Aeródromos y refugios

Los aviadores españoles fueron pioneros, durante la guerra que comenzó en Marruecos en 1909, en la formación de escuadrillas y en el lanzamiento de bombas específicamente concebidas para el bombardeo aéreo, aunque de forma sistemática la aviación comenzó a utilizarse como arma de guerra en los frentes de batalla de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Pero sería en la Guerra Civil española (1936-1939) donde adquirió una importancia estratégica fundamental en la retaguardia, tanto para quebrar la moral de los ciudadanos como para acabar con objetivos de carácter económico o militar, como arsenales, polvorines, vías o centros de comunicación. Los bombardeos sobre la población civil, que además de numerosas víctimas causaban una gran desmoralización entre los ciudadanos y un enorme destrozo en las ciudades, fueron desgraciadamente una constante en todo el territorio español. Según recuento del régimen franquista a los pocos meses de acabar la guerra, las poblaciones controladas por el bando sublevado sufrieron 1.200 bombardeos de la aviación republicana entre julio de 1936 y junio de 1937, que ocasionaron 1.088 muertos y 2.231 heridos. Los datos oficiales que presentó el representante español de la República ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones el 17 de septiembre de 1938 arrojaban unas cifras de unas 24.000 bombas sobre el territorio republicano que habían causado 7.000 muertos y 11.000 heridos no combatientes y destruido, total o parcialmente, 10.000 edificios. Con el fin de proteger a la población de retaguardia, en la mayor parte de ciudades de la España republicana se construyeron o habilitaron refugios para la protección de la población civil. También fue común en los principales municipios de la retaguardia republicana construir campos de aviación de los que salían aviones hacia los frentes más cercanos, para apoyar los ataques militares.