Fundada en 1883 como cárcel para presos comunes, el centro de Ocaña se transformó en reformatorio de adultos en 1914, destinado a albergar a los presos con penas menores y a los procedentes del reformatorio de jóvenes de Alcalá de Henares que hubieran cumplido la mayoría de edad.
Con el estallido de la guerra civil, el reformatorio de Ocaña se convirtió en una de las tres prisiones principales de la provincia de Toledo. El centro dejó de cumplir su función asignada y empezó a acoger a los detenidos por haber participado en la sublevación, así como a aquellos considerados “enemigos” de las milicias como las personas conservadoras, los grandes propietarios y empleadores y los religiosos. Así, la prisión de Ocaña sobrepasó su capacidad original ya en agosto: 71 prisioneros abarrotaban sus celdas un mes después del golpe.
A pesar del hacinamiento, los presos eran tratados de forma correcta por el director y los funcionarios del centro. La noche del 19 al 20 de octubre la suerte de estas personas cambió dramáticamente cuando un grupo de cientos de milicianos asaltaron la cárcel, y a pesar de los intentos de oposición de los funcionarios de la prisión, escogieron a 140 reclusos a los que sacaron del centro y posteriormente fusilaron en las tapias del cementerio de la localidad. De las 140 personas asesinadas, solo 48 eran de Ocaña: otros 30 procedían de Villarobledo y el resto provenían de otras provincias.
Autora: ACP