La Sublevación Militar de 1936

PARA SABER MÁS:

La sublevación militar comenzó en Melilla el 17 de julio a las 17 horas. La consigna del general Emilio Mola, director de la conspiración, era que en cada región militar (División Orgánica) la comenzase a partir de esa fecha cuando se dieran las circunstancias más propicias para la victoria. Cronológicamente, el golpe de Estado en la Península se extendió entre el día 18 y el 28 de julio, aunque ya en esa fecha tan tardía o en las más cercanas sólo hubo levantamientos en muy pocas poblaciones, generalmente pequeñas, constituyendo casos realmente singulares, como el de Arenas de San Juan (Ciudad Real), el día 23. También hubo localidades donde las fuerzas permanecían sublevadas, como en Albacete y Villarrobledo, que se rindieron el día 25, haciéndolo en fechas posteriores otros pequeños municipios de la provincia. Valladolid fue la primera capital peninsular donde triunfó plenamente la sublevación, la misma tarde del 18.

Si analizamos cronológicamente la sublevación en todas las capitales de provincia donde se llevó a efecto (cuarenta y una), los militares sublevados vencieron en treinta y fracasaron en once; es decir, el 73,17 y 26,82 %, respectivamente. En el resto (once) no hubo ningún tipo de sublevación, por la indecisión a última hora de los jefes militares, porque no entraba en sus planes o porque las autoridades civiles dominaron la situación. Luego la República controló veintidós capitales (42,30 %) por treinta los sublevados (57,69 %).

Aunque la jornada más conocida del golpe de Estado es la del 18 de julio, éste no fue el día en el que estalló mayoritariamente, ni mucho menos. Sólo en cinco capitales peninsulares los militares sublevados declararon ese día el estado de guerra (12,19 %). En la mayor parte de capitales de provincia donde hubo alzamiento militar, éste se produjo el día 19, con veinticuatro casos (58,53 %), bien es cierto que la mayoría en las primeras horas de la madrugada. El día 20 se declaró en seis capitales (14,63 %). La fecha más tardía fue la del día 21, con cuatro ciudades (9,75 %). Fuera del territorio peninsular, la sublevación se adelantó a la jornada del día 17 (Ceuta y Melilla).

Analizando el total de jornadas transcurridas desde que se declaró el estado de guerra hasta que los militares controlaron todas las instituciones públicas puede deducirse que se trató de un golpe enérgico y efectivo, pues en la mayor parte de las capitales los militares sublevados se hicieron con la ciudad en menos de un día desde que hicieron público el bando de guerra, incluso en cuestión de pocas horas. La mayor excepción la constituye Albacete, donde las fuerzas sublevadas, de la Guardia Civil, estuvieron siete días dominando la ciudad, en espera de refuerzos que no llegaron.

Desde el punto de vista territorial, la idea generalizada es la de un golpe militar que afecta a todo el país y a todas las poblaciones. Sin embargo, la sublevación se preparó para todas las provincias, pero no se repartió por todas las localidades, ni mucho menos. Fue, sobre todo, una sublevación de capitales con alguna excepción en algunos de sus principales municipios, especialmente aquellos que tenían guarniciones militares. En buena parte de los pueblos la Guardia Civil fue llevada hacia las capitales, por lo que quedaron en manos de falangistas. Según la fuerza que tuvieran, éstos iniciaron o no los acontecimientos, aunque en muchos casos también fueron convocados en la capital de la provincia. En las capitales de provincia se concentraban solamente cinco millones de habitantes de algo más de veintitrés, el 21 % de la población.

Si analizamos la sublevación militar en cada capital de provincia podemos establecer cuatro modelos distintos, según sucedieron los acontecimientos. En el primer modelo triunfaron los sublevados, la ciudad fue tomada por las fuerzas alzadas haciéndose cargo de las instituciones de la administración local y provincial. Se trata del modelo más numeroso, comprendiendo a treinta de cincuenta y dos capitales, incluidas Ceuta y Melilla, lo que representa el 57,69 %. En el segundo modelo triunfó, pero de manera momentánea, porque al final acabó fracasando. La situación cambió generalmente por dos circunstancias: porque las fuerzas sublevadas fueran reducidas al cabo de unas horas o días (Albacete, Guadalajara, Toledo, San Sebastián y Almería) o porque se rindieran sin más (Málaga, Lérida y Gerona). Comprende el 15,38 %.

En el tercer modelo se produjeron enfrentamientos armados graves, con víctimas mortales, pero no triunfó la sublevación en ningún momento. Aunque porcentualmente el índice es bajo, el 5,76 %, demográficamente incluye a las dos ciudades más pobladas (Madrid y Barcelona) y que más muertos dejaron en esas primeras jornadas. Además, hay que añadir a Ciudad Real, la pequeña capital manchega donde solamente hubo una víctima en el enfrentamiento entre falangistas y milicianos el 19 de julio. En el cuarto modelo se incluyen las capitales donde no pasó nada, bien porque las autoridades y milicias republicanas controlaron la situación tras requisar las armas y vigilar estrechamente a los sospechosos, bien porque no hizo falta ni eso. Representa el 21,15 %.

El plan de los sublevados muestra un patrón común que refuerza la idea de una trama sólida de la conspiración y sublevación y que en cada provincia no se actuó por libre, sino que tenían unas pautas colectivas de comportamiento según el grado de compromiso de los responsables militares. Donde los jefes militares se habían comprometido (primer y tercer modelo de conspiración), el desarrollo de la sublevación fue similar:

  • Los sublevados se hacen con el armamento y no obedecen a la llamada del Gobierno para que lo entregue.
  • El general de cada División Orgánica declara el estado de guerra para poner en manos militares la autoridad civil por medio de un bando y las tropas salen a proclamarlo.
  • Se procede a la detención y arresto del gobernador civil y otras autoridades republicanas y de los principales líderes políticos y sindicales del Frente Popular y anarquismo.
  • A continuación, se intenta dominar la ciudad, apoderándose de la Casa del Pueblo, Ayuntamiento, Gobierno Civil y otros edificios públicos y entidades bancarias. Se establece vigilancia militar por la ciudad tomada con patrullas.
  • La capital es el centro de la sublevación. El resto de las localidades, en general, envían sus fuerzas militares a la capital de la provincia y quedan en manos de las autoridades republicanas en espera del triunfo de la sublevación capitalina o los falangistas se hacen con el control del municipio.

Cuando no se contaba con el compromiso de los jefes militares (segundo y cuarto modelo de conspiración), bien porque no querían bien porque no había unidades militares, el desarrollo de los acontecimientos fue, más o menos, de la siguiente manera:

  • Pequeños grupos de falangistas, requetés o militares toman la iniciativa y se concentran con armamento para provocar la actuación de las fuerzas militares (sobre todo Guardia Civil) o de vigilancia y seguridad de la localidad.
  • Si las fuerzas locales no se comprometen con ellos, esperan a la llegada de fuerzas foráneas o se disuelven si no les garantizan apoyo externo.

Frente a la homogeneidad de planteamiento por parte de los sublevados, con dos actuaciones posibles, la respuesta de las autoridades republicanas no fue ni mucho menos uniforme. Las máximas autoridades civiles de cada provincia no tuvieron un patrón común de comportamiento ante el golpe militar. En unas provincias los gobernadores civiles actuaron con celeridad, diligencia y energía (Málaga, Huelva, Almería, Badajoz, Oviedo, Ciudad Real, Cuenca y Jaén). En otras apenas hicieron nada, por parsimonia, indecisión o ignorancia (Logroño, Cáceres, Jaén y Guipúzcoa), para desesperación de otras autoridades provinciales o locales, como presidentes de la Diputación o alcaldes, que en muchos casos tomaron la iniciativa (Córdoba y Santander). Hubo provincias, aunque pocas, en las que incluso los gobernadores se pasaron al otro bando (Toledo). Estas múltiples actitudes tuvieron una importante repercusión en la sublevación y en su desarrollo. “De esta forma, el panorama de la sublevación deparó algunas sorpresas a sus propios protagonistas. Fracasaron en ciertos sitios donde creían que el triunfo estaba asegurado y triunfaron en ámbitos donde no esperaban conseguirlo de inmediato”[1].

En el momento, las organizaciones obreras y la prensa culparon a los gobernadores civiles por no haber sabido abortar la sublevación rápidamente. El Socialista los calificó como “conjunto de ineptos”. El profesor Cruz[2] justifica la actuación del Ministerio de la Gobernación y de los gobernadores civiles, explicando la ausencia de instrucciones conjuntas porque Santiago Casares Quiroga, presidente del Consejo de Ministros, quiso comunicarse individualmente con cada uno ante las distintas circunstancias y por no fiarse de la recepción correcta de las transmisiones. Los gobernadores civiles conocían sus obligaciones por los telegramas del 13 y 14 de julio y disponían, además, de autonomía para tomar las decisiones sobre seguridad que estimaran oportunas. Pero éstas fueron muy variadas; demasiado para la responsabilidad que recayó en sus manos.

En el primero de los comportamientos, cuando el gobernador civil actúa con rapidez y energía, éste comenzó por convocar urgentemente a los líderes políticos y sindicales republicanos, al jefe de la Comandancia de la Guardia Civil y al gobernador militar. Además, ordenó la movilización de las milicias populares, que respondieron en algunos casos con contundencia, echándose a la calle cumpliendo tareas de vigilancia, para desarmar a sospechosos o cuando contaron con armamento suficiente para combatir cuerpo a cuerpo. En algunos lugares también decidieron concentrar a la Guardia Civil en la capital de la provincia, para evitar levantamientos en sus municipios, para sumar sus fuerzas a sofocar la sublevación en la capital o, simplemente, para enviarla al frente, en caso de sospechar de sus intenciones. En el resto de los comportamientos las circunstancias fueron tan distintas casi como gobernadores había.

El Consejo de Ministros de la tarde del 18 de julio, reunido en el Ministerio de la Guerra a partir de las 16,30 horas, decidió el cese, entre otros, del general de división Francisco Franco Bahamonde en el mando de la Comandancia Militar de Canarias y que quedara en suspenso en el cargo de inspector general de Carabineros y general de división Gonzalo Queipo de Llano. Además, acordó la anulación del estado de guerra declarado en las plazas de Marruecos, Península, Baleares y Canarias, “relevando de la obediencia a esta disposición a las fuerzas militares de dichas plazas”, licenciar las tropas y los cuadros de mando que se han colocado frente a la legalidad republicana y disolver “todas las unidades del Ejército que han tomado parte en el movimiento insurreccional”, decía el decreto oficial. Estas medidas no eran ya suficientes, y el nerviosismo empezó a cundir en todas las esferas del poder político y sindical.

El Gobierno dirigido por Santiago Casares Quiroga presentó su dimisión al presidente de la República, Manuel Azaña, en la noche del día 18. Parecía el resultado lógico a la vista de su fracaso en prever y controlar la situación y, sobre todo, ante su negativa a entregar armas al pueblo, a dar paso a la revolución. Pensaba que si lo hacía entregaba el poder a las organizaciones obreras con lo que sumaría a la sublevación a muchos indecisos, sobre todo militares. Tras la dimisión de Casares, tampoco Azaña quería entregar armas a las milicias populares, convencido de que no tardarían en suplantar al Gobierno. Trató de buscar una solución de compromiso, llamando a Miguel Maura, moderado y católico, pero este se negó. La misma noche dramática, del 18 al 19 de julio, tanteó Azaña otra salida, que pasaba por Martínez Barrio, político sevillano, centrista y negociador, gran oriente de la masonería y, por ello, con buenas conexiones políticas y militares.

A las cuatro de la madrugada se hizo pública la constitución del nuevo Gobierno presidido por Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes y jefe de Unión Republicana, con la exclusión de Casares Quiroga, aunque en la práctica apenas llegó a tomar posesión por las discrepancias surgidas en el seno del Frente Popular. Lo formaban miembros de Izquierda Republicana, Unión Republicana y Partido Nacional Republicano. Los socialistas se negaron a entrar. Martínez Barrio intentó negociar la paz. Se puso en comunicación telefónica con el general Mola y le propuso la titularidad del Ministerio de Guerra y el de Gobernación para otro militar que él designara. La suerte estaba echada y no podía retroceder; así se lo comunicó Mola. “Es tarde, muy tarde…”, le contestó el general.

Socialistas, anarquistas y comunistas convocaron para la misma mañana del domingo 19 una manifestación por las calles de Madrid en protesta por la negociación. ¡Abajo el gobierno! y ¡Armas para el pueblo! fueron algunas de las consignas de los manifestantes, que aturdieron al nuevo ejecutivo. A ellas se sumaron las calificaciones de traidor de algunos correligionarios de Azaña. “Tampoco las organizaciones obreras podían ni querían retroceder. En cuanto se propaló que Martínez Barrio intentaba incluir en el Gobierno a Felipe Sánchez Román, ilustre jurista cuyo partido no se integró en el Frente Popular, y que realizaba gestiones cerca de jefes militares, comenzaron a agitarse socialistas, anarcosindicalistas y comunistas, sin faltar republicanos disconformes; todos ellos protestaron pública y tumultuosamente en manifestaciones amenazadoras que recorrieron las calles más céntricas de Madrid”[3]. Largo Caballero presionaba para impedir las negociaciones con los militares rebeldes; en su lugar, el dirigente sindical proponía un Gobierno republicano que entregara armas a los sindicatos para vencer la rebelión, algo a lo que se habían negado tanto Casares como Martínez Barrio.

El nuevo presidente del Consejo de Ministros tardó poco más de seis horas en presentar su dimisión. El fracaso de las negociaciones y la protesta obrera y popular hacían inviable su proyecto. Azaña convocó a los principales dirigentes de los partidos políticos con el objeto de resolver la crisis. Largo Caballero rechazó una vez más la participación socialista, aunque ofreció la colaboración con un gobierno de los partidos republicanos si procedía a entregar armas a los sindicatos. Azaña aceptó. No veía otra solución, aunque la adoptada era la más temida por él porque se abrían las puertas a la revolución. “Mientras mantengamos contra los rebeldes la República legal –escribiría años después–, todos los yerros estarían de su parte. Si nos empeñásemos en mantener contra ellos y hacerles acatar ahora una revolución, su culpa original subsistiría, agravada por el estallido revolucionario que han provocado, pero tendrían derecho a desconocerla y no servirla”[4].

El mismo domingo 19, Azaña encargó la formación del nuevo gobierno a José Giral Pereira, catedrático universitario del mismo partido que él. Según la información divulgada por el propio Ministerio de Gobernación, se trataba de un mero retoque, al ser sustituidos solamente el presidente dimisionario y el ministro de Gobernación Juan Molés. Confesaba el fracaso político al no haber sido posible una remodelación más amplia, con un gobierno donde estuvieran representadas todas las fuerzas políticas y sindicales de izquierdas, verdadera “solución de concordia que permitiese el rápido acabamiento del grave conflicto planteado por quienes se rebelan contra el régimen republicano”[5].

