Cardenete fue la excepción a la regla general de lo que sucedió en los pueblos de la provincia de Cuenca tras el estallido de la sublevación el 18 de julio de 1936. La situación general fue de tranquilidad y las jornadas transcurrieron sin incidentes. Falange contaba con muy pocos afiliados en la provincia, que además habían llamado la atención del gobernador civil durante sus reuniones preparatorias del levantamiento y por tanto sus cabecillas habían sido detenidos en las jornadas previas al golpe. La provincia estaba, además, prácticamente desguarnecida de tropas, por lo que la única esperanza de apoyo recaía en la Guardia Civil, cuyo Comandante se mantuvo dubitativo en los primeros días y a partir del 21 se decantó por apoyar al Gobierno.
Las noticias de la sublevación se extendieron lentamente por una provincia en la que la mayor parte de los habitantes se encontraba trabajando y que carecía de acceso a medios de comunicación como la radio. Una vez se tuvo noticia de lo ocurrido, los agricultores, alarmados, dejaron de trabajar, mientras que los militantes de izquierdas se movilizaban y empezaron a ocuparse de la vigilancia de las localidades y sus vías de comunicación. En la mayoría de éstas no se produjeron incidentes violentos, al contrario de lo que ocurrió en Cardenete: la vida cotidiana de estos lugares no se vio interrumpida hasta la llegada de milicianos armados.
El 23 de julio tuvo lugar un enfrentamiento armado en Cardenete entre falangistas y milicianos: los primeros atacaron a los segundos cuando éstos se disponían a hacerse con el control del pueblo, lo que se saldó con varias víctimas y detenciones.
Autora: ACP