Durante la dictadura franquista, la maternidad se consideró un pilar esencial de la identidad femenina y fue promovida a través de políticas pronatalistas que buscaban aumentar la población como base del crecimiento económico y expansión del imperio. Esta visión se acompañó de un conjunto de leyes que abolieron el divorcio, prohibieron el aborto y castigaron el abandono de menores. La criminalización del aborto conllevó el castigo tanto de quienes lo practicaban como de los padres que ayudaban a sus hijas a abortar para evitar la deshonra. Así, las mujeres que se opusieron a la maternidad recurrieron un periplo dramático, porque se enfrentaban a la hostilidad y al rechazo social, al enjuiciamiento permanente de su decencia y moralidad.
Por este motivo, la clandestinidad fue la que marcó el proceso de aborto. Las mujeres recurrían a redes de apoyo donde amigas, vecinas y conocidas transmitían remedios caseros, aunque peligrosos, como el uso de plantas y sondas. Estas prácticas, arriesgadas y muchas veces letales, demostraban la falta de acceso a medios seguros. En algunos lugares como Cuenca, las sentencias judiciales revelan la existencia de este tipo de redes clandestinas dedicadas al aborto. A través de solo seis sentencias se da cuenta de unos 30 casos de abortos juzgados o reconocidos por quienes los practicaban.
La necesidad imperiosa de para evitar la deshonra y mantener una identidad válida en el conjunto social, acompañada en muchos casos por la imposibilidad de unas madres para hacerse cargo de sus hijos, se deja ver en otro tipo de conductas, como el infanticidio o el abandono. El infanticidio era una de las vías más trágicas. Las sentencias revelaban el sufrimiento emocional de las madres que, en soledad, ocultaban sus embarazos, daban a luz y terminaban con la vida de sus hijos. En estas sentencias judiciales, además, se describe a estas mujeres como afectadas por una “disminución mental”. El abandono de niños también fue duramente castigado. Las madres solteras o viudas eran responsabilizadas por completo del cuidado de sus hijos, mientras que el Estado solo intervenía para castigar. El rigor para castigar el abandono contrasta con la política del régimen respecto a los hijos de las mujeres presas políticas, cuyas vidas hacían desaparecer convirtiéndolos en “niños perdidos”.
Autora: HVRB