El nuevo Consejo de Ministros estaba formado por ministros de Izquierda Republicana y Unión Republicana más dos militares. Los socialistas no quisieron participar, aunque sí lo apoyaron explícitamente. Las diferencias entre los partidos y organizaciones republicanas fue un rasgo característico no sólo de estos momentos trágicos, sino de toda la guerra. La propuesta de revolución social planteada por algunas organizaciones en estas primeras horas asustaba a muchos, especialmente al republicanismo burgués, que ya había decidido ceder a dar armas al pueblo, cuestión sobre la que se había mostrado inflexible Casares Quiroga.

El Gabinete Giral tomó la decisión más esperada por las organizaciones obreras: la entrega de armas a las organizaciones políticas y sindicales que disponían de masas para hacerse cargo de ellas. “Debido gravedad situación presente procederá V.E. a armar pueblo”[6], era la orden recibida en los gobiernos civiles de todas las provincias. También fue la decisión más importante de estas primeras horas, más que las remodelaciones ministeriales y los comunicados, porque significaba el comienzo de la guerra, con dos bandos armados, y en el territorio republicano, además, de la revolución. La sublevación no había triunfado, pero el Gobierno tampoco la había logrado reducir. Una vez armadas las organizaciones obreras, todos los grupos políticos y sindicales afirmaron que era el pueblo el que se batía contra el enemigo. Las organizaciones obreras se arrogaron su representación, actuando “En el nombre del pueblo”, como bien ha significado el profesor Cruz[7].

A las nueve de la mañana del lunes 20 de julio, el nuevo jefe del Gobierno, José Giral, se dirigió por radio al pueblo español. Su mensaje esperaba tranquilizar a los republicanos, dando sensación de dominar la situación después de muchas horas de silencio oficial:

“Españoles: sin jactancia alguna, con toda sencillez, pero también con entera serenidad, el Gobierno de la República cumple con su deber y está en su puesto; porque lo está desde el primer momento de su constitución en la mañana de ayer, y atento a sus deberes más urgentes, no ha tenido tiempo hasta ahora ninguno de sus ministros de ponerse en contacto directo con la opinión, aunque ha procurado siempre tenerla al corriente de cuantos sucesos ocurren por medio de informaciones radiadas oportunamente y que han sido fiel reflejo de la verdad.

Ahora, cuando la situación ya mejora notablemente y estamos un poco aliviados de muchas preocupaciones, quiero que estas palabras mías sean para deciros a todos los españoles, que los enemigos de la República no pasarán. Frente a ellos está el Gobierno, asistido por la razón y la ley, con todas las fuerzas del Estado y con el apoyo firme del pueblo español.

Una criminal maniobra que ha prendido en una minoría de los militares y que España contempla con enorme estupor, indignación y asombro, asombro, indignación y estupor que aumentan al ver que no ha dudado siquiera en intentar, aunque sea con fracaso, la invasión del solar de la patria por soldados moros y mercenarios, nos ha traído en estas horas perturbación y dolor; pero no consiguieron ni conseguirán vencer la firmeza del Gobierno ni el entusiasmo republicano del pueblo español, ni tampoco detener la marcha de la República por los caminos de la justicia y el progreso.

Españoles: confiad en el Gobierno. El Gobierno también confía en el pueblo y agradece calurosamente el concurso eficaz de las fuerzas leales del Ejército, Marina y Aviación, Guardia Civil, Seguridad y Asalto, así como el de las entusiastas milicias populares, a todas las cuales felicita por su abnegado comportamiento”[8].

El golpe de Estado había fracasado, pero también el Gobierno para reducir a los sublevados. Esta situación de equilibrio, más la existencia de dos bandos armados, convirtió la sublevación en guerra. La Guerra de España, como era conocida en todo el mundo por la trascendencia que tenía en un momento convulso de las relaciones internacionales y de efervescencia ideológica.

BIBLIOGRAFÍA

ALÍA MIRANDA, Francisco, Julio de 1936. Conspiración y alzamiento contra la Segunda República, Barcelona, Crítica, 2011.

[1] Julio ARÓSTEGUI: Por qué el 18 de julio… y después. Barcelona: Flor del Viento, 2006, p. 92.

[2] Rafael CRUZ: En el nombre del pueblo. República, rebelión y guerra en la España de 1936. Madrid: Siglo XXI, 2006, p. 230-232.

[3] Luis ROMERO: “Fracasos y triunfos del levantamiento”, en Edward MALEFAKIS (dir.): La Guerra Civil Española. Madrid: Taurus, 2006, p. 83

[4] Manuel AZAÑA: Obras completas. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, t. VI (La velada en Benicarló), p. 58.

[5] Ahora, 21 de julio de 1936, p. 1. “La explicación de la crisis”.

[6] Rafael QUIROSA-CHEYROUZE Y MUÑOZ: Política y guerra civil en Almería. Almería: Editorial Cajal, 1986, p. 111.

[7] Rafael CRUZ: En el nombre del pueblo. República, rebelión y guerra en la España de 1936. Madrid: Siglo XXI, 2006, p. 317.

[8] Ahora (Madrid), 21 de julio de 1936, p. 4. “El jefe del Gobierno, señor Giral, habla por radio al país”.

La reunión en el Aeródromo de los Llanos- El final de la guerra

Aeródromo de los Llanos. https://memoriadealbacete.victimasdeladictadura.es/

PARA SABER MÁS: 

 

El día 12 de febrero de 1939 se reunieron en Madrid el presidente Juan Negrín y el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro del Ejército Popular de la República. Éste le expuso al presidente la necesidad de acabar la guerra cuanto antes, puesto que estaba totalmente perdida y el pueblo no podía seguir sufriendo. Negrín trató de tranquilizarlo y le informó de que, en Marsella, los rusos tenían preparados seiscientos aviones, quinientas piezas de artillería y diez mil ametralladoras para entrar en España. Aun así, le reconoció la gravedad del momento: “Estoy de acuerdo con usted en que la situación es verdaderamente grave; pero, por grave que sea la situación, las circunstancias nos exigen continuar en la lucha como única solución, pues desde el mes de mayo de 1937 he tratado reiteradamente de entrar en negociaciones con el enemigo utilizando incluso mi amistad con significados nacionalistas, pero fracasé en todas esas tentativas”1. Casado replicó que los suministros rusos nunca llegarían y que, aunque lo hiciesen, servirían de muy poco y le propuso que convocase una reunión urgente con los altos mandos militares. 

El presidente aceptó su sugerencia. Previamente a la convocatoria solicitó informe secreto a algunos de sus principales responsables militares a través de la Subsecretaría de Armamento2. Las respuestas breves y manuscritas de cada uno de ellos eran sumamente reveladoras:  

  •  Buiza, jefe de la Flota: “Moral de la tropa a punto de derrumbar. Han estado a punto de salir y conminar al Gobierno para que se rinda”. 
  • General Escobar, jefe del Ejército de Extremadura: “Estado moral malo. Dan confianza a los mandos para disimular”. 
  • General Bernal, jefe de la Base Naval de Cartagena: “Moral de la base es de derrota. Vanguardia y retaguardia quieren que se acabe la guerra”. 
  • General Hernández: “No ha sufrido la moral colectiva. Moral individual, mala. Si el enemigo atacara derrumbamiento de la moral. Moral en la retaguardia es de derrota”. 

Tan sólo la del general Mariones (Ejército de Andalucía) era sumamente positiva: “Moral no se ha resquebrajado”. 

La reunión se celebró el 16 de febrero en el aeródromo de Los Llanos (Albacete)3. Negrín comenzó su intervención reconociendo que no era la situación que él había buscado, pues intentó desde los primeros días de su primer mandato negociar la paz con el bando rival, utilizando la amistad que le unía a varios familiares de Serrano Suñer, el cuñado de Franco. También hizo varios intentos similares buscando la mediación británica, pero todos los esfuerzos resultaron inútiles. Tras sus palabras, pasó el turno de intervención a sus mandos militares, a los que escuchó atentamente, pero, aún con la opinión contraria de todos, salvo el general Miaja, dio la orden de resistir. Era la decisión oficial. Terminada la reunión, y en ausencia del doctor Negrín, los jefes militares continuaron por su cuenta. “Los mandos tuvimos breves cambios de impresiones –recuerda el coronel Casado– y nos ratificamos en la creencia que teníamos de que obraba al dictado del Partido Comunista, es decir, al dictado de la Unión Soviética. Esto nos reafirmó en el acuerdo, tomado de firme con anterioridad, de eliminar el Gobierno del doctor Negrín, que carecía de legitimidad, y tratar de negociar la paz directamente con el enemigo, siendo como era la Autoridad Militar, el Poder Legítimo de la Nación”4. Según las fuentes franquistas, Franco tuvo puntual noticia de lo que se habló en la reunión de Los Llanos a través del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), “que ahora contaba con una emisora puesta a su disposición por Casado”5 

Sobre el episodio de la reunión de Los Llanos hay dos cuestiones que nos parecen cada vez más evidentes e importantes. La primera, que la postura de Negrín no era sincera, porque mientras estaba negociando la rendición ante la diplomacia inglesa. La segunda, que la decisión de Casado de acabar con el gobierno de la República con la colaboración de los servicios secretos franquistas estaba tomada con anterioridad. 

El ministro de Exteriores británico, Lord Halifax, tras obtener el beneplácito de la diplomacia francesa6, citó el día 16 de febrero al embajador español en Londres para impulsar las negociaciones de paz, lo que causó tremenda inquietud en el gobierno alemán y en el italiano, que iniciaron insistentes presiones ante Franco para evitar el acuerdo con Inglaterra y Francia7. La estrategia española fue preparada minuciosamente en París el día antes durante una reunión de gran trascendencia, que concluyó con el abandono de los tres puntos de Negrín considerados hasta entonces como “irrenunciables”. El día 14 de febrero por la noche, el embajador español en Londres viajó a la capital francesa llamado por el ministro de Estado. La mañana del día siguiente se reunió con su ministro, Julio Álvarez del Vayo, y con el embajador en París. El resultado de estas deliberaciones, según el testimonio de Azcárate, “fue que era inútil y contraproducente seguir manteniendo como condiciones de todo arreglo posible los puntos relativos a la evacuación de extranjeros y al derecho del pueblo español a establecer libremente su propio régimen político, concentrando todo el esfuerzo sobre el punto relativo a represalias, de manera a poder salvar el mayor número posible de vidas”8. El presidente de la República no debía estar muy lejos de la reunión, y desde luego lo que sí estuvo es informado, pues el ministro le puso al corriente al momento. Seguro que Azaña no solo compartía la resolución final, sino que influyó en la misma. La estrategia estaba preparada de cara a la trascendental reunión del día 16 con el ministro británico. 

A las tres y media de la tarde del 16 de febrero, en la sede del Foreign Office, el ministro Halifax recibió al embajador Azcárate. Según éste,  

 

En ella Lord Halifax me preguntó de manera muy concreta y terminante si yo podía darle la seguridad de que el Gobierno español estaría dispuesto a poner término inmediato a la lucha si, bajo reserva de acuerdo sobre su aplicación, las autoridades rebeldes aceptasen una propuesta británica que comprendiera los 3 puntos siguientes: primero, renuncia a represalias políticas, segundo, los responsables de crímenes de derecho común serán juzgados por tribunales ordinarios y tercero, se darán facilidades para salir de España a los elementos más comprometidos9 

 

El embajador le contestó que, en principio, a falta de consulta a sus superiores, podía dar su compromiso de que el gobierno español aceptaría. Azcárate trasladó inmediatamente la propuesta a su ministro y al propio Negrín, quien, no olvidemos, ese mismo día estaba celebrando en el aeródromo de Los Llanos (Albacete) una reunión con todos sus mandos militares, en la que el presidente, en contra de la opinión de casi todos los jefes militares, decidía resistir en una postura firme e intransigente. 

La propuesta fue también enviada inmediatamente a Burgos. Hodgson había recibido instrucciones el día 17 para presentar oficialmente en Burgos la propuesta de rendición republicana bajo las tres condiciones estipuladas. Al día siguiente hacía entrega de una nota al conde de Jordana con la propuesta, en la que recordaba que el gobierno británico actuaba sólo como canal de comunicación, sin tomar posición alguna, para evitar que su gestión fuera interpretada como interferencia en los asuntos internos de España. Como complemento de esa gestión oficial, Hodgson “también dio a conocer verbalmente la disposición de Negrín de rendirse si el general Franco hiciera una declaración en el sentido de que no toleraría represalias políticas o generales, con independencia de las otras dos garantías solicitadas”10. 

El día 19, Azaña escribía al presidente del Consejo de Ministros, Negrín, solicitándole urgencia en aceptar la propuesta británica: “Sírvase V.E. telegrafiarme urgente que respuesta da ese gobierno a proposición Halifax sobre suspensión hostilidades y demás puntos comunicados a V.E. por embajador Londres en telegrama 39 día 16 y confirmados por telegrama ministro Estado día 17 todavía sin contestación. Mi opinión personal favorable aceptación inmediata aconsejo gobierno conteste afirmativamente propuesta británica. Demorar contestación puede tener consecuencias gravísimas”11. 

El 20 de febrero, Azcárate volvió a conversar con lord Halifax, quien le mostró su extrañeza ante el silencio del gobierno español a la propuesta británica. Azcárate, que había vuelto a enviar telegramas oficiales a Negrín y al ministro de Estado exigiendo una respuesta, no sabía qué contestar: “traté de explicarle lo mejor que pude la situación, pero se hacía cada vez más difícil hacerlo acudiendo a obstáculos de orden práctico y material sin contribuir a fortificar la sensación de que el Gobierno vivía en condiciones particularmente precarias y difíciles”. Al día siguiente le llamaron del Foreign Office para saber si había una respuesta. Ante la negativa de Azcárate, su responsable le comunicó que si no llegaba en un plazo de veinticuatro horas se considerarían desligados de todo compromiso. El embajador, de inmediato, dio cuenta de ello al jefe del gobierno español. 

El día 23, con el plazo expirado por falta de respuesta del gobierno español a la propuesta británica, el responsable del Foreign Office le entregó la contestación de Franco, por medio de Jordana, en forma de declaración. Quizá prefería esta fórmula para no dar la impresión de claudicación ante las condiciones recibidas para la rendición. En ella, aparte de referencias retóricas a la generosidad y caballerosidad del Caudillo, se declaraba que los tribunales se limitarían a juzgar a los responsables de crímenes según el procedimiento y las leyes promulgadas antes del 16 de julio de 1936 y que no se toleraría ninguna imposición ni restricción de la soberanía:  

 

La España Nacional ha ganado la guerra y corresponde, por tanto, a los vencidos la rendición sin condiciones. 

