El número de presos en la Prisión Provincial fue en aumento, especialmente, desde octubre de 1936. En estos momentos, las prácticas expeditivas del paseo y las sacas habían descendido bruscamente. La implantación y la progresiva actuación del Tribunal Especial Popular y del Jurado de Urgencia contribuyeron a ello. En el mejor de los casos, los desafectos eran detenidos y puestos a disposición de dichos organismos u otra autoridad competente, con el consiguiente encarcelamiento. Tanto la Prisión Provincial como la del Seminario se acabaron desbordando. Ante tal situación, bajo el impulso del director de la Provincial se llevó a efecto la propuesta de convertir el convento de las Carmelitas Descalzas en espacio de arresto. Pese a los pocos datos de que se dispone, se sabe que en septiembre de 1937 se iniciaron los trámites para habilitar el edificio y convertirlo en prisión provisional de mujeres, como derivación/adicción de la Provincial, a pocos metros. La dirección técnica de las obras se otorgó al arquitecto Javier Yarnoz Larrosa y su ejecución al aparejador del consejo municipal Jesús Carretero. Pero la falta de dirección y varios problemas con el presupuesto hicieron que dichas obras se alargaran, al menos, hasta junio de 1938. Además de mujeres (como Leonor Malla Fernández, vecina de Cuenca encarcelada en noviembre de 1938), entre sus muros también hubo decenas de hombres, sobre todo, en el otoño de 1938, detenidos para ser juzgados por el Tribunal Especial de Guardia (como ocurrió, por ejemplo, con Bienvenido Gabaldón Jaén, vecino de Pinarejo). Por otra parte, fueron expoliados varios de sus objetos y, otros, rescatados a tiempo por la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico. De acuerdo con algunos testimonios, esta prisión fue denominada irónicamente “el hotelito del Huécar” dadas las privilegiadas vistas de la ciudad desde su interior.
Autor: SNC