Los campos de concentración franquistas surgieron al compás de la sublevación del 18 de julio de 1936, y se fueron extendiendo con el avance del Ejército sublevado. Estos campos de concentración, según el historiador Javier Rodrigo, fueron centros de detención ilegal y extrajudiciales regidos por la administración militar y utilizados para internar y clasificar, sin juicio, a los prisioneros de guerra y evadidos republicanos. En un número menor de ocasiones, estos campos también albergaron a civiles cuando la toma de un territorio implicaba la caída en manos de los sublevados de grandes masas de ciudadanos, así como a refugiados de la Segunda Guerra Mundial procedentes de Francia.
De los 38 campos de concentración ubicados en Castilla-La Mancha gracias a las investigaciones de Carlos Hernández de Miguel, 7 de ellos se encontraron en la provincia de Guadalajara, la mayoría de los cuales (5) tuvieron un carácter provisional, y dos de ellos fueron campos estables. Asimismo, solamente la ubicación de uno de ellos se ha conseguido dilucidar por completo, mientras que el resto de estos campos, seis, no tienen una localización exacta.
Es el caso del campo de concentración de Sigüenza: no se conoce su ubicación, pero pudo estar instalado en las ruinas del castillo. Destaca por haber operado desde antes del fin de la guerra, en concreto desde diciembre de 1937 hasta, al menos, abril de 1939, siendo, junto a Toledo y Jadraque, una excepción a la tónica general en los campos de concentración de Castilla-La Mancha y a su habilitación de manera mayoritaria a partir de marzo de 1939. A pesar de que el campo fue clausurado en abril de 1939, Sigüenza continuó siendo en años posteriores destino de varios Batallones de Trabajo.
Autor: AVF