El patriotismo, hidalguía y generosidad del Caudillo, de que tantas pruebas ha dado en las regiones que si espada ha ido liberando, así como el espíritu de equidad y justicia que preside todos los actos del Gobierno Nacional, constituyen una firme garantía de comprensión para todos los españoles no criminales.  

Los Tribunales de Justicia, aplicando leyes sustantivas y procesales promulgadas con anterioridad al 16 de julio de 1936, se limitan a juzgar, en el marco de las mismas, a los autores de delitos. 

España no está dispuesta a aceptar mediación alguna ni a tolerar la menor intervención extranjera que pueda rozar su dignidad o menoscabar su soberanía. 

Si prolongando una resistencia criminal los dirigentes rojos siguen sacrificando nuevas vidas y vertiendo más sangre en su exclusivo personal provecho, ya que la conducta del Gobierno Nacional y del Caudillo está exenta de todo espíritu de represalias, agravan considerablemente su responsabilidad y sólo consiguen provocar el aplastamiento militar de esa insana resistencia, con todas sus consecuencias12. 

 

Por primera vez, Franco contestaba a una propuesta mediadora y daba oportunidad para la capitulación de la República. Prácticamente se daba respuesta a las condiciones mínimas exigidas a última hora por Negrín. Aunque no contestaba explícitamente a la propuesta británica, sí ofrecía lo que para muchos representaba una salida digna al gobierno republicano, al ofrecer implícitamente que a todos los que estuvieran involucrados en asesinatos no les afectaría la Ley de Responsabilidades Políticas publicada el 13 de febrero de 1939, mucho más exigente que la legislación previa a la contienda, como se demostraría a partir del primero de abril. Esta nueva ley traspasaba mayoritariamente a la jurisdicción militar la potestad de buscar y juzgar las responsabilidades contraídas a partir del 1 de octubre de 1934 de todas las personas físicas o jurídicas que contribuyeron a crear o agravar “la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España”, figurando un amplio catálogo de motivos para quedar incursos en responsabilidad política.  

El propio embajador Azcárate interpretaba en su memorándum enviado a Negrín que, en una lectura simple de la declaración, los responsables de crímenes de derecho común serían juzgados según las leyes y los procedimientos anteriores al estallido de la guerra y los demás podrían vivir en España sin molestia, pero la creación del Tribunal Especial para exigir responsabilidades políticas le generaba muchas dudas, lo que trasmitió al propio Halifax. Este le contestó que estas dudas sólo podrían aclararse una vez que hubieran normalizado sus relaciones con Franco, y que la República había perdido su oportunidad de exigir al no contestar a su propuesta, lo que hizo fracasar la mediación británica. 

La “concesión” de Franco pudo estar motivada por la compensación del favor realizado por Gran Bretaña en la mediación en Menorca a bordo del Devonshire, que era más importante por lo que significó (calmar a Francia con el alejamiento de los italianos de Menorca) que por los acontecimientos en sí, pues a esas alturas de la guerra la isla balear interesaba muy poco a la estrategia militar del Ejército franquista. Gran Bretaña, deseosa de poner fin cuanto antes al conflicto español y al mismo tiempo salvar la mayor cantidad de vidas posible, se presentó como mediadora en las negociaciones de paz entre el embajador de la República en Londres, Azcárate, y el propio Franco. No puede haber otra explicación posible, pues el entorno no podía ser más favorable al bando franquista. Incluso el propio Azcárate lo reconocía a Negrín en su memorándum, donde explicaba lo difícil de su misión en un país como Gran Bretaña donde el descrédito de la República avanzaba sin freno por tres causas: el rápido avance del ejército rebelde, la marcha del gobierno fuera del país y la permanencia del presidente de la República en el extranjero13 

Además, el Gobierno británico no estaba convencido todavía del alejamiento de italianos y alemanes de Menorca, como prueba la carta de Hodgson al general Espinosa de los Monteros de fecha 13 de febrero en la que, tras los bombardeos de la aviación italiana en la isla, pregunta si el general Franco conocía las intenciones italianas pues se había comprometido a impedir tanto los bombardeos como la intervención italiana durante las negociaciones de paz. Pero, lo más importante, la pregunta número tres que realizaba al general: “¿Realmente no se autorizará por parte del Gobierno Nacional que tropas o fuerzas aéreas extranjeras se establezcan en Menorca?”14. Constituye una prueba de que Gran Bretaña no estaba convencida que la operación de Menorca hubiera servido para eliminar definitivamente la influencia italiana y por eso tuvo que apremiar en las negociaciones de paz para acabar cuanto antes con la guerra y con las apetencias de Mussolini. 

Cuando la declaración fue comunicada por el Foreign Office al embajador Azcárate, éste preguntó si esta declaración “debía ser interpretada como compromiso autoridades rebeldes respecto Gobierno británico”. Como el embajador español expone en su nota reservada de 23 de febrero dirigida a Negrín, la respuesta fue afirmativa15, lo que significa el compromiso de Franco con Inglaterra respecto a asumir el contenido de la declaración. También así lo avalaba el periódico londinense The Times del mismo día 27 de febrero, quien no mostraba ninguna duda del compromiso de Franco de sólo juzgar a los incursos en delitos de sangre, de acuerdo al Código Penal de 1936, y de mantener la completa independencia de España16. Para el embajador de Francia en Londres, Inglaterra consideraba la declaración de Franco como una seria garantía. Pero añadía que los ingleses tenían muchas reservas sobre la futura política interior española, pero a cambio una gran confianza en la colaboración económica17. 

El 24 de febrero llegó la contestación de Negrín, por medio del ministro de Estado, en sentido de aceptar la propuesta de Gran Bretaña. Pero ya era demasiado tarde y había vencido el ultimátum británico. Así lo hizo saber el Foreign Office, que ya no se molestó ni en responder a la propuesta de Franco. El día 25 se recibió en Londres la contestación oficial del presidente del Consejo de Ministros, doctor Negrín, a la propuesta británica: “Le reitero aceptación ya comunicada diversos conductos de propuesta Foreign Office sobre suspensión hostilidades. Sin duda se interceptan algunos telegramas”18. 

El 27 de febrero de 1939, el gobierno británico y el francés anunciaron oficialmente su reconocimiento del gobierno de Franco como único gobierno legítimo de España. La diplomacia inglesa se había asegurado, con anterioridad, la cuestión política que más le interesaba: la integridad del territorio español y de su soberanía nacional. En Francia, también la diplomacia reconocía los sinceros compromisos de Franco sobre la soberanía española. Dos días antes del anuncio oficial, los responsables de exteriores de Francia y del gobierno franquista, Bérard y Jordana, firmaban en Burgos el acuerdo para establecer relaciones de buenos vecinos entre Francia y España y de colaboración entre los dos países en Marruecos19. El gobierno francés obtenía una promesa de neutralidad española, mientras que a cambio el franquismo era reconocido por Francia como gobierno legítimo de España. En el acuerdo se contemplaba, entre otras cuestiones, la ayuda del país galo a los refugiados españoles y la devolución de bienes muebles e inmuebles y de capitales expropiados o inmovilizados durante la guerra a los residentes franceses, 2.300 en total, que suponían una buena cantidad económica: un billón y medio de francos20. 

El mismo día del anuncio del reconocimiento oficial de franceses e ingleses, a las 19,45 horas, Negrín envió un telegrama directamente a Azcárate, lamentando lo sucedido, a lo que no encontraba explicación: “Conversado extensamente Ministro Estado. Ni telegrama V.E. ni Ministro Estado sobre proposición británica llegaron mi poder. Averiguo causa aquí”21. ¿Tampoco le llegó la carta manuscrita de Manuel Azaña? Pero lo más inverosímil era que, al conocer ya el reconocimiento inglés y que las propuestas negociadoras no habían fructificado por su exclusiva responsabilidad, quiso trasladar unas condiciones exigentes para la rendición. En el mismo telegrama decía: 

 

Ratifico disposición Gobierno poner fin lucha si se obtiene garantía auténtica no habrá represalias y seguridad evacuación 10 a 20 mil personas. Caso contrario no nos queda otra alternativa que luchar. Represalias Cataluña adquieren volumen monstruoso según declaración evadido. Más de mil soldados y civiles pasado en un solo día lado Franco desde Francia fueron ejecutados con ametralladoras. Divulgue V.E. medios amigos esta represión salvaje que nos obliga a obtener garantía o proseguir en resistencia. NEGRIN. 

 

La postura firme de resistencia de Negrín, en contra de lo mantenido por parte de la historiografía, no era tan auténtica como parecía, como muestran los diversos intentos de negociación realizados durante 1938 y la aceptación de la propuesta británica personalmente el día 25 de febrero (un día antes la había realizado a través del ministro de Estado) como la documentación que circuló esos días por las valijas diplomáticas. Ni tan inflexible por presión de los comunistas. Más bien se trataba de una posición estratégica ante las negociaciones de paz. El 15 de febrero de 1939, el ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo dirigió un telegrama al presidente del Consejo de Ministros desde París: “Después hablar extensamente con nuestro Embajador Londres considero elemento máxima importancia gestiones cerca Gobierno británico mantener firme impresión posibilidad resistencia zona Centro-Sur. Empeño Gobierno británico presionar autoridades rebeldes para arreglo permita término próximo lucha será tanto mayor cuanto mayor temor podamos infundirle prolongación indefinida lucha”. En el mismo sentido, cuatro días después el embajador de España en Londres dirigía un telegrama al embajador de España en Washington para informarle de las negociaciones, diciéndole textualmente: “Sigue siendo esencial mantener máxima firmeza impresión posibilidad decisión resistencia”22.  

En cuanto a los contactos de Casado con los servicios secretos franquistas y con los mandos militares republicanos, ya estaban en marcha desde meses antes de la reunión de Los Llanos. Según algunas fuentes, Casado se había “ofrecido” a Franco en septiembre de 1938, haciéndole llegar sus deseos de capitulación23. En un informe del SIPM de finales de noviembre se habla de una entrevista de acercamiento entre el hermano de Casado, el teniente coronel César Casado; el comandante León Sanz y un ingeniero agrónomo llamado Eduardo Rodrigáñez, miembro de la Organización Antonio, de la Quinta Columna de Madrid, con vistas a conseguir una reunión a puerta cerrada con el coronel Casado. Parece ser que tuvo lugar en torno al 19 o 20 de noviembre, tras la derrota del Ebro. Las actuaciones sobre Casado siguieron, a pesar de que Pedrero, jefe del SIM en la Zona Centro, montó una estrecha vigilancia cerca del coronel y sus familiares24 

Con el fin de organizar la trama, según algunos indicios, Casado envió al otro bando al jefe de Estado Mayor, coronel López Gallegos, para preparar el golpe, lo que tuvo que hacer pasando a través de la Sierra25. A principios del mes de febrero de 1939, Casado entró en contacto directamente con altos jefes militares y con destacados líderes políticos republicanos, a los que propuso abiertamente su implicación para derribar al gobierno del doctor Negrín. Uno de los primeros en conocer sus planes fue el carismático líder socialista Julián Besteiro, que había jugado un papel bastante pasivo durante el conflicto. Se entrevistaron en casa de este último el día 3 de febrero. El coronel le informó del objetivo de los altos mandos militares de coger el poder con el único fin de negociar la paz, bajo la justificación de constituir la única autoridad legal tras la declaración del estado de guerra el mes anterior. Además, le invitó a participar e incluso presidir el Consejo Nacional de Defensa, que se constituiría como única autoridad legítima de la República, en el que estarían representados todos los partidos y sindicatos a excepción del Partido Comunista. Besteiro aceptó su participación, pero no la presidencia, por creer que debía reservarse a un jefe militar por la misma motivación expuesta por Casado26 

Dos días después, su ayudante, el teniente coronel José Centaño de la Paz, le confesó pertenecer a la Quinta Columna, concretamente al grupo Lucero Verde, ofreciéndose a canalizar la comunicación con los nacionalistas con toda clase de garantías. También su médico personal, Diego Medina, era integrante de la Organización Antonio, de la Quinta Columna madrileña. Casado exigió como garantía a su ayudante que el coronel nacionalista Fernando Barrón, íntimo amigo suyo, le escribiera una carta firmada de su puño y letra con las condiciones previas para entablar las negociaciones “oficiales”. No tardó mucho en llegar la carta del coronel Barrón, en la que le informaba que las condiciones serían rendición incondicional y exención de responsabilidades para todos los que no hubieran cometido delitos criminales27. 

Mientras, el general Miaja se reunió con representantes de las organizaciones y partidos de Madrid proponiéndoles la constitución de una Junta o Consejo político-militar para negociar la paz. El 10 de marzo el embajador francés en Londres daba cuenta de la reunión a su ministro28. En ella había representantes de las Federaciones Provinciales Socialistas, de la UGT de Alicante, Jaén, Murcia, Albacete y Madrid, quienes se comprometieron al momento, según cuenta un líder ugetista29, porque en Madrid ya no estaban los elementos más destacados de los partidos ni organizaciones y por el cansancio de la gente para continuar la guerra y el estado moral de la tropa por la pérdida de Cataluña.  

El día 20, Casado recibió en la capital a Centaño, hombre de confianza de Ungría, que iba acompañado del agente Manuel Guitián. Según un informe del SIPM, durante su entrevista con Casado, Centaño le instó a que no retrasara más el golpe: “El ejército de Franco no puede admitir demoras”30. Al terminar la conversación el coronel volvió a citar a los mandos militares en su cuartel general, la Posición Jaca, para urgirles en la acción y asegurarse su apoyo. Reafirmaron la propuesta de apoyar al Consejo y prescindir de Negrín, para llevar adelante la negociación con Franco.  

En esos días también se reunió con el coronel Ungría, jefe de los servicios de información secreta de Franco, tal vez gracias a las gestiones de su jefe de Estado Mayor. Le comunicó que para él sería un error “que los nacionales desencadenasen una ofensiva prematuramente pues no conseguirían otra cosa que resistencias desordenadas, víctimas y daños de mucha consideración. Él tenía la situación controlada, y podía ofrecer un final diferente”31. Prometió a los servicios de inteligencia franquista que para el sábado 25 un gobierno presidido por Besteiro desarrollaría el plan de entrega32. “Tenemos la impresión de que Casado puede realizar su plan con pleno éxito y toda seguridad”, concluía el informe elaborado al efecto por el SIPM sobre la entrega de Madrid33. 

