El Valle de los Caídos es el monumento franquista más visible, la muestra más clara de la pervivencia de la materialidad de la dictadura en la España democrática. Su construcción se inició al fin de la guerra y, aunque debería haberse terminado en el curso de un año, no fue concluido hasta 1959. Aunque en principio se planteó como monumento «a los Caídos por Dios y por la Patria» y por tanto destinado a albergar y ensalzar solamente a las víctimas del bando sublevado durante la contienda, finalmente se decidió que compartieran el espacio con aquellos que habían permanecido leales a la República, con al pretensión de convertir al monumento en uno dedicado a la «concordia». Así, múltiples fosas fueron trasladadas al Valle durante la dictadura, para enterrar allí a víctimas pertenecientes a uno y otro bando. Muchos de estos traslados fueron llevados a cabo sin la autorización de los familiares.
Del total de 180 fosas que se localizan en Castilla-La Mancha, 35 de ellas han sido trasladados al Valle de los Caídos, el segundo estado más habitual entre las fosas de la Comunidad después de las no intervenidas (84), lo que supone casi un 20%. Este porcentaje varía según la provincia específica: Albacete es la provincia con mayor porcentaje supone casi el 32% (7 de 22 fosas), seguido por Guadalajara con casi el 31% (4 de 13), mientras que en Toledo poco más del 22% lo son (11 de 49); en Ciudad Real el porcentaje es algo superior al 12% (7 de 57) y en Cuenca supone el 12% (6 de 50).
A pesar de contar con los datos del Ministerio de Presidencia, no existe ningún estudio específico sobre la situación, origen e interés familiar y personal de los trasladados al Valle de los Caídos en lo que respecta a Castilla-La Mancha, aunque tampoco se ha dedicado una atención suficiente a este tema a nivel nacional.
Autor: RAL