Albacete fue, junto con Guadalajara y Toledo, una de las provincias en la que los jefes militares se comprometieron con la sublevación. En la capital, el golpe triunfó el día 19, mientras que en la provincia el éxito del golpe fue desigual: los sublevados fracasaron en los pueblos de la línea de comunicaciones Madrid-Alicante y en la mayor parte de pueblos de menor importancia, mientras que consiguieron hacerse con el poder en las localidades de la línea de comunicaciones Madrid-Cartagena, como Hellín, La Roda y Villarrobledo.
La noche del 19 de julio, Francisco Jiménez Córdoba, llegó a Villarrobledo desde Albacete con la orden de declarar el estado de guerra. Allí encabezaba la sublevación el falangista Jesús Ortiz: al día siguiente, un grupo de sublevados tomaron el Ayuntamiento y retiraron al alcalde, tomando el poder en la ciudad y deteniendo a los dirigentes izquierdistas. Los guardias civiles que habían participado en la sublevación abandonaron la localidad el día 24 para participar en la defensa de Albacete, dejando a los civiles a cargo de Villarrobledo. Fueron ellos quienes tuvieron que enfrentarse al ataque de las columnas republicanas que se dirigían desde los pueblos de Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, Pedro Muñoz y Socuéllamos: ante la imposibilidad de vencer a estas fuerzas, el alcalde intentó parar la rendición, pero cayó víctima de un asesinato. Los falangistas a su alrededor se dispersaron y las fuerzas gubernamentales entraron en la ciudad, conquistando posiciones estratégicas desde la que controlaban la situación, como la fábrica de harinas y la iglesia, y tomando definitivamente Villarrobledo el día 25.
Autora: ACP
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