La violencia revolucionaria fue especialmente intensa en los primeros seis meses tras el golpe de Estado, cuando las autoridades republicanas en la provincia carecían de capacidad para controlar la situación. Los comités de sindicatos y partidos políticos se habían hecho con el poder en las calles, mientras instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación Provincial o la Audiencia Provincial paralizaban su actividad. Tampoco había fuerzas de seguridad ciudadana, puesto que la Guardia Civil y la Guardia de Asalto había sido enviada a Madrid. Las milicias locales fueron dueñas de las calles por la fuerza de las armas entre julio y diciembre de 1936, imponiendo el terror sobre los que consideraban sus enemigos.
Los registros y detenciones eran el pan de cada día de estos primeros meses de violencia. La gran mayoría de los presos se concentraron cárceles como la Prisión Provincial de Ciudad Real, pero muchos otros eran enviados a centros establecidos por las milicias, conocidos como “checas”. Las “checas” se establecieron por toda la provincia de Ciudad Real, generalmente en edificios religiosos como el Seminario Conciliar de la capital. Inaugurado en 1887, fue incautado por los socialistas en las primeras jornadas tras el golpe de julio de 1936 y se convirtió en la Casa del Pueblo y la sede del Comité Provincial del Partido Socialista Obrero Español, que antes ocupaba un local de la calle Ciruela, y ejerció de oficina de reclutamiento de voluntarios para integrar las milicias. Durante estos primeros meses también se utilizó como checa, donde eran encerrados los detenidos por las milicias revolucionarias. Golpistas, propietarios, conservadores o religiosos fueron conducidos al Seminario donde eran interrogados, torturados y sometidos a un “juicio popular de carácter sumarísimo” tras el cual los más afortunados eran liberados, mientras que otros eran enviados a la Prisión Provincial o fusilados por la noche en lugares como el pozo del Cementerio de Carrión de Calatrava.
Autora: ACP