicanas desde Jaén, Ciudad Real, Toledo, Madrid, Cuenca, Valencia, Alicante y Murcia. El 22 de julio cayó la ciudad de Hellín, el día 24 las columnas republicanas concentradas en Socuéllamos sitiaban Villarrobledo, lo que provocó la retirada de los sublevados, no sin antes volar las vías férreas. No sólo cayeron bombas para intentar fijar el posicionamiento de la población, también se lanzó falsa propaganda sublevada sobre las calles de Albacete con claras amenazas hacia la resistencia republicana:
¡Albacetenses! El movimiento militar que salvará España ha triunfado plenamente. (…) Invito a guardar a los ciudadanos el máximo orden como mejor medio de cooperar al restablecimiento de la paz donde se ha alterado. El Estado de Guerra ha sido declarado en toda la provincia y sería doloroso verter sangre inútilmente ¡Viva España!
El 2 de enero de 1937, a las doce horas, coincidiendo con uno de los momentos de mayor circulación en las calles, los aviones de signo sublevado sobrevolaron y bombardearon Albacete. Se registraron un total de 10 muertos y 50 heridos, además de importantes daños materiales. Los proyectiles de hasta 50 kg de peso alcanzaron fundamentalmente bloques de viviendas del centro de la ciudad. Al día siguiente se produjo un nuevo bombardeo que no provocó más muertes
La noche del 19 al 20 de febrero de 1937 quedaría dramáticamente grabada en la memoria albaceteña. Aquel día, los aviones de la Legión Cóndor sobrevolaron la ciudad manchega y a las ocho y media de la tarde, según el testimonio del gobernador civil, se inició el bombardeo de mayor duración e impacto de toda la guerra en Albacete. La estación ferroviaria, donde se guardaban vagones cargados de material y avituallamiento de guerra, y los principales locales de las Brigadas Internacionales, repartidos por toda la capital, eran los objetivos de la aviación alemana. El ataque continuó, con incesantes bombardeos hasta la una y media de la noche. La población civil y la intendencia fueron la diana. Atendiendo al parte del Ministerio de Marina y Aire, los bombardeos de los acabaron con la vida de treinta personas y alcanzaron a más de un centenar de heridos, aunque en los días posteriores, el número de fallecidos ascendió hasta 83 personas. Este fue el episodio más traumático de la guerra civil para los albaceteños.
La impresión que causó el bombardeo en la población de Albacete y en las autoridades civiles y militares españolas fue enorme. Durante la semana siguiente al bombardeo, un tercio de la población civil -mujeres y niños- abandonó Albacete para refugiarse en los pueblos y granjas de los alrededores. Durante más de dos semanas, todas las tardes -a pesar del terrible frío que todavía hacía en febrero en la Meseta Central, cientos y miles de habitantes de Albacete salían con sus mantas para ir a dormir al aire libre, en los campos, bajo un árbol, al abrigo de los olivos, etc.-.
Tras este se siguieron produciendo bombardeos como el de marzo de 1937, del que a penas existe registro documental y el del 17 de septiembre de 1938, el último de todos, sin víctimas mortales, pero que causó la destrucción de al menos 30 edificios. Sin embargo, ninguno de ellos tuvo la importancia, gravedad y consecuencias del de mediados de febrero que supuso, sin duda, un punto de inflexión para la gestión de la vida en guerra en la retaguardia albaceteña. Tal fue el impacto de las bombas en la moral de la población y las autoridades que desde finales del mes de febrero de 1937 se iniciaron campañas de movilización de mujeres y niños desde la capital, considerada zona de guerra, hacia los pueblos de la provincia, para evitar así mayores daños en el caso de nuevos bombardeos del mismo calibre[5]. Del mismo modo, la desorganización, la actuación comprensiblemente irracional de la población y la falta de medios provocaron, de una parte, el agravamiento de los efectos del bombardeo y, de otra, la movilización política y social para acelerar el proceso de construcciones de refugios y defensas en la capital que se encontraban, hasta el momento, en un estado de letargo.
El principal objetivo de los bombardeos sobre Albacete fue conseguir la destrucción de las infraestructuras y almacenes de avituallamiento del ejército de la República y, fundamentalmente, de las Brigadas Internacionales, tal y como revelan los informes del Servicio de Inteligencia del bando sublevado. Los principales focos de interés eran el Parque de Automóviles, el Cuartel de las Brigadas (con especial énfasis de los almacenes de víveres), el Estado Mayor, la oficina de telégrafos, el edificio del Gran Hotel, el Café Mercantil, el Hotel Central, el Banco de España, el cuartel de las tropas españolas, el Casino Primitivo y el cuartel de artillería. Sin embargo, episodios como el del 19 de febrero en el que la población que huía al campo también fue bombardeada intensamente demuestran cómo la desmoralización, agitación y eliminación de la población civil era sustancia definitoria de estos ataques.
Autora: ANL