Las gestiones e informes del Servicio de Inteligencia y Policía Militar se completaban con una intensa campaña de propaganda a través de radio y octavillas en las que se hacía ver la cobardía de Azaña por huir al extranjero, abandonando al pueblo, y que Negrín, Álvarez del Vayo y Uribe, defensores de la resistencia, servían a los intereses exclusivos de Rusia. La iniciativa partió, según el SIPM, del propio Casado34. 

El 24 de febrero se reunió el Comité de Enlace del Movimiento Libertario, en el que el representante de la FAI afirmó que con el gobierno Negrín no había posibilidad de hacer una paz honrosa y que inevitablemente se necesitaba formar un gobierno o una Junta de Defensa a tal fin. En aplicación de los acuerdos tomados por el Comité de Defensa Confederal del Centro, se entablaron conversaciones con otras fuerzas políticas y con Casado para estudiar el método de una sublevación “cada día más precisa e inevitable”35. Según el profesor Bahamonde36, resultó decisiva la participación de la CNT madrileña en la trama conspirativa, en la logística del golpe del 5 de marzo y en el posterior desarrollo de los acontecimientos durante la semana de la pequeña guerra civil. En la conspiración, proporcionó al coronel Casado elementos ideológicos que sirvieron de base justificativa del golpe, como el discurso pacientemente elaborado desde julio de 1936 sobre el complot comunista. También resultó decisivo el compromiso del IV Cuerpo de Ejército, la unidad militar más compacta y homogénea, en términos políticos, de todo el Ejército del Centro, desde mediados de 1938, cuando su jefe, Cipriano Mera, completó el control cenetista sobre la unidad. Mera y Casado colaboraron estrechamente durante la preparación del golpe porque compartían un similar sentimiento anticomunista.  

Día a día la conspiración casadista crecía y se conocía públicamente, pues sus miembros no se recataban de anunciarla. Tampoco escondían sus movimientos: libremente concentraban y colocaban a sus unidades leales en los puntos estratégicos importantes. El día 27 llegaron al PCE las primeras noticias del plan golpista de los casadistas, pero con contenidos confusos. La dirección del Partido Comunista adoptó una serie de decisiones en el sentido de organizar la autodefensa37. Los miembros del Buró Político y del aparato del Comité Central se trasladaron a Murcia, cerca del Gobierno. Se puso en alerta a todas sus unidades militares, formando un Estado Mayor Militar del partido para dirigir la defensa. Además, se reforzaron los servicios de vigilancia en algunas ciudades y se preparó un código cifrado para mantener la comunicación y el contacto con todos los jefes. 

Pero la respuesta era insuficiente para abortar una conspiración donde estaban implicados los principales jefes militares. “El PCE careció de decisión para adelantarse a los conspiradores, de fuerza para sofocarlos y de coordinación en la respuesta a su pronunciamiento. De ahí la variopinta gama de respuestas al golpe del 5 de marzo, que fueron desde el acatamiento en algunas provincias a la resistencia armada en Madrid, pasando por la movilización expectante en Levante. De ahí, también, el desplome definitivo”38. 

Tampoco había una postura unánime del partido ante la conspiración, quizá por sus dificultades internas. En esos últimos días del mes de febrero, el comunismo se encontraba cada vez más dividido. Incluso comienza a calar entre los principales mandos, como Dolores Ibárruri y Jesús Hernández, la propuesta del búlgaro Stepánov39, delegado en España de la Comintern, que llevaba dos años por el país. Ésta consistía en ofrecer al presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa, Negrín, la posibilidad de formar un Consejo de Defensa, Trabajo y Seguridad General, con un par de ministros, dos o tres personalidades políticas no ministros y un par de militares fieles y enérgicos para aplicar los métodos de la dictadura democrática-revolucionaria y convertir la guerra en una guerra popular, pues según su opinión todos los problemas venían del alejamiento de las masas tanto del gobierno como del partido. Para él, el Partido Comunista tuvo su última oportunidad durante la Conferencia de Madrid, que movilizó a todo el aparato y a las bases, constituyendo “el más grandioso acto político de aquel tiempo”. Pero no fue aprovechado: “Si después de la conferencia de Madrid hubiéramos celebrado conferencias en Valencia, Albacete, Alicante y en otras ciudades con intervenciones de Dolores y de otros dirigentes del partido, si en el mismo Madrid hubiésemos organizado nuevos mítines, las masas habrían estado del lado del Partido Comunista”, escribe en su informe con resignación. De forma ingenua creía que ese entusiasmo popular comunista hubiera bastado para acabar con el golpe de Casado.  

A estas razones hay que sumar, según Stepánov, el problema que originó la primera medida de reacción a la conspiración, la salida de Madrid de los miembros del Buró Político y del aparato del Comité Central. La organización madrileña se quedó aislada del Comité Central y éste se encontró física y materialmente desgajado de las organizaciones del partido, de los trabajadores, de las masas y del Ejército. Mientras, los mejores cuadros militares y de comisarios del partido se concentraron en Elda, al lado del Gobierno, pero alejados de los órganos del partido y de las unidades militares. En suma, el aislamiento de los mandos políticos y militares del Partido Comunista venía en el momento menos oportuno, cuando crecía la trama golpista. 

La primera fecha prevista, 25 de febrero, tuvo que aplazarse. El SIPM, desde Torre de Esteban Hambrán (Toledo), comunicaba dos días después al Cuartel General del Generalísimo que el día 28 se constituiría la Junta organizada por Casado, solicitando el plácet para que inmediatamente Besteiro y el coronel Ruiz Fornells se trasladaran en avión a Burgos para formalizar la rápida capitulación40. Tampoco se ejecutaron los planes previstos. Días después un telegrama del SIPM explicaba las razones del retraso: “Casado continúa dispuesto actuar, pero pretende poner de acuerdo a los partidos y Gobierno. Gobierno intentó destituir Casado y Matallana no acatando éstos orden. Casado salió día dos para Valencia, objeto reunir militares”41. 

El día 3 de marzo, Casado intentó atraerse al jefe de la aviación republicana Ignacio Hidalgo de Cisneros, a pesar de su militancia comunista. En una comida celebrada en los alrededores de Madrid, le habló de la intransigencia de Negrín y de la necesidad de acabar la guerra cuanto antes: “le doy mi palabra –le comentó Casado– de que puedo conseguir de Franco mejores condiciones de las que pueda conseguir Negrín. Incluso puedo asegurarle que respetarán nuestra graduación”. Hidalgo de Cisneros dudaba de que ello fuera posible y Casado le respondió que el representante británico en Madrid, Denys Cowan, habría realizado todos los arreglos necesarios con Franco. El militar comunista le dijo que fuera a decirle eso a Negrín, lo cual, evidentemente, no hizo el coronel, pero que sí haría Hidalgo42 

La reacción del propio Negrín hacia las palabras de Hidalgo de Cisneros como hacia toda la conspiración tampoco fue contundente ni eficaz. No pudo convencer a Casado con la palabra, pero tampoco evitó las intrigas en sus responsables militares. En palabras del comisario comunista y uno de sus más estrechos colaboradores, Jesús Hernández (había sido ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes hasta marzo de 1938), con quien charló el 3 de marzo, Negrín parecía resignado, sin voluntad de resistir. En la entrevista, el presidente le mostraba su desacuerdo con la postura de los responsables militares, en especial de Casado, al que calificaba de traidor. Jesús Hernández le exigió actuar en consecuencia, a lo que le contestó con suma resignación la imposibilidad de hacerlo por lo solo que se encontraba: 

 

Mire, cuando tomé el avión en Francia para venir aquí sabía que tenía 80% de posibilidades de perder la vida. Hoy creo que tengo el 99%, pero con la última posibilidad quiero salir dignamente. He creído en la resistencia en marzo del año pasado. Creo que con nuestros actuales medios podemos resistir unos meses. Pero no quieren. 

Para resistir todo este tiempo necesito hacer toda una porción de cambios fundamentales. Cuando tiendo la mirada no veo gente capaz y entusiasta más que en el Partido Comunista. Y cada nombramiento de los que hago, al recaer en un comunista es una conmoción de todos los partidos y organizaciones, Así, no puedo gobernar43. 

  

En la tarde del 5 de marzo de 1939 se producía el tan esperado golpe de Estado preparado por el coronel Casado. Esa tarde dominical se estaba celebrando Consejo de Ministros, presidido por Negrín, en la Posición Yuste. Al atardecer hicieron un descanso para cenar. Durante la cena, Soley, miembro del Partido Comunista y ayudante de Negrín, llegó con la noticia de que las emisoras de radio de Madrid y Valencia estaban transmitiendo ciertos discursos con ataques frenéticos al Gobierno. Rápidamente varios ministros llamaron a Casado por teléfono, quien les confirmó el golpe y la formación de una Junta de Defensa. Negrín intentó paralizar los planes de Casado hablando telefónicamente con él: “Negrín coge el auricular y pregunta qué pasa con ustedes en Madrid. Respuesta: me he sublevado. Pregunta: ¿contra quién? Respuesta: contra Vd. Negrín: en tal caso, ¡le destituyo del puesto que ocupa! Casado no respondió, sino que simplemente colgó el auricular”44.   

Para la República, la guerra terminaba como había empezado, con un golpe de Estado, aunque la diferencia con el de julio de 1936 era evidente: ahora no se pretendía conquistar el poder para gobernar, sino todo lo contrario, para lograr la mejor rendición posible ante el Ejército de Franco y acabar con un conflicto innecesario para los protagonistas. Con el golpe militar de julio de 1936 tenía en común el motivo esgrimido por los golpistas, el comunismo: la revolución comunista en 1936 y la influencia comunista en el gobierno de Negrín en 1939. Miedo a la revolución comunista. 

Para la gobernabilidad de la República se formó el Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja, jefe supremo del Ejército, cuya misión principal era negociar una paz honrosa con el enemigo. El hombre fuerte del mismo era el coronel Casado, responsable de la Consejería de Defensa. Una nueva paradoja de la guerra: dos hombres que no habían tenido buenas relaciones profesionales durante el desarrollo bélico se unían contra el presidente Negrín, que había evitado el cese de Casado cuando era jefe del Ejército del Centro, solicitado en julio de 1938 por el entonces jefe del Grupo de Ejércitos de la Región Central, general José Miaja, su inmediato superior45. 

 

El ministro Halifax, tras obtener el beneplácito de la diplomacia francesa46, citó el día 16 de febrero al embajador español en Londres para impulsar las negociaciones de paz, lo que causó tremenda inquietud en el gobierno alemán y en el italiano, que iniciaron insistentes presiones ante Franco para evitar el acuerdo con Inglaterra y Francia47. La estrategia española fue preparada minuciosamente en París el día antes durante una reunión de gran trascendencia, que concluyó con el abandono de los tres puntos de Negrín considerados hasta entonces como “irrenunciables”. El día 14 de febrero por la noche, el embajador español en Londres viajó a la capital francesa llamado por el ministro de Estado. La mañana del día siguiente se reunió con su ministro, Julio Álvarez del Vayo, y con el embajador en París. El resultado de estas deliberaciones, según el testimonio de Azcárate, “fue que era inútil y contraproducente seguir manteniendo como condiciones de todo arreglo posible los puntos relativos a la evacuación de extranjeros y al derecho del pueblo español a establecer libremente su propio régimen político, concentrando todo el esfuerzo sobre el punto relativo a represalias, de manera a poder salvar el mayor número posible de vidas”48. El presidente de la República no debía estar muy lejos de la reunión, y desde luego lo que sí estuvo es informado, pues el ministro le puso al corriente al momento. Seguro que Azaña no solo compartía la resolución final, sino que influyó en la misma. La estrategia estaba preparada de cara a la trascendental reunión del día 16 con el ministro británico. 

A las tres y media de la tarde del 16 de febrero, en la sede del Foreign Office, el ministro Halifax recibió al embajador Azcárate. Según éste,  

 

En ella Lord Halifax me preguntó de manera muy concreta y terminante si yo podía darle la seguridad de que el Gobierno español estaría dispuesto a poner término inmediato a la lucha si, bajo reserva de acuerdo sobre su aplicación, las autoridades rebeldes aceptasen una propuesta británica que comprendiera los 3 puntos siguientes: primero, renuncia a represalias políticas, segundo, los responsables de crímenes de derecho común serán juzgados por tribunales ordinarios y tercero, se darán facilidades para salir de España a los elementos más comprometidos49 

 

El embajador le contestó que, en principio, a falta de consulta a sus superiores, podía dar su compromiso de que el gobierno español aceptaría. Azcárate trasladó inmediatamente la propuesta a su ministro y al propio Negrín, quien, no olvidemos, ese mismo día estaba celebrando en el aeródromo de Los Llanos (Albacete) una reunión con todos sus mandos militares, en la que el presidente, en contra de la opinión de casi todos los jefes militares, decidía resistir en una postura firme e intransigente. 

La propuesta fue también enviada inmediatamente a Burgos. Hodgson había recibido instrucciones el día 17 para presentar oficialmente en Burgos la propuesta de rendición republicana bajo las tres condiciones estipuladas. Al día siguiente hacía entrega de una nota a Jordana con la propuesta, en la que recordaba que el gobierno británico actuaba sólo como canal de comunicación, sin tomar posición alguna, para evitar que su gestión fuera interpretada como interferencia en los asuntos internos de España. Como complemento de esa gestión oficial, Hodgson “también dio a conocer verbalmente la disposición de Negrín de rendirse si el general Franco hiciera una declaración en el sentido de que no toleraría represalias políticas o generales, con independencia de las otras dos garantías solicitadas”50. 

El día 19, Azaña escribía al presidente del Consejo de Ministros, Negrín, solicitándole urgencia en aceptar la propuesta británica: “Sírvase V.E. telegrafiarme urgente que respuesta da ese gobierno a proposición Halifax sobre suspensión hostilidades y demás puntos comunicados a V.E. por embajador Londres en telegrama 39 día 16 y confirmados por telegrama ministro Estado día 17 todavía sin contestación. Mi opinión personal favorable aceptación inmediata aconsejo gobierno conteste afirmativamente propuesta británica. Demorar contestación puede tener consecuencias gravísimas”51. 

El 20 de febrero, Azcárate volvió a conversar con lord Halifax, quien le mostró su extrañeza ante el silencio del gobierno español a la propuesta británica. Azcárate, que había vuelto a enviar telegramas oficiales a Negrín y al ministro de Estado exigiendo una respuesta, no sabía qué contestar: “traté de explicarle lo mejor que pude la situación, pero se hacía cada vez más difícil hacerlo acudiendo a obstáculos de orden práctico y material sin contribuir a fortificar la sensación de que el Gobierno vivía en condiciones particularmente precarias y difíciles”. Al día siguiente le llamaron del Foreign Office para saber si había una respuesta. Ante la negativa de Azcárate, su responsable le comunicó que si no llegaba en un plazo de veinticuatro horas se considerarían desligados de todo compromiso. El embajador, de inmediato, dio cuenta de ello al jefe del gobierno español. 

El día 23, con el plazo expirado por falta de respuesta del gobierno español a la propuesta británica, el responsable del Foreign Office le entregó la contestación de Franco, por medio de Jordana, en forma de declaración. Quizá prefería esta fórmula para no dar la impresión de claudicación ante las condiciones recibidas para la rendición. En ella, aparte de referencias retóricas a la generosidad y caballerosidad del Caudillo, se declaraba que los tribunales se limitarían a juzgar a los responsables de crímenes según el procedimiento y las leyes promulgadas antes del 16 de julio de 1936 y que no se toleraría ninguna imposición ni restricción de la soberanía:  

 

La España Nacional ha ganado la guerra y corresponde, por tanto, a los vencidos la rendición sin condiciones. 

El patriotismo, hidalguía y generosidad del Caudillo, de que tantas pruebas ha dado en las regiones que si espada ha ido liberando, así como el espíritu de equidad y justicia que preside todos los actos del Gobierno Nacional, constituyen una firme garantía de comprensión para todos los españoles no criminales.  

Los Tribunales de Justicia, aplicando leyes sustantivas y procesales promulgadas con anterioridad al 16 de julio de 1936, se limitan a juzgar, en el marco de las mismas, a los autores de delitos. 

España no está dispuesta a aceptar mediación alguna ni a tolerar la menor intervención extranjera que pueda rozar su dignidad o menoscabar su soberanía. 

Si prolongando una resistencia criminal los dirigentes rojos siguen sacrificando nuevas vidas y vertiendo más sangre en su exclusivo personal provecho, ya que la conducta del Gobierno Nacional y del Caudillo está exenta de todo espíritu de represalias, agravan considerablemente su responsabilidad y sólo consiguen provocar el aplastamiento militar de esa insana resistencia, con todas sus consecuencias52. 

 

Por primera vez, Franco contestaba a una propuesta mediadora y daba oportunidad para la capitulación de la República. Prácticamente se daba respuesta a las condiciones mínimas exigidas a última hora por Negrín. Aunque no contestaba explícitamente a la propuesta británica, sí ofrecía lo que para muchos representaba una salida digna al gobierno republicano, al ofrecer implícitamente que a todos los que estuvieran involucrados en asesinatos no les afectaría la Ley de Responsabilidades Políticas publicada el 13 de febrero de 1939, mucho más exigente que la legislación previa a la contienda, como se demostraría a partir del primero de abril. Esta nueva ley traspasaba mayoritariamente a la jurisdicción militar la potestad de buscar y juzgar las responsabilidades contraídas a partir del 1 de octubre de 1934 de todas las personas físicas o jurídicas que contribuyeron a crear o agravar “la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España”, figurando un amplio catálogo de motivos para quedar incursos en responsabilidad política.  

El propio embajador Azcárate interpretaba en su memorándum enviado a Negrín que en una lectura simple de la declaración, los responsables de crímenes de derecho común serían juzgados según las leyes y los procedimientos anteriores al estallido de la guerra y los demás podrían vivir en España sin molestia, pero la creación del Tribunal Especial para exigir responsabilidades políticas le generaba muchas dudas, lo que trasmitió al propio Halifax. Este le contestó que estas dudas sólo podrían aclararse una vez que hubieran normalizado sus relaciones con Franco, y que la República había perdido su oportunidad de exigir al no contestar a su propuesta, lo que hizo fracasar la mediación británica. 

La “concesión” de Franco pudo estar motivada por la compensación del favor realizado por Gran Bretaña en la mediación a bordo del Devonshire, que era más importante por lo que significó (calmar a Francia con el alejamiento de los italianos de Menorca) que por los acontecimientos en sí, pues a esas alturas de la guerra la isla balear interesaba muy poco a la estrategia militar del Ejército franquista. Gran Bretaña, deseosa de poner fin cuanto antes al conflicto español y al mismo tiempo salvar la mayor cantidad de vidas posible, se presentó como mediadora en las negociaciones de paz entre el embajador de la República en Londres, Azcárate, y el propio Franco. No puede haber otra explicación posible, pues el entorno no podía ser más favorable al bando franquista. Incluso el propio Azcárate lo reconocía a Negrín en su memorándum, donde explicaba lo difícil de su misión en un país como Gran Bretaña donde el descrédito de la República avanzaba sin freno por tres causas: el rápido avance del ejército rebelde, la marcha del gobierno fuera del país y la permanencia del presidente de la República en el extranjero53 

Además, el Gobierno británico no estaba convencido todavía del alejamiento de italianos y alemanes de Menorca, como prueba la carta de Hodgson al general Espinosa de los Monteros de fecha 13 de febrero en la que tras los bombardeos de la aviación italiana en la isla, pregunta si el general Franco conocía las intenciones italianas pues se había comprometido a impedir tanto los bombardeos como la intervención italiana durante las negociaciones de paz. Pero, lo más importante, la pregunta número tres que realizaba al general: “¿Realmente no se autorizará por parte del Gobierno Nacional que tropas o fuerzas aéreas extranjeras se establezcan en Menorca?”54. Constituye una prueba de que Gran Bretaña no estaba convencida que la operación de Menorca hubiera servido para eliminar definitivamente la influencia italiana y por eso tuvo que apremiar en las negociaciones de paz para acabar cuanto antes con la guerra y con las apetencias de Mussolini. 

Cuando la declaración fue comunicada por el Foreign Office al embajador Azcárate, éste preguntó si esta declaración “debía ser interpretada como compromiso autoridades rebeldes respecto Gobierno británico”. Como el embajador español expone en su nota reservada de 23 de febrero dirigida a Negrín, la respuesta fue afirmativa55, lo que significa el compromiso de Franco con Inglaterra respecto a asumir el contenido de la declaración. También así lo avalaba el periódico londinense The Times del mismo día 27 de febrero, quien no mostraba ninguna duda del compromiso de Franco de sólo juzgar a los incursos en delitos de sangre, de acuerdo al Código Penal de 1936, y de mantener la completa independencia de España56. Para el embajador de Francia en Londres, Inglaterra consideraba la declaración de Franco como una seria garantía. Pero añadía que los ingleses tenían muchas reservas sobre la futura política interior española, pero a cambio una gran confianza en la colaboración económica57. 

El 24 de febrero llegó la contestación de Negrín, por medio del ministro de Estado, en sentido de aceptar la propuesta de Gran Bretaña. Pero ya era demasiado tarde y había vencido el ultimátum británico. Así lo hizo saber el Foreign Office, que ya no se molestó ni en responder a la propuesta de Franco. El día 25 se recibió en Londres la contestación oficial del presidente del Consejo de Ministros, doctor Negrín, a la propuesta británica: “Le reitero aceptación ya comunicada diversos conductos de propuesta Foreign Office sobre suspensión hostilidades. Sin duda se interceptan algunos telegramas”58. 

El 27 de febrero de 1939, el gobierno británico y el francés anunciaron oficialmente su reconocimiento del gobierno de Franco como único gobierno legítimo de España. La diplomacia inglesa se había asegurado, con anterioridad, la cuestión política que más le interesaba: la integridad del territorio español y de su soberanía nacional. En Francia, también la diplomacia reconocía los sinceros compromisos de Franco sobre la soberanía española. Dos días antes del anuncio oficial, los responsables de exteriores de Francia y del gobierno franquista, Bérard y Jordana, firmaban en Burgos el acuerdo para establecer relaciones de buenos vecinos entre Francia y España y de colaboración entre los dos países en Marruecos59. El gobierno francés obtenía una promesa de neutralidad española, mientras que a cambio el franquismo era reconocido por Francia como gobierno legítimo de España. En el acuerdo se contemplaba, entre otras cuestiones, la ayuda del país galo a los refugiados españoles y la devolución de bienes muebles e inmuebles y de capitales expropiados o inmovilizados durante la guerra a los residentes franceses, 2.300 en total, que suponían una buena cantidad económica: un billón y medio de francos60. 

El mismo día del anuncio del reconocimiento oficial de franceses e ingleses, a las 19,45 horas, Negrín envió un telegrama directamente a Azcárate, lamentando lo sucedido, a lo que no encontraba explicación: “Conversado extensamente Ministro Estado. Ni telegrama V.E. ni Ministro Estado sobre proposición británica llegaron mi poder. Averiguo causa aquí”61. ¿Tampoco le llegó la carta manuscrita de Manuel Azaña? Pero lo más inverosímil era que, al conocer ya el reconocimiento inglés y que las propuestas negociadoras no habían fructificado por su exclusiva responsabilidad, quiso trasladar unas condiciones exigentes para la rendición, cuando la tuvo en sus manos días antes. En el mismo telegrama decía: 

 

Ratifico disposición Gobierno poner fin lucha si se obtiene garantía auténtica no habrá represalias y seguridad evacuación 10 a 20 mil personas. Caso contrario no nos queda otra alternativa que luchar. Represalias Cataluña adquieren volumen monstruoso según declaración evadido. Más de mil soldados y civiles pasado en un solo día lado Franco desde Francia fueron ejecutados con ametralladoras. Divulgue V.E. medios amigos esta represión salvaje que nos obliga a obtener garantía o proseguir en resistencia. NEGRIN. 

 

La postura firme de resistencia de Negrín, en contra de lo mantenido por parte de la historiografía, no era tan auténtica como parecía, como muestran los diversos intentos de negociación realizados durante 1938 y la aceptación de la propuesta británica personalmente el día 25 de febrero (un día antes la había realizado a través del ministro de Estado) como la documentación que circuló esos días por las valijas diplomáticas. Ni tan inflexible por presión de los comunistas. Más bien se trataba de una posición estratégica ante las negociaciones de paz. El 15 de febrero de 1939, el ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo dirigió un telegrama al presidente del Consejo de Ministros desde París: “Después hablar extensamente con nuestro Embajador Londres considero elemento máxima importancia gestiones cerca Gobierno británico mantener firme impresión posibilidad resistencia zona Centro-Sur. Empeño Gobierno británico presionar autoridades rebeldes para arreglo permita término próximo lucha será tanto mayor cuanto mayor temor podamos infundirle prolongación indefinida lucha”. En el mismo sentido, cuatro días después el embajador de España en Londres dirigía un telegrama al embajador de España en Washington para informarle de las negociaciones, diciéndole textualmente: “Sigue siendo esencial mantener máxima firmeza impresión posibilidad decisión resistencia”62.  

 

BIBLIOGRAFÍA 

 

ALÍA MIRANDA, Francisco, La agonía de la República. El final de la Guerra Civil española (1938-1939), Barcelona, Crítica, 2015. 

 

Los aeródromos de Ciudad Real

Reproducción digital 3D aeródromo de Saceruela

PARA SABER MÁS:

 

  1. LOS COMIENZOS DE LA AERONAUTICA EN CIUDAD REAL

Para entender la localización de algunos de los aeródromos de la Guerra civil es indispensable conocer cómo llegó la aeronáutica a nuestra provincia, así será más sencillo comprender ciertos “porqués”. Algunos tendrán la equivocada idea de que la aeronáutica no llegó a la provincia de Ciudad Real hasta la puesta en marcha en diciembre de 2008 del conocido Aeropuerto Central Ciudad Real. Nada más lejos de la realidad, pues los primeros datos de la presencia de la aviación se remontan más de 100 años, concretamente a 1912. En este año el piloto francés Lacombe fue protagonista en una “Fiesta de la aviación” celebrada en la capital, coincidiendo con las fiestas locales del mes de agosto. Estas “fiestas de la aviación” eran eventos muy de moda en la segunda década del siglo pasado, protagonizadas siempre por esos “aventureros” que competían en aquellos momentos por lograr las gestas más increíbles en lo que más les apasionaba, volar.

Al año siguiente (1913) varios pueblos de la provincia fueron testigos de excepción de una efeméride de primera magnitud en la aviación española, ya que Henry Tixier lograría realizar el vuelo Sevilla-Madrid con escala en Ciudad Real, siendo el primer piloto que intentaba cubrir esa larga distancia en nuestra nación, ¡lo que han cambiado los tiempos! El vuelo no estuvo falto de vicisitudes, ya que tras despegar el 21 de abril del aeródromo sevillano de Tablada debió tomar tierra a causa de las condiciones climatológicas a los 65 minutos en Córdoba; el 23 reanudó de nuevo su viaje pero a los 20 minutos y debido al temporal tomó tierra en el municipio de Fuencaliente, ya en nuestra provincia, despegó en cuanto le fue posible y llegó a la localidad de Almodóvar del Campo; el 25 parte desde allí y aterriza a los 25 minutos en la Granja Campo (Granja Agrícola) de la capital ciudadrealeña. Al día siguiente partió a las 7:20 horas y llegó a Cuatro Vientos (Madrid) a las 9:30 horas, donde fue recibido por el capitán Kindelán y otros profesores de la Escuela Militar de Pilotos.

Las visitas de estos aventureros del aire fueron sucediéndose durante los años siguientes y la presencia de las máquinas voladoras por una u otra razón se hicieron habituales en nuestra provincia. Hay que destacar por su notable importancia el vuelo realizado por dos patrullas compuestas por tres aviones Farman y tres Lhoner, haciendo el recorrido Madrid-Los Alcázares, con una parada en Alcázar de San Juan en 1915; reseñable fue el aterrizaje del globo Neptuno, dirigido por oficiales de Aeronáutica Militar, que procedente de Madrid arribó en las cercanías de Daimiel en julio de 1916; o el paso por la capital del aeroplano de ABC y Blanco y Negro, reportaje que se publicó con abundante material gráfico en el año 1919.

Durante los siguientes años la incipiente aeronáutica continuó con sus avances y en la región se sucedieron las actividades relacionadas con ella tal como reflejan publicaciones de la época, no sólo con actos festivos, si no con otras más institucionales como fue la recaudación (motivado por el desastre de Annual en 1921) por suscripción popular para la adquisición del avión de nombre Ciudad Real, el cual se entregaría a la aviación del Ejército de África que actuaba en Marruecos. Historia entrañable que Mariano J. García-Consuegra nos relata en su documentada obra Los aviones del pueblo: El aeroplano Ciudad Real, publicada por la Diputación de Ciudad Real (BAM, 2015); pero también luctuosos, como los accidentes ocurridos en Valdepeñas el 4 de noviembre de 1920, en el que se destrozó el biplano pilotado por Juan Muñoz y en Ciudad Real el 13 de septiembre de ese mismo año por un biplano pilotado por el capitán Frutos. En ambos percances los pilotos salieron milagrosamente ilesos; peor suerte corrió el joven oficial piloto Miguel de los Santos, falleciendo en un accidente ocurrido al estrellarse su avión junto al apeadero de Herrera (Ciudad Real) en el mes de julio de 1924.

Los años 20 y 30 representaron una particular “competitividad” de algunas poblaciones de la provincia para lograr la presencia permanente de aviones en sus municipios, tal es el caso de Daimiel, Ciudad Real o Argamasilla de Alba, o el proyecto para la instalación de una base de hidroaviones en las Lagunas de Ruidera. El significado de modernidad y progreso que representaba el avance tecnológico de la aeronáutica no pasaba desapercibido para las poblaciones de esta provincia de interior, que luchaba por no verse apeada de esa “nueva era”.

En agosto de 1931 se lleva a cabo en la capital un gran festival aéreo, organizado por la “Peña de artistas” junto con el Real Aero Club Popular de Madrid. En esta ocasión el atractivo no dependía ya de ver volar a “otros”, sino de la participación ciudadana, al permitir que cualquier persona (previo abono del pasaje), pudiera desplazarse a cualquier localidad próxima, estableciendo tarifas distintas para cada destino (Fernancaballero 25 pesetas; Malagón 30; Carrión de Calatrava 20; Torralba de Calatrava 25; Daimiel 35; Manzanares 45; Almagro 25; Valdepeñas 50 y Piedrabuena 35). Para la celebración del festival se habilitó un terreno en el paraje “El Campillo”, cercano al barrio denominado de las “Casas Baratas”. La participación fue un éxito que contó con un nutrido grupo de participantes.

Antes de iniciarse la Guerra Civil, existían en la provincia cuatro aeródromos: Santa Cruz de Mudela, Daimiel, Argamasilla de Alba y Ciudad Real. Los tres primeros de uso militar y el último de uso civil. Santa Cruz de Mudela y Daimiel con la funcionalidad de emergencia para el trayecto Madrid-Sevilla; y Argamasilla de Alba de socorro en el trayecto Madrid-Los Alcázares. En 1934 debemos destacar la llegada del ilustre Juan de la Cierva a Daimiel con su autogiro; así como Ramón Torres con su aparato Potez 34 en una escala del famoso viaje Madrid-Níger, en ese mismo aeródromo.

Estos son algunos de los datos más destacados del comienzo de la aventura aérea en Ciudad Real y este es el contexto que encontraron los que una vez comenzada la contienda tuvieron la necesidad táctica de crear una red de campos de aviación que surgieron de la nada.

 

  1. COMIENZA LA GUERRA

¿Por qué, cómo, cuándo, dónde? Responder a estas preguntas nos ocupará las siguientes páginas, leedlas con atención pues os servirán para comprender lo que os parecerá incomprensible cuando visitéis los campos de aviación, cuando os preguntéis ¿por qué aquí? ¿por qué dos juntos? ¿por qué tantos? ¿cómo lo hicieron? Todos los interrogantes que os planteéis son buenos, querrá decir que disfrutáis de la visita. Entremos en materia, hagamos un viaje a 1936.

Ciudad Real y su provincia era una zona desmilitarizada. Ya desde 1931 no tenía ninguna guarnición militar al ser disuelto el Batallón de Cazadores de Barbastro el 30 de junio de ese mismo año. La única presencia castrense la componían el Centro de Movilización y Reserva número 2 y la Caja de Reclutas número 4, a lo que había que añadir las fuerzas de Orden Público: una compañía de Guardias de Asalto y personal de la comandancia de la Guardia civil (distribuido en cinco compañías territoriales: Ciudad Real, Puertollano, Daimiel, Valdepeñas y Alcázar de San Juan).

El 17 de julio de 1936 comienza la insurrección militar, tras varios enfrentamientos entre ciudadanos de diferente índole, el gobernador civil, Germán Vidal Barreiro, consigue que la provincia se mantenga bajo el control del gobierno. Idéntica o diferente suerte corre el resto de España y tras una semana de enfrentamientos la división territorial de ambos bandos es patente, dando comienzo la contienda más fratricida que ha conocido este país.

Ciudad Real podría haber jugado un importante papel en la estrategia inicial del avance de las tropas de Franco hacia Madrid, pero la decisión de este de avanzar por tierras de Extremadura en lugar de usar la ruta tradicional a través de Despeñaperros y La Mancha evitó que la provincia se viera sumida en combates ante ese hipotético avance y pasó a formar parte desde entonces de las denominadas “provincias de retaguardia”. Las razones que llevaron al Ejército del Sur a utilizar la ruta de Mérida (Badajoz) y no la de Despeñaperros fueron evidentes: la dificultad orográfica que tenía Despeñaperros no existía en las llanuras de Sevilla y Badajoz, tan sólo tenemos que recordar la experiencia napoleónica en Bailén, por lo que un ejército bien organizado podría fracasar en los desfiladeros de Sierra Morena, siendo más factible y rápido un avance a través de la Ruta de la Plata; además estaba la protección del flanco izquierdo que la frontera portuguesa ofrecía, pues el apoyo del mandatario portugués, Salazar, a los sublevados era notorio; y por último, estaba la posibilidad de unir los ejércitos del Norte y del Sur antes de atacar Madrid, cuestión que se hizo realidad un tiempo más tarde en la provincia de Ávila, a través del Puerto del Pico.

A partir de este momento sólo quedaba en juego la riqueza de las minas de mercurio de Almadén, muy codiciadas para las necesidades bélicas de la época, así como la idea de los sublevados de liberar a los aislados en el santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaén) y que fueron un motivo importante para el enfrentamiento de ambas fuerzas en el límite con la provincia cordobesa durante la guerra. Es necesario que reseñemos estas cuestiones, porque son las que motivaron el protagonismo de la actividad bélica aérea en la provincia de Ciudad Real.

Los cielos de la provincia fueron inicialmente testigos mudos de los reiterados vuelos de bombarderos gubernamentales hacia Sevilla, con objeto de mermar las tropas que se concentraban en esa ciudad. Más tarde y con el avance de las fuerzas franquistas hacia Mérida (Badajoz), vio cómo se aproximaba el frente por el oeste de la provincia, siendo la cercana ciudad de Don Benito (Badajoz) base de las unidades de cazas Nieuport 52 y bombarderos Breguet XIX, para intentar atajar el rápido avance nacionalista por el denominado “Frente de Extremadura”. Mientras, en el antiguo campo de Santa Cruz de Mudela, se iniciaban las primeras operaciones de bombardeo con el material francés recién recibido, los Potez 54, y más tarde con los bombarderos soviéticos Tupolev SB-2 “Katiuska”, en un intento de someter a la presión de los bombardeos aéreos las ciudades del sur (Sevilla, Córdoba y Granada).

 

  1. DISTRIBUCIÓN DE LOS AERÓDROMOS EN LA PROVINCIA, EL PORQUÉ Y EL DÓNDE

La aviación republicana mantuvo inicialmente la organización de anteguerra, es decir las Escuadras Aéreas, cambiando únicamente la ubicación de la 2ª de Sevilla (en manos de los alzados) por Los Alcázares (Murcia), agrupando en torno a estas escuadras las distintas unidades del Servicio de Instrucción y Aeronáutica Naval junto con los aviones de LAPE (Líneas Aéreas Postales Españolas). Fue tras la creación del Ministerio de Marina (septiembre de 1936) cuando se fusionaron la Aviación Naval y Militar, quedando ambas bajo su mando y procediéndose a la creación de las Regiones Aéreas, constituyéndose las tres primeras por simple conversión de las escuadras existentes.

La provincia de Ciudad Real permaneció adscrita a la 1ª Región Aérea hasta el 16 de mayo de 1937, fecha en la que se crea la Fuerza Aérea Republicana y se constituye el Ministerio de Defensa Nacional. Entonces pasa a formar parte de la nueva 5ª Región Aérea, estando la Jefatura Administrativa en Valdepeñas, aunque el Grupo Operativo estuvo en La Garganta y finalmente en Santa Cruz de Mudela (llamada en clave posición Ciudad Real). Esta Región Aérea comprendía las provincias de Badajoz, Córdoba, Toledo (zona SW) y Ciudad Real (llamada durante esa etapa Ciudad Leal o Ciudad Libre), con exclusión en esta última de los aeródromos de Argamasilla de Alba y Tomelloso, pertenecientes a la 7ª Región Aérea por necesidades estratégicas. La nueva creación de esta Región Aérea venía propiciada por la necesidad de dar apoyo aéreo al Ejército de Extremadura en las operaciones militares. Se encontraba estructurada en cuatro sectores cuyas cabeceras eran Cabeza del Buey (Badajoz), Almodóvar del Campo (Ciudad Real), Ciudad Real y Navahermosa (Toledo). Los aeródromos que formaron estos sectores se construyeron casi todos entre septiembre de 1936 y marzo de 1937.

Los campos existentes en la provincia representaron la columna vertebral de la 5ª Región Aérea, ya que además de la dirección administrativa y el grupo operativo, que permanecieron durante toda la guerra dentro de ella, la actividad de las unidades acantonadas en los campos tuvo especial relevancia en los frentes en los que intervinieron.

Vamos por tanto a hablar de esta 5ª Región Aérea y de su estructura, de la disposición que mantuvo desde mayo de 1937 hasta diciembre de 1938, a partir de esta fecha y motivado por las rectificaciones en el teatro de operaciones de Extremadura, se fueron modificando dichos sectores y se realizaron cambios en la denominación en clave de los mencionados campos. En el siguiente cuadro podemos ver la totalidad de los aeródromos pertenecientes a esta región aérea, en esta relación se hace constar de igual forma los inventariados por el Servicio de Información Militar franquista, reflejando la numeración que se les asignaban, de esta forma observaremos que algunos campos reseñados por ellos  o eran en realidad inexistentes o habían sido capturados en los primeros días de la guerra o bien, la información con la que contaba el ejército sublevado no era fiable (la aviación nacional poseía habitualmente una muy buena información proporcionada por el Servicio de Información y Reconocimiento Aéreo, como demuestra el mapa de campos republicanos confeccionado por la Aviazione Legionaria y la Legión Cóndor). Además, se indica el nombre del campo, la provincia a la que pertenece, el sector en el que está incluido (S), el número adjudicado por los nacionales (Nº.N.), el número asignado por el gobierno republicano a partir de diciembre de 1938 (Nº.R.) y el número asignado desde mayo de 1937 (Nº R.A.).

 

NOMBRE PROVINCIA S Nº N Nº R Nº R A
Cabeza del Buey S BADAJOZ 1 8071   511
Herrera del Duque BADAJOZ 1   BZ-3 512
Castuera S-Benquerencia BADAJOZ 1 8321   513
Saceruela CIUDAD REAL 1 7821 BZ-7 514
Talarrubias BADAJOZ 1   BZ-8 515
Castuera Norte BADAJOZ 1     516
Cabeza del Buey Norte BADAJOZ 1 8071 BZ-5 517
Zújar CÓRDOBA 1   BZ-4 518
Almodóvar del Campo CIUDAD REAL 2 8101 BX-4 521
La Garganta-Conquista CIUDAD REAL 2 8601 BX-3 522
Santa Eufemia CÓRDOBA 1 8331 BZ-2 523
Sisones-Fuencaliente CIUDAD REAL 1 8602 BX-2 524
Hinojosa del Duque CÓRDOBA 1   BZ-1 525
Pozoblanco CÓRDOBA 2   BX-6 526
Ciudad Real W CIUDAD REAL 3 7841 BX-5 531
Valdepeñas CIUDAD REAL 3 8121 BT-5 532
Santa Cruz de Mudela S CIUDAD REAL 3 8384 BT-4 533
Daimiel CIUDAD REAL 3 7601 BT-3 534
Santa Cruz de Mudela N CIUDAD REAL 3 8383 BT-2 535
Almuradiel S CIUDAD REAL 3 8382 BT-9 536
Almuradiel N CIUDAD REAL 3 8381 BT-1 537
Alcázar de Cervantes CIUDAD REAL 3 7132 BT-8 538
Navahermosa TOLEDO 4 6841 BS-5 541
LA TOLEDANA CIUDAD REAL 4 7351 BS-4 542
El Molinillo-Retuerta CIUDAD REAL 4 7101 BS-3 543
Los Navalmorales TOLEDO 4 6551 BS-2 544
Belvís de la Jara TOLEDO 4 6541   545
Horcajo de los Montes CIUDAD REAL 4 7341 BS-1 546
Valdelagata CIUDAD REAL 4 7102 BS-6 547
Granátula de Calatrava CIUDAD REAL 3 8111 BT-6  
Almagro CIUDAD REAL 3   BT-7  
Abenójar CIUDAD REAL 2   BX-1  
Luciana CIUDAD REAL 1         BZ-6  
Almadén-Chillón CIUDAD REAL   8071    
Ciudad Real NW CIUDAD REAL   7841    
Manzanares CIUDAD REAL   7861    
Piedrabuena CIUDAD REAL   7551    
Viso del Marqués CIUDAD REAL   8371    
Polán TOLEDO   6571    
Campanario BADAJOZ 1 7791    
Don Benito BADAJOZ 1      
Medellín BADAJOZ        
San Pablo de los Montes TOLEDO        
Torralba CIUDAD REAL 4      

 

La información más fidedigna sobre el inventario de aeródromos de campaña republicanos y la utilización de estos es la generada por la propia Fuerza Aérea Republicana, ya que podemos verificarla no solo por el listado de aeródromos, sino por cotejo de las Órdenes de Operaciones de la Fuerza Aérea, Cuadernos de vuelo, documentación existente en los expedientes de los pilotos, y los distintos testimonios de militares y civiles que de una u otra forma estuvieron en contacto con la actividad de los campos.

Desde mayo de 1937 a diciembre de 1938, la 5ª Región Aérea contaba con 29 campos de aviación operativos (¡Sí, 29!); cifra que se mantuvo hasta el final de la guerra, pero con algún cambio sobre los aeródromos que la formaban. Pues tal como ya contamos, las necesidades del frente extremeño propiciaron el proyecto de construcción de cuatro nuevos campos: Almagro, Abenójar, Granátula de Calatrava y Luciana. De estos, se verificó el funcionamiento de los tres últimos. Simultáneamente dejan de prestar servicio en esta última etapa los de Cabeza del Buey S, Castuera N, Castuera S, Belvís de la Jara y Torralba. Los cuatro primeros a causa del avance nacionalista durante el verano de 1938 en la ofensiva para el cierre de la “Bolsa de Mérida” y sobre el último sólo hemos encontrado una anotación a mano en un listado de los campos, no pudiendo encontrar ninguna referencia más.

