Ni en la ciudad ni en la provincia de Cuenca había unidades militares de importancia, por lo que el peso en el golpe de Estado recayó en la Guardia Civil. A pesar de que el jefe de la Comandancia de este cuerpo no se inclinaba por la sublevación, dos de sus oficiales la planearon, estableciendo contactos con falangistas, que llevaron a cabo reuniones preparatorias en la provincia. El objetivo de los sublevados eran tomar la ciudad, controlar el Gobierno Civil y a continuación colocar todas las unidades en el resto de la provincia.
La madrugada del 13 al 14 de julio, gracias a que se habían descubierto sus planes, fueron detenidos los principales líderes falangistas y de la conspiración. Esto fue clave a la hora de que fracasara el golpe de Estado en Cuenca, al igual que la movilización de las milicias. El 18 de julio, los militantes de izquierdas se lanzaron a la calle, especialmente los anarquistas, tomando los principales puntos estratégicos del pueblo. La tarde del 19, después de que el gobernador civil se negara a entregarles armas, asaltaron las armerías de la ciudad. Tras ello, se hicieron con el control de Cuenca, sin que la Guardia Civil pudiera hacer más que evitar asaltos y apagar incendios.
Ante las sospechas de que la Guardia Civil pudiera levantarse, el Comité de Defensa Nacional de la CNT mandó a Cipriano Mera a Cuenca, que presionó al gobernador para que se librara de esta fuerza. El gobernador accedió, concentrándola primero en la capital para después enviarla fuera de la provincia. La indecisión de la guardia civil – debida en parte a su líder, que, a partir del 20 de julio, tras las noticias de la caída del cuartel de la Montaña, se decantó por la República – y la movilización anarquista desarticularon la conspiración, que no pudo llevarse a la práctica.
Autora: ACP