La violencia revolucionaria fue especialmente intensa en los primeros seis meses tras el golpe de Estado, cuando las autoridades republicanas en la provincia carecían de capacidad para controlar la situación. Los comités de sindicatos y partidos políticos se habían hecho con el poder en las calles, mientras instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación Provincial o la Audiencia Provincial paralizaban su actividad. Tampoco había fuerzas de seguridad ciudadana, puesto que la Guardia Civil y la Guardia de Asalto había sido enviada a Madrid. Las milicias locales fueron dueñas de las calles por la fuerza de las armas entre julio y diciembre de 1936, imponiendo el terror sobre los que consideraban sus enemigos.
Los asesinatos de Ciudad Real se produjeron en dos lugares principales: en primