Fosa de Bonete trasladada al Valle de Cuelgamuros

Valle de los caídos. Wikimedia

El Mapa Estatal de Fosas sitúa en Castilla-La Mancha 194 fosas, de las cuales 22 proceden de la provincia de Albacete. Dentro de la provincia, 7 fosas no han sido intervenidas y 3 están desaparecidas. De todas las fosas de Albacete, 7 fueron trasladadas al Valle de Cuelgamuros, antes denominado Valle de los Caídos. El gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Albacete, Santiago Guillén Moreno, pidió a los Ayuntamientos de la provincia que informasen de la posibilidad de hacer  traslados de “Caídos por España” al Valle, pero se encontró con la negativa de numerosas familias y consistorios. Sólo se consiguió el  traslado de 65 cadáveres, la mayoría de personas desconocidas y, por tanto, sin el consentimiento expreso de las familias.

El Valle de Cuelgamuros es el monumento franquista más visible, la muestra más clara de la pervivencia de la materialidad franquista en la España democrática. Su construcción se inició al fin de la guerra y, aunque debería haberse terminado en el curso de un año, fue concluido en 1959. En principio se planteó como monumento a los caídos por Dios y por la Patria, como otros tantos monumentos y conmemoraciones de la primera parte de la posguerra, pero cuando se finalizó su construcción la estrategia propagandística del régimen se había modificado y se prefirió mostrar al monumento como un símbolo de la “concordia”, por lo que se trasladaron a éste cadáveres de los dos bandos. La mayor parte de las víctimas de la represión franquista que se trasladaron al Valle de Cuelgamuros fueron llevadas sin consentimiento de los familiares.

La fosa de Bonete fue trasladada el 15 de diciembre de 1961, donde se encontraban los cuerpos de Jacinto Matarín Matarín y Tomás Ribera Mena, probablemente afines al régimen.

Autor. RAL

Fosa de Almansa trasladada al Valle de Cuelgamuros

Valle de los caídos. Wikimedia

El Mapa Estatal de Fosas sitúa en Castilla-La Mancha 194 fosas, de las cuales 22 proceden de la provincia de Albacete. Dentro de la provincia, 7 fosas no han sido intervenidas y 3 están desaparecidas. De todas las fosas de Albacete, 7 fueron trasladadas al Valle de Cuelgamuros, antes denominado Valle de los Caídos. El gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Albacete, Santiago Guillén Moreno, pidió a los Ayuntamientos de la provincia que informasen de la posibilidad de hacer  traslados de “Caídos por España” al Valle, pero se encontró con la negativa de numerosas familias y consistorios. Sólo se consiguió el  traslado de 65 cadáveres, la mayoría de personas desconocidas y, por tanto, sin el consentimiento expreso de las familias.

El Valle de Cuelgamuros es el monumento franquista más visible, la muestra más clara de la pervivencia de la materialidad franquista en la España democrática. Su construcción se inició al fin de la guerra y, aunque debería haberse terminado en el curso de un año, fue concluido en 1959. En principio se planteó como monumento a los caídos por Dios y por la Patria, como otros tantos monumentos y conmemoraciones de la primera parte de la posguerra, pero cuando se finalizó su construcción la estrategia propagandística del régimen se había modificado y se prefirió mostrar al monumento como un símbolo de la “concordia”, por lo que se trasladaron a éste cadáveres de los dos bandos. La mayor parte de las víctimas de la represión franquista que se trasladaron al Valle de Cuelgamuros fueron llevadas sin consentimiento de los familiares.

La fosa de Almansa en el Valle de Cuelgamuros fue trasladada el 21 de marzo de 1959; en su interior se encontraba el cuerpo de Leopoldo Hinfoz Rodríguez, probablemente afín al régimen.

Autor: RAL

Fosa de Albacete trasladadas al Valle de Cuelgamuros

Valle de los caídos. Wikimedia

El Mapa Estatal de Fosas sitúa en Castilla-La Mancha 194 fosas, de las cuales 22 proceden de la provincia de Albacete. Dentro de la provincia, 7 fosas no han sido intervenidas y 3 están desaparecidas. De todas las fosas de Albacete, 7 fueron trasladadas al Valle de Cuelgamuros, antes denominado Valle de los Caídos. El gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Albacete, Santiago Guillén Moreno, pidió a los Ayuntamientos de la provincia que informasen de la posibilidad de hacer  traslados de “Caídos por España” al Valle, pero se encontró con la negativa de numerosas familias y consistorios. Sólo se consiguió el  traslado de 65 cadáveres, la mayoría de personas desconocidas y, por tanto, sin el consentimiento expreso de las familias.

El Valle de Cuelgamuros es el monumento franquista más visible, la muestra más clara de la pervivencia de la materialidad franquista en la España democrática. Su construcción se inició al fin de la guerra y, aunque debería haberse terminado en el curso de un año, fue concluido en 1959. En principio se planteó como monumento a los «caídos por Dios y por la Patria», como otros tantos monumentos y conmemoraciones de la primera parte de la posguerra, pero cuando se finalizó su construcción la estrategia propagandística del régimen se había modificado y se prefirió mostrar al monumento como un símbolo de la “concordia”, por lo que se trasladaron a éste cadáveres de los dos bandos. La mayor parte de las víctimas de la represión franquista que se trasladaron al Valle de Cuelgamuros fueron llevadas sin consentimiento de los familiares. La fosa de Albacete trasladada al Valle de Cuelgamuros es la mayor de la provincia, con 50 cuerpos, la mayoría sin identificar. Fue trasladada el 21 de marzo de 1959.

Autor: RAL

La saca de Villarrobledo

Monolito en honor a las víctimas represaliadas por la II República con simbología franquista https://memoriadealbacete.victimasdeladictadura.es/listing-item/el-monumento-a-los-caidos-de-villarrobledo/.

El 19 de julio de 1936 la Guardia Civil de Villarrobledo se posicionó a favor del golpe de Estado. Los sublevados buscaron con ello controlar las principales líneas de ferrocarril de la provincia, depusieron al alcalde y se detuvo a los izquierdistas locales. Sin embargo, el día 24 los guardias rebeldes tuvieron que salir a la defensa de la capital de la provincia, Albacete, y las milicias recuperaron la ciudad de Villarrobledo. Con la recuperación del poder republicano, los sublevados pasaron a la cárcel del Ayuntamiento en la noche del 25 al 26.

En la noche del 27 al 28 se produjo la “saca de Villarrobledo” en la que los milicianos sacaron a los presos y los fusilaron en las tapias del cementerio, tras lo cual los enterraron en la fosa de “La Zanja”. Cuatro de ellos fueron dados por muertos y pudieron fugarse; Joaquín Acacio de la Peña fue uno de ellos, pero fue encontrado y transportado al penal de Ocaña donde acabó muriendo 3 meses después: el 19 de octubre de 1936.

En su recuerdo, la familia cedió un cebadal al Ayuntamiento para convertirlo en plaza, donde existe un monumento en memoria de las 136 víctimas de la represión republicana. Además, en el cementerio se realizó otro homenaje, al igual que diversos monolitos que se situaron fuera de la localidad, en cunetas, recordando posibles lugares de represión y asesinatos. El Monumento a los Caídos del municipio fue inaugurado en 1946; en 2018 IU presentó una propuesta para retirarlo, pero el Ayuntamiento lo rechazó debido a que la cesión de la plaza era a condición de mantener el monumento. A pesar de esto, sí se eliminaron a los elementos de simbología directamente franquista.

Autor: RAL

Nidos de Ametralladora en Alcaudete de la Jara (Toledo)

Uno de los nidos de ametralladora situados en Alcaudete de la Jara se ubica en el cerro del Ángel, en las cercanías de la carretera CM-410. Es un nido de ametralladora de carácter permanente con la finalidad de albergar varias armas automáticas tipo ametralladora con una capacidad de fuego considerable, como la Hotchkiss de 7 milímetros o Maxim.

Este tipo de posiciones se suelen ubicar en lugares estratégicos con el objetivo de controlar el territorio y en caso de necesidad poder obstaculizar con fuego continuo al enemigo. Existen diversos tipos de nidos, pudiendo darse nidos complejos construidos en hormigón, o nidos parapetados con sacos terreros, también existen diversos tamaños con una fisionomía achatada, para evitar proporcionar una superficie de impacto de artillería y munición ligera por parte del enemigo. La capacidad era variable ya que podría albergar de uno a tres soldados. Lo normal es que hubiera un tirador y uno o dos proveedores, los cuales tienen la misión de ir pasando la cinta de munición acompañándola con la mano conforme se va utilizando para que el arma no se atasque. 

En este caso, el nido de ametralladora es de fisionomía semicircular, con una planta en forma de “D” y construido en hormigón. En su interior albergaria dos ametralladoras, ya que dispone de dos troneras frontales con una orientación norte-sur. Al igual que el resto de fortificaciones que se documentan en el municipio, este nido forma parte de una red defensiva del ejército republicano que en 1937-1938 se crea para mantener la línea de un frente que quedará en un segundo plano a lo largo de la guerra.  

Hoy en día se encuentra en un buen estado de conservación y se puede acceder a su interior.

Autor: GRM

El Frente Sur del Tajo: Cigarral de Menores

Frente en octubre 1936. Fuente: BARROSO CABRERA, Rafael; CARROBLES SANTOS, Jesús; ISABEL RAMOS, José Luis; MALASAÑA UREÑA, Antonio; MORIN DE PABLOS, Jorge; RODRÍGUEZ-AVELLÓ LUENGO, Luis; RUIZ CASERO, Luis Antonio “La Guerra Civil en Toledo (1936-1939). Una propuesta metodológica para su estudio desde la arqueología”, Otarq, 2, 2017, p. 111.

El Cigarral de Menores es una posición situada al suroeste de la ciudad de Toledo que adquiere un carácter estratégico a partir de finales de septiembre de 1936 a causa de la toma de la ciudad por parte de las tropas sublevadas. Se trata de un lugar idóneo desde el cual el ejército republicano obtuvo una línea de observación y de tiro de artillería sobre la ciudad y, concretamente, sobre la Fábrica de Armas, uno de los objetivos claves en este momento. Sin embargo, constituye un emplazamiento que se encuentra muy expuesto, por lo que para protegerlo se realizó una línea de trinchera por parte de la 9ª división del Ejército Popular para preparar un posible ataque por parte de los sublevados, algo que se produciría durante los meses siguientes. Este avance de las tropas sublevadas provocó una desbandada por parte republicana, que abandonó la posición sin oponer mucha resistencia. 

Gracias a las labores arqueológicas de excavación realizadas en la zona se ha documentado una trinchera y una cantidad considerable de munición como vainas, proyectiles y balas sin detonar asociadas a los sublevados, por lo que se confirma la desbandada republicana en esta zona a posiciones de retaguardia. De entre los vestigios recuperados se encuentran vainas, balas, peines, anillas de grandas alemanas, vainas de pistola calibre 6 mm y vainas de Flak 18, además de toda una serie de objetos de vida cotidiana, dedales y utensilios médicos.

Como se ha mencionado anteriormente, el hallazgo de vainas de artillería Flak 18 no es de extrañar, debido a que esta posición fue utilizada para repeler a la división de tanques y las tropas de Líster durante mayo de 1937, y este tipo de artillería servía para frenar el avance de los blindados soviéticos T-26.

Autor: GRM

 

Convento de las Concepcionistas Franciscanas

La violencia revolucionaria fue especialmente intensa en los primeros seis meses tras el golpe de Estado: los comités se hicieron con el poder en las calles, mientras los organismos oficiales y las fuerzas de seguridad paralizaban su actividad. Las milicias locales fueron dueñas de la situación entre julio y diciembre de 1936, imponiendo el terror sobre quienes tenían por sus enemigos: las personas consideradas derechistas y católicas.

Los religiosos fueron uno de los grupos que los revolucionarios persiguieron en esta etapa de violencia desatada, ya que los consideraban cercanos a las clases poderosas y a las derechas. Sus edificios fueron ocupados por las milicias y, específicamente, por la Columna del Rosal. Es lo que ocurrió con el Seminario, el convento de las Carmelitas Descalzas o el convento de las Concepcionistas, en la Puerta de Valencia. Las monjas de este último enclave permanecieron en el mismo hasta el 4 de agosto de 1936, cuando se las trasladó al asilo de ancianos. El edificio fue ocupado por la Columna del Rosal en octubre, que lo convirtió en cuartel y centro de detenciones o “checa”.

Así, el convento de las Concepcionistas se convirtió en uno de los temidos lugares a los que eran conducidas las personas detenidas por las milicias en Cuenca. Allí eran interrogadas, torturadas y sometidas a juicio por el comité allí presente. Si se les encontraba culpables, se les conducía a las afueras de la ciudad o a las tapias del cementerio y se las fusilaba, un fenómeno conocido como “el paseo” que se extendió en los primeros seis meses de la guerra y que prácticamente desapareció a partir de febrero de 1937, de la mano de la recuperación del poder estatal por parte del Gobierno.

Autora: ACP

Convento de las Carmelitas Descalzas

La violencia revolucionaria fue especialmente intensa en los primeros seis meses tras el golpe de Estado: los comités se hicieron con el poder en las calles, mientras los organismos oficiales y las fuerzas de seguridad paralizaban su actividad. Las milicias locales fueron dueñas de la situación entre julio y diciembre de 1936, imponiendo el terror sobre quienes tenían por sus enemigos: las personas consideradas derechistas y católicas.

Los religiosos fueron uno de los grupos que los revolucionarios persiguieron en esta etapa de violencia desatada, ya que los consideraban cercanos a las clases poderosas y a las derechas. Sus edificios fueron ocupados por las milicias y, específicamente, por la Columna del Rosal. Es lo que ocurrió con el Seminario, el convento de las Concepcionistas o el convento de las Angélicas, en el inicio de la calle San Pedro. El convento de las Carmelitas se convirtió en una cárcel que, en modo irónico, fue denominada como el “hotel del Huécar” por las vistas sobre la hoz del río que hay desde el edificio.

El convento de las Carmelitas fue uno de los centros de detención en los que se interrogaba y torturaba a los sospechosos antes de someterlos a un “juicio revolucionario”. Si se les encontraba culpables, se les conducía a las afueras de la ciudad o a las tapias del cementerio y se las fusilaba, un fenómeno conocido como “el paseo” que se extendió en los primeros seis meses de la guerra y que prácticamente desapareció a partir de febrero de 1937, de la mano de la recuperación del poder estatal por parte del Gobierno.

Autora: ACP

Convento de las Angélicas

La violencia revolucionaria fue especialmente intensa en los primeros seis meses tras el golpe de Estado: los comités se hicieron con el poder en las calles, mientras los organismos oficiales y las fuerzas de seguridad paralizaban su actividad. Las milicias locales fueron dueñas de la situación entre julio y diciembre de 1936, imponiendo el terror sobre quienes tenían por sus enemigos: las personas consideradas derechistas y católicas.

Los religiosos fueron uno de los grupos que los revolucionarios persiguieron en esta etapa de violencia desatada, ya que los consideraban cercanos a las clases poderosas y a las derechas. Sus edificios fueron ocupados por las milicias y, específicamente, por la Columna del Rosal. Es lo que ocurrió con el Seminario, el convento de las Concepcionistas o el convento de las Angélicas, en el inicio de la calle San Pedro, en Cuenca.

Así, el convento de las Angélicas se convirtió en uno de los temidos lugares a los que eran conducidas las personas detenidas por las milicias. Allí eran interrogadas, torturadas y sometidas a juicio por el comité allí presente. Si se les encontraba culpables, se les conducía a las afueras de la ciudad o a las tapias del cementerio y se las fusilaba, un fenómeno conocido como “el paseo” que se extendió en los primeros seis meses de la guerra y que prácticamente desapareció a partir de febrero de 1937, de la mano de la recuperación del poder estatal por parte del Gobierno.

Autora: ACP

Ofensiva de la victoria en Ciudad Real

Los intentos de negociación de Casado, en nombre del Consejo de Defensa, fracasaron ante la negativa de Franco de acceder a nada más que la rendición incondicional de la República.

La Ofensiva de la Victoria llegó a la provincia de Ciudad Real de la mano del Ejército del Sur, comandado por el general Queipo de Llano, y el del Centro, del general Saliquet. El 27 de marzo de 1939, las tropas de Queipo tomaban Almadén: a partir de entonces, los ejércitos de ambos generales se extendieron por toda la provincia.

Dos días después, el 29 de marzo, las tropas victoriosas entraban en la capital, Ciudad Real, que sin embargo ya estaba controlada por sus simpatizantes. El día anterior, coincidiendo con la caída de Madrid, los quintacolumnistas de Ciudad Real habían salido a las calles y ocupado los edificios clave de la ciudad: las principales instituciones y medios de comunicación estaban en sus manos antes de que llegara el Ejército, lo que contribuyó a un traspaso del poder sin incidentes.

Autora: ACP