La situación general en la provincia de Cuenca fue de tranquilidad y las primeras jornadas tras el golpe transcurrieron sin incidentes. Falange contaba con muy pocos afiliados en la provincia, que además habían llamado la atención del gobernador civil durante sus reuniones preparatorias del levantamiento y por tanto sus cabecillas habían sido detenidos en las jornadas previas al golpe. La provincia estaba, además, prácticamente desguarnecida de tropas, por lo que la única esperanza de apoyo recaía en la Guardia Civil, cuyo Comandante se mantuvo dubitativo en los primeros días y a partir del 21 se decantó por apoyar al Gobierno.
Las noticias de la sublevación se extendieron lentamente por una provincia en la que la mayor parte de los habitantes se encontraba trabajando y que carecía de acceso a medios de comunicación como la radio. Una vez se tuvo noticia de lo ocurrido, los agricultores, alarmados, dejaron de trabajar, mientras que los militantes de izquierdas se movilizaban y empezaron a ocuparse de la vigilancia de las localidades y sus vías de comunicación. En la mayoría de éstas no se produjeron incidentes violentos, como fue el caso de Tarancón.
Tarancón constituía un punto clave de la provincia por encontrarse cerca de Madrid y de Valencia y junto a la carretera que comunicaba ambas ciudades: los militantes de izquierdas del pueblo esperaban la sublevación militar y se encontraban alerta cuando esta estalló. Fueron los socialistas los que mejor organizados estaban, y por tanto protagonizaron la movilización en Tarancón, al contrario de lo que ocurrió en Cuenca capital, en la que los principales actores fueron anarquistas. En los primeros días tras el golpe, las milicias socialistas y ugetistas, apoyadas por las comunistas, asaltaron el Cuartel de la Guardia Civil y recogieron armas de las casas particulares, haciéndose sin incidentes con el control de la localidad hasta la llegada de la Columna del Rosal en otoño.
Autora: ACP