 

  1. POR QUÉ LA 5ª REGIÓN AÉREA FUE TAN IMPORTANTE

La respuesta la encontramos en lo que se denominó Frente de Extremadura, pues tal como hemos dicho, el objetivo prioritario de las fuerzas aéreas que componían la 5ª Región Aérea era dar “apoyo y cobertura” en todas las necesidades operacionales al Ejército Republicano en el teatro de operaciones de Extremadura. Este frente, denominado por algunos como uno de “los frentes olvidados”, es sin lugar a duda un enclave con una repercusión importante y en el que el Ejército Popular, con unas fuerzas en algunos momentos escasas, cosechó excelentes resultados, pues mantuvo bloqueado, desde marzo de 1937 hasta el final de la guerra, al Ejército del Sur del general Queipo de Llano. En este frente, el Ejército Republicano llevó a cabo alguna de las contraofensivas mejor planteadas estratégicamente de la Guerra Civil y obtuvo unos resultados indiscutibles, especialmente rentabilizados por el gobierno, al mantener alejado de la comarca de Almadén y Puertollano a los ejércitos del general Franco, evitando el aprovechamiento inmediato de los recursos naturales existentes en dichas comarcas mineras.

A pesar de ser el extremeño un escenario bélico denominado por algunos historiadores “la cenicienta de los frentes”, en los últimos años distintos autores como Manuel Vacas Dueñas (2020) han destacado su importancia, y nos confirma al mismo tiempo el valor que para la estabilización del mismo tuvieron las fuerzas aéreas presentes en la provincia de Ciudad Real, desde donde desarrollaron numerosas misiones durante las ofensivas y contraofensivas.

 

  1. TOMELLOSO Y ARGAMASILLA DE ALBA, LA NECESIDAD ESTRATÉGICA DE LA 7ª REGIÓN AÉREA

 

No podemos olvidarnos de estos campos, pues tal como veremos fueron de vital importancia para la Fuerza Aérea Republicana. Recordando lo que hemos dicho anteriormente, la organización de la Fuerza Aérea, antes de iniciarse la sublevación, era la de Regiones Aéreas: 1ª Región Aérea con sede en Madrid, 2ª con sede en Los Alcázares (Murcia) y la 3ª con sede en Barcelona. En el comienzo de la contienda la 1ª Región Aérea atendió las necesidades de los frentes del Centro y Tajo y suministró aviones a la 3ª Región Aérea en apoyo de los combates en el frente de Aragón, mientras que la 2ª atendió los teatros de operaciones de Andalucía y Teruel.

Recordemos de nuevo que, en enero de 1937, se alteró esta organización y por tanto la distribución de esfuerzos, fue una orden publicada en la Gaceta de la República núm. 18, la que desgajaba de la 2ª Región Aérea una zona autónoma, integrada por las tres provincias de la Región Valenciana, donde residía el gobierno de la República al trasladarse desde Madrid en el mes de noviembre de 1936. Esta zona pasó a depender administrativamente de la 1ª Región Aérea y tuvo su sede en Valencia. Un tiempo después se creó otra zona autónoma con las provincias de Badajoz, Córdoba y la mayor parte de Ciudad Real, con cabecera en Valdepeñas y encargada de dar apoyo a las tropas que combatían en los frentes extremeño y cordobés. En esta segregación es en la que Argamasilla de Alba y Tomelloso, a causa de la lejanía de los frentes que debía de atender la zona de Valdepeñas, pasaron a depender de la 1ª Región Aérea.

Cuando en mayo se articuló el frente de combate en seis teatros de operaciones (Ejércitos del Este, de Teruel, del Centro, Sur, Norte y Agrupación Autónoma de Extremadura), a cada uno de ellos se le asignó una Región Aérea, que surgieron de las tres iniciales, de las zonas de Valencia y Extremadura y del sector cantábrico que recibió el nombre de 6ª Región Aérea.

En cuanto a la organización de la zona del interior se creó la 7ª Región Aérea, con sede en Albacete y formada por la mitad norte de esta provincia, la zona suroeste de la provincia de Cuenca y la noreste de la de Valencia. De esta forma esta Región agrupaba los aeródromos de la zona al norte de la línea El Ballestero, Pozuelo, Pozo Cañada, Montealegre y Almansa, de la provincia de Albacete; así como los campos de Argamasilla de Alba y Tomelloso, en la provincia de Ciudad Real; San Clemente, Sisante y Villanueva de la Jara, en la de Cuenca y Camporrobles, Utiel y Requena en la de Valencia. Esta Región Aérea nace por tanto con la idea de aglutinar las unidades de bombardeo de gran radio de acción, compuestas principalmente por bombarderos Tupolev SB-2 “Katiuska” y de cooperación o bombardeo ligero Polikarpov RZ “Natacha”, situadas de forma estratégica casi en el centro de los distintos frentes de combate.

Las unidades que operaban desde Tomelloso y Argamasilla de Alba realizaron numerosas misiones de bombardeo en los diferentes frentes de acción, no ciñéndose a uno en particular como ocurrió con los cazas, sino ejerciendo las actividades de bombardeo de largo alcance, para las cuales se había creado la 7ª Región Aérea.

La Guerra Civil española representó un salto en las estrategias militares de la primera mitad del siglo XX, podemos decir que estamos ante la primera de las “guerras modernas”, en las que el medio aéreo se convirtió en un espacio esencial para el desarrollo de las batallas y la culminación en victoria o derrota de las guerras venideras.

 

  1. EL CÓMO Y EL PARA QUÉ

            La política de construcción de estos aeródromos se fijaba, como hemos dicho, para apoyar al Ejército de Extremadura y de acuerdo con el plan estratégico de construcción de campos, donde se preveía la edificación de aeródromos cercanos a los frentes para la actuación de los cazas y con algunos campos alternativos para facilitar los aterrizajes de aviones que regresaran con daños o faltos de combustibles. Era también una realidad la no concentración de varias unidades en un mismo campo, para evitar los riesgos de destrucción de aparatos por bombardeos, ante la carencia de protección antiaérea.

Por el tipo de instalaciones y su uso por unidades, los campos se clasificaron como permanentes, semipermanentes, eventuales y de socorro[1], existiendo también una serie de campos falsos o de señuelo. Además de planificar la plantilla necesaria en cada uno de ellos, también se fijaron las instalaciones mínimas, encontrándonos desde una simple caseta para los de socorro, hasta cuerpo de guardia, dormitorios y estancias para las tropas, así como cocinas, comedores, cuartos de aseo, almacenes, aljibes, refugios y polvorines para los campos definidos como permanentes.

Al iniciarse la construcción de un campo, se clasificaba “eventual” hasta que el Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas no ordenara su cambio, ejecutando las obras necesarias en caso de variar su clasificación. Lógicamente, debido a las exigencias del conflicto existieron aeródromos utilizados que pasarían de Eventuales o Semipermanentes a Permanentes y a la inversa, del mismo modo que algunos campos aún no finalizados fueron utilizados por las unidades republicanas.

Verdaderamente, el estudio de muchos de los aeródromos militares republicanos presenta numerosas dificultades debido a la carencia y la dispersión documental, sobre todo con respecto a informaciones que podrían arrojar más luz, en cuestiones como las expropiaciones forzosas de terrenos, planificación de las obras, materiales empleados, etc.  Pero para intentar cubrir estos déficit y por averiguar de una manera aproximativa cómo se crearon de manera genérica los campos empleados por las Fuerzas Aéreas Republicanas, se toma como base un artículo publicado por el Ministerio de Defensa Nacional Republicano en 1938, firmado por S. Ivánov y titulado Aeródromos de campaña, texto que pese a tener cierto cariz panfletario, exaltando propagandísticamente la eficiencia de los aeródromos de primera línea del frente, nos facilita por lo menos información relativa a cuáles eran los métodos  -siempre en teoría y sobre el papel- de construcción de los mismos. Por otra parte, el artículo también hace hincapié en una cierta influencia soviética en la planificación de los campos. Muy probablemente y del mismo modo que los soviéticos facilitaron aparatos, pilotos, personal, etc., los asesores también proporcionarían, además de las tácticas de combate, los modelos y estrategias vinculadas a las bases, desde donde habían de actuar las unidades de la aviación republicana.

Ivanov menciona que el plazo para la construcción de un aeródromo de campaña debería ser de unos 20 a 25 días, utilizando para ello unos 100 trabajadores, una pequeña cantidad de camiones, dos o tres máquinas apisonadoras y otros enseres indispensables. Evidentemente, la mayor parte de estas premisas no solían cumplirse en todos los casos y encontramos que muchos de los campos superaron con creces los 25 días para completarse, sobre todo sí habían de habilitarse no sólo las pistas de aterrizaje, sino también otras construcciones como caminos de acceso, refugios, etc.

Según el autor, el Estado Mayor Central de Aviación fijaría el orden de los trabajos a realizar y los lugares donde deberían construirse los aeródromos. Primeramente, un grupo de oficiales de Estado Mayor y el ingeniero jefe elige sobre una carta de gran escala los lugares aptos para convertirse en futuros aeródromos. Empieza a elegir estos terrenos desde unos 10 o 15 km aproximadamente, de la línea del frente y continua en una faja de 100 a 120 km de profundidad. Después de marcar en el mapa el emplazamiento de los futuros aeródromos se nombran grupos de reconocimiento, de los que forman parte un representante del mando aéreo y un ingeniero. Cada grupo queda encargado de un cierto número de emplazamientos. Después de fijar el orden en que se visitarán los terrenos, el grupo se dirige en automóvil al lugar para reconocerlo. Al llegar al presunto emplazamiento se constata si es posible construir allí un aeródromo de campaña y de los tipos de aviones para los que puede emplearse.

Seguidamente y tras el primer reconocimiento, si este se consideraba adecuado y satisfacía a los responsables, se interesaban por las siguientes cuestiones: si existían sitios habitados en un radio de 3 a 10 km, lógicamente para el alojamiento del personal de tropa y de las escuadrillas; si había líneas telefónicas o telegráficas, para estar en contacto con el campo de cabecera o con el Estado Mayor; las poblaciones próximas donde hubiera talleres, fábricas, garajes para la reparación y el mantenimiento de aviones; también se daba relevancia a la existencia de agua potable, las posibles vías de comunicación, la distancia hasta la localidad más importante y, finalmente, los accesos al aeródromo.

Después de la elección del lugar y su aprobación, se preparaba un plan de trabajo para la futura instalación, realizando una planificación que podríamos hacer extensiva ya no tan solo a los aeródromos de campaña, sino también válida para el resto de los terrenos de vuelo republicanos, desarrollando cronológicamente los siguientes trabajos:

1.- Preparación del campo de aterrizaje, nivelando y apisonando el campo, y retirando al paso las piedras de las pistas de aterrizaje.

2.- Construcción de un refugio para el puesto de mando del aeródromo, protegiendo a los mandos y al resto de personal del mismo. El refugio normalmente estaba hecho con hormigón y cemento, tenía cabida para unas 120 personas, normalmente la construcción era en mina, aunque en algunas ocasiones se aprovecharon los desniveles del terreno para su ubicación.

3.- Determinación del emplazamiento de los aparatos y preparación de refugios para el personal, que eran unas pequeñas y estrechas trincheras de hasta dos metros de profundidad para protegerse de la metralla y los ametrallamientos. En algunos casos, sobre todo en los aeródromos que albergaron los Tupolev SB-2 “Katiuskas” se realizaron pequeñas plataformas de cemento para aparcar en ellas a los aviones y evitar su hundimiento en época de lluvias.

4.- Elección del lugar para guardar municiones (cartuchos y bombas), carburantes (gasolina y aceites pesados) e instalación de estos depósitos. Los polvorines y depósitos de combustible se construían en las afueras del campo y normalmente, a falta de mejor cobijo, se depositaban en trincheras en diferentes lugares y alejadas unas de otras.

5.- Enmascaramiento, recomendándose la ubicación de los aviones bajo los árboles, suficientemente alejados unos de otros y camuflando las construcciones del campo.

6.- Situación de los talleres de reparación a una distancia de 2 o 3 km del aeródromo convenientemente camuflados, aunque no todos los campos tuvieron estos servicios.

7.- Los caminos de acceso al aeródromo por tierra y aire eran preparados para permitir la llegada desde las carreteras generales o locales, así como despejadas las entradas desde el aire de obstáculos que puedan dificultar el despegue o aterrizaje.

8.- Alumbrado del campo de aterrizaje si el aeródromo se dedica a la utilización nocturna. Este caso fue usado en muy contadas ocasiones. Aunque se empleaban normalmente focos de automóviles, algún reflector e incluso hogueras en lugar de instalaciones de iluminación eléctrica.

9.- Situación de los hombres durante el descanso. Para asegurar su descanso, estaba recomendado que este se realizara fuera del recinto del mismo, en un sitio habitado y pequeño y a no más de 25 km del aeródromo para garantizar el descanso de pilotos y el resto de personal.

10.- La defensa antiaérea del aeródromo, que normalmente consistía en una patrulla de aparatos de caza y la defensa pasiva, consistente en la dispersión y camuflaje de los aviones. En la casi totalidad de los aeródromos de campaña republicanos no hubo nunca defensas antiaéreas.

11.- El servicio de observación y señalamiento, que permitía avisar de las incursiones con cierta anticipación. Este puesto debía de estar ubicado en un sitio alto y conectado telefónicamente con el puesto de mando del campo, en caso de ser posible.

Las diferencias entre el artículo de Ivánov y la realidad de los aeródromos de campaña republicanos no eran muy notables, aunque no todos cumplían estos requisitos. Si bien se realizaron los planes de adecuación de los campos según su clasificación, como lo atestigua el informe enviado por la 5ª Sección (infraestructuras) sobre el “Programa mínimo de necesidades para las diferentes clases de aeródromos”, donde se fijaron los mínimos que deben de reunir en cuanto a personal fijo e instalaciones por cada tipo de campo, dándose prioridades y requerimientos para los planes de obras de adecuación en los mismos.

A modo de ejemplo indicar que las instalaciones necesarias para un aeródromo permanente eran las siguientes: dormitorio para dos oficiales, cuartos de aseo para oficiales y sargentos, botiquín, dormitorio de tropa para 80 hombres, dormitorio para cuatro sargentos, comedor para 120 plazas, cocina para 120 plazas, despensa, cantina, dos habitaciones de 12 m2 para oficiales para puesto de mando y oficinas, dos habitaciones de 10 m2 para central telegráfica y telefónica, cuarto de estar de personal volante de unos 35 m2, comedor de personal volante de unos 35 m2, cobertizo para 6 coches y 6 camiones, almacén de unos 30 m2, cuarto de aseo y duchas para tropa, algibe enterrado de unos 12 m3, depósito elevado de unos 400 litros con bomba elevadora de mano, refugio a prueba de bombas de 200 kg para 150 hombres situados cerca de las edificaciones, cinco o seis refugios elementales repartidos alrededor del campo revestidos interiormente y alumbrado eléctrico.

