Sigüenza era una de las localidades más importantes de la provincia de Guadalajara, tanto por su población como por su dinamismo: de hecho, había sido uno de los lugares en los que más conflictividad se había dado en los años previos a la guerra. De hecho, el presidente de la Casa del Pueblo fue asesinado días antes de la sublevación.
La represión republicana en Sigüenza fue más intensa incluso que en la capital de la provincia: se calcula que 42 personas fueron asesinadas por milicianos en las primeras semanas tras el golpe. Como sede del Obispado, esta violencia tuvo un foco especial en los religiosos, que constituyeron 15 de las víctimas totales. El obispo Eustaquio Nieto fue expulsado del Palacio Episcopal y detenido el día 25 de julio. Fue sometido a un juicio público tras el cual se le permitió volver a su domicilio. Dos días después, por la noche, fue nuevamente detenido por un grupo de milicianos y conducido a un punto situado entre Estriégana y Alcolea del Pinar, donde fue fusilado.
La violencia anticlerical desplegada en Sigüenza también afectó a sus edificios religiosos, que como la Catedral, el Palacio Episcopal o la parroquia de Santa María fueron asaltados por grupos de milicianos, si bien lo que más impacto tuvo en la Catedral fue la batalla que se libró entre las fuerzas republicanas refugiadas en el edificio y los asaltantes rebeldes en octubre de 1936.
Autora: ACP