Hay que remarcar que el conjunto total de campos de aviación construidos fue bastante desigual y que, por este motivo, los objetivos, las planificaciones y los resultados finales resultaron diversos, pese a que la metodología empleada en la preparación y mantenimiento de los mismos se rigiera por una muy completa normativa.

 

  1. CUANDO ATERRIZAR Y DESPEGAR ERA UNA AVENTURA

 En la provincia ninguno de los campos de aviación contaba con pistas de aterrizaje asfaltadas, eran todos terrenos de labor aplanados, a lo sumo se establecían pistas con gravilla o carbonilla. Por lo general constaban de dos de ellas, siendo la figura más frecuente la de dos cruzadas en X. Cuando la planta del aeródromo era rectangular las posibilidades eran mayores. Las formas dependían de las posibilidades del terreno y la disposición de las mismas se adecuaba a los vientos dominantes en la zona. La longitud más frecuente era de unos 1000 m, sin apenas señalización ni iluminación nocturna. Estaban cimentados con piedra y arena, que apisonaban y recubrían con tierra de la zona para evitar lo más posible su detección desde el aire.

En cuanto a los edificios habituales que nos encontramos en el propio aeródromo son: cuerpo de guardia, normalmente ubicado a la entrada del campo y donde permanecía la fuerza que realizaba tareas de vigilaba del mismo; puestos de vigilancia a lo largo del perímetro y en los campos permanentes construyeron garitas de madera para alojar a la guardia; caseta de Mando, alojamiento donde residía el jefe del Campo y el Estado Mayor de la unidad acantonada en el mismo, así como los servicios administrativos de dicha unidad y el jefe de la misma, normalmente con conexión telefónica y electricidad; caseta de pilotos, donde permanecían los aviadores en espera de realizar sus misiones o de guardia; cuartos de aseos y duchas con aljibes de agua; diversos almacenes para el material del escalón de apoyo de la unidad estacionada en el campo, estos eran normalmente un conjunto de pilares a los que se dotaba de una cubierta, bien de teja o de uralita; cocina con capacidad para alimentar a las unidades del aeródromo, así como los correspondientes comedores, aunque los había que no tenían estas instalaciones, dada su proximidad a poblaciones donde además de alojarse las tripulaciones, se realizaban las comidas; cocheras o cobertizo para los automóviles de servicio del campo, que normalmente eran una camioneta Chevrolet o camiones para el arranque de los aviones y un tanque de agua. Si eran amplias, eran usadas también como talleres para realizar pequeñas reparaciones, incluidas las de los aviones.

Aunque menos frecuentes, en los campos de Ciudad Real también encontramos algunos con Casa Cuartel con capacidad para albergar a las tropas que custodiaban y daban apoyo en el aeródromo, entre 20 y 50 hombres; Casa de Pilotos, que generalmente estaban en los pueblos o alejadas del campo; Polvorín en mina para almacenamiento de municiones y bombas, en su defecto se utilizaba una caseta retirada del campo o se excavaban trincheras en los alrededores del mismo para alojar este material; depósito de combustible, que debía de estar enterrado y dotado de bombas para su trasvase (en su defecto se usaban también trincheras de aproximadamente 9 m x 2,50 m, en las que se alojaban los bidones esparcidos por los alrededores del campo y en algunas ocasiones se adecuaba una caseta o establo retirado).

 

  1. ¿DÓNDE SE ALOJABAN?

 

Lo más frecuente era que el personal volante y del escalón de tierra (mecánicos, armeros, conductores, etc.) se alojara en el pueblo más cercano al campo, donde se expropiaban los edificios necesarios para cubrir las necesidades del servicio. Era frecuente encontrarse con edificios adecuados como alojamiento para oficiales, tropa, cuartel de Estado Mayor, de Grupo o Escuadrilla, centralitas de teléfonos con enlaces con el campo, con la Región Aérea y otros campos.

Si existía cerca del campo alguna finca de cierta importancia, era habitual su expropiación, para dar alojamiento al personal, en la provincia fueron entre otras La Toledana, La Garganta o la Casa de la Caridad en Granátula de Calatrava.

  1. ¿DÓNDE SE PROTEGÍAN?

Los refugios que nos encontramos en los campos de aviación son de dos tipos fundamentalmente: los elementales que permitían al personal resguardarse cuando el campo era atacado y no se había podido alcanzar el refugio contra bombas, que no era más que un habitáculo en forma de L, construido en trinchera de 2,50 m de profundidad por 1,20 m de ancho y una longitud de 6 m, y capaz de albergar a 20 o 30 personas. En algunos casos estaba reforzado con una cubierta con vigas tapadas con tierra y paredes recubiertas de ladrillo visto, así como las escaleras de acceso. Este tipo de refugio permitía protegerse contra los ametrallamientos y metralla de las bombas. Y los refugios contra bombas, que son excavaciones, normalmente en mina, de una profundidad entre 6 y 9 m con revestimiento de ladrillo, cubierta de hormigón, con dos bocas de acceso, calculados para aguantar el impacto directo de bombas de 100 kg, con una capacidad entre 100 y 200 personas y que normalmente se construía cerca de la caseta de mando; disponían de electricidad. En los aeródromos permanentes los refugios poseían estas características, pero en los semipermanente o eventuales, estas eran inferiores, pues sus capacidades eran para unas 60 personas y estaban dotados de pocas comodidades. Prácticamente todos los aeródromos de la provincia tuvieron un refugio de estas características o estaba prevista su construcción. Las entradas (dos) estaban junto a los edificios del campo, eran normalmente unas bocas que daban a unas escaleras, que en dos o tres tramos alcanzaban un túnel algo más amplio a través del cual se comunicaba con la otra boca del refugio. Tenían puertas que eran cerradas en cada tramo, para evitar las ondas expansivas. Estaban dotados de respiraderos que permitían su ventilación. Las formas de las entradas varían de un campo a otro, aunque la más frecuente es el arco de ladrillo lucido en bajada, según la pendiente de la escalera. El interior se revestía de ladrillo, piedra o lucido en cemento, lo más habitual, aunque en algunos casos se mantenía la misma tierra, sin más, dependiendo de la dureza del terreno.

 

  1. ¿CUÁL ERA LA DEFENSA DEL CAMPO?

Para hacer pasar desapercibido el uso del terreno como campo de aviación, lo que no siempre se lograba, el mando republicano habilitó una serie de procedimientos para aparentar que el campo no estaba operativo. En nuestra provincia era frecuente simular mediante tierra negra o carbonilla la existencia de un viñedo, como es el caso del campo de Valdepeñas. Con el mismo fin los edificios estaban pintados con colores de camuflaje. Y se usaban señuelos como: casetas móviles hechas de tirantes de madera y recubiertas con tela pintada y árboles talados (pinos, olivos, chopos) que eran sustentados por un trípode y que se repartían por el campo, al objeto de aparentar que carecía de actividad y que se trataba de un terreno de labor.

  1. LOS SERVICIOS AUXILIARES DE LOS AERÓDROMOS

Un aeródromo de campaña es más que el espacio físico que lo ocupa y sus edificios, para estar en condiciones de funcionamiento es indispensable contar con otros servicios. El Archivo General Militar de Ávila nos proporciona una información excepcional para conocer cuáles y qué infraestructuras había en la provincia: el servicio de protección de vuelos daba apoyo en la navegación aérea a la aviación republicana, controlando las previsiones meteorológicas, así como el establecimiento y mantenimiento de todas las unidades afectadas, por medio del sistema de radio, teléfono o telégrafo, utilizando infraestructuras creadas por la propia fuerza aérea, o haciendo uso de las del Ejército Popular o la existente de la Compañía Telefónica.

El servicio de información meteorológico regional se componía de una oficina central permanente situada en Ciudad Real. En ésta se concentraban todos los datos del resto de oficinas (de segunda categoría a excepción de Chillón también de primera), que estaban situadas en Alcázar de San Juan, Almadén, Almodóvar del Campo (rutas y meteos), Daimiel y Valdepeñas (de este dependían Argamasilla de Alba, Santa Cruz de Mudela y Villanueva de los Infantes). A las 06:00 h se enviaba un cifrado con la lista de datos provinciales a la Oficina de Información de la Jefatura, a sus cuatro sectores y a “toda la España leal”. Una hora más tarde se realizaba un sondeo agrológico que, sumado a los verificados en los observatorios de Almadén y Navahermosa, y los de otras regiones, permitía la confección de un mapa que se archivaba en la oficina. En dos ocasiones a lo largo del día (a las 08:00 y 14:00 horas respectivamente) se hacían dos mapas de nubosidad y a las 17:15 h y a las 22:15 h, dos cartas isobaras. Todo este trabajo se enviaba por radio o telégrafo.

Con respecto a la radio, Ciudad Real contaba con una estación que dependía de la DECA (Defensa Contra Aeronaves), teniendo como corresponsales a las de Almodóvar del Campo, Chillón y Valdepeñas. En cuanto a la telegrafía existían estaciones en Ciudad Real (al mando de un teniente jefe, un sargento segundo, un cabo, dos soldados y una ordenanza), Almodóvar del Campo, Chillón y Valdepeñas (atendidas respectivamente por un sargento telegrafista, un cabo y un teniente jefe de estación con su ordenanza).

La infraestructura telefónica del arma de aviación estaba basada en centrales y líneas. Ciudad Real capital ejerció de núcleo, pues conectaba con las de otras Regiones Aéreas y todas las instalaciones de la provincia (campos, cuarteles, observatorios, pabellones de pilotos y polvorines). En los aeródromos, ya sea en las instalaciones o en los alojamientos de las tripulaciones, siempre debería haber un teléfono para enlazar con la red de mando y alerta. Algunos campos poseían centralita propia, pero en la mayoría de los casos hacían uso de la estación telefónica civil de la población más cercana.

La central de Ciudad Real tenía cien números y cinco enlaces con la civil y con las centralitas de la primera región (Mora, Tembleque y los Yébenes). Desde esta partían líneas exteriores directas a su aeródromo con prolongaciones a una zona denominada “el Molino” y al observatorio; a los campos de Almagro (esta apreciación es documental y teórica, pues el campo de Almagro no llegó a construirse) y la Garganta y, enlazando con Piedrabuena (no al aeródromo), a los de El Molinillo, La Toledana, Luciana y Saceruela. Las líneas internas enlazaban los edificios de la capital: la Jefatura de la Región, el cuartel del Grupo, la Intendencia, las cocheras, el pabellón de oficiales y el ya nombrado Servicio de Protección de Vuelo. En Chillón había una centralita con treinta números, tenía un servicio permanente y unía la centralita civil, la DECA y el jefe y el cuartel general del Ejército en Almadén; la casa Merino (posición Ebro) y la centralita de aviación de los Pedroches (Córdoba). En Almodóvar del Campo había dos nodos telefónicos; uno era una centralita de campaña que enlazaba con la central civil, el locutorio, el gabinete telegráfico, el jefe del aeródromo, la oficina de información, tres casas, dos cocheras, dos polvorines y el campo de La Garganta; otro, que partía del aeródromo, comunicaba este con la central civil del pueblo, el observatorio, el puesto de guardia y la DECA de Puertollano. Valdepeñas contaba con dos centralitas de campaña, enlazando con la central civil, Santa Cruz de Mudela, la oficina del Estado Mayor del Grupo 30, con las casas de pilotos, con el jefe del sector, con el puesto de observación, el destacamento y el aeródromo. Aunque la documentación del Archivo Militar de Ávila reseña para el campo de Almagro la existencia de una centralita con cinco números y una línea directa con la aviación de Ciudad Real, este campo no se construyó.

Toda esta infraestructura telefónica fue la que proyectaron construir, pero no llegaría a completarse. A finales de 1937 tan sólo se había levantado el eje Ciudad Real-Almodóvar-La Garganta, aumentando en 1938 con varios ejes distintos. De esta forma se extendió por el norte hasta Fuente el Fresno (llegaba a un observatorio) y al sur al aeródromo de la capital, a Puertollano, a Almodóvar del Campo (con centralita dentro y fuera del campo, con polvorín y observatorio), a La Garganta-Sisones (observatorio, dos campos con centralita) y a Conquista (Córdoba) en la casa de pilotos. Otra de las líneas iba de Valdelagatas (Valdelagata) a Santa Eufemia (Córdoba) pasando por El Molinillo (centralita en el campo), a La Toledana (centralita en el campo), a Piedrabuena, a Saceruela (dos casas de pilotos y el campo con centralita), en la zona de Gargantiel (casa de pilotos), a Chillón, Almadén y otro caserío de tripulaciones que había por el castillo de Aznarón. Una llegaría hasta la capital desde Alcázar de San Juan (observatorio y polvorín), Herencia y Daimiel (campo con centralita). Otra conectaba los campos de Valdepeñas con los de Almuradiel y Santa Cruz de Mudela. Y podemos encontrar otras líneas independientes: Chillón-Puertollano, Luciana-Ciudad Real a través de Abenójar, Horcajo (campo con centralita y observatorio)-Navalpino-Piedrabuena-Ciudad Real y, de nuevo desde Piedrabuena, a Ciudad Real-Valdepeñas con una línea a Granátula (campo). Como podemos imaginar la creación de toda esta red comunicativa necesitó del empleo de gran cantidad de material y un esfuerzo técnico importante.

Autor: FAM

BIBLIOGRAFÍA

 

BARRAGÁN FERNÁNDEZ, Bruno, Aeródromos de la Guerra Civil: Guía para conocer y recorrer los aeródromos de la Guerra Civil en la provincia de Ciudad Real, 1936-1939, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2021.

[1] Permanentes o “aquellos llamados a tener una guarnición de aparatos (aunque sea de una patrulla) casi constante, o aquellos que sirvan de base de aprovisionamiento principal para los distintos servicios, mediante sus comunicaciones o mediante los edificios instalados en el mismo”. Dada su importancia, ya sea por tener establecidos permanentemente unidades o por sus importantes dependencias, se los dotaría con una guarnición numerosa formada por un teniente, dos sargentos, seis cabos y cincuenta soldados.

Semipermanentes, “aquellos que, no teniendo una guarnición aérea constante, reúnan condicionas de bases de aprovisionamiento secundarias”. Se encargaban de su vigilancia un sargento, dos cabos y veinte soldados.

Eventuales, “todos los demás siempre que reúnan condicionas para despegar y tomar tierra sin peligro alguno para los tipos de aviones de guerra empleados (sic) por nosotros”. Debían de ser vigilados por un cabo y 4 soldados.

Socorro, eran “aquellos que por su tamaño sólo pueden emplearse en un caso forzado”, quedaban bajo la vigilancia de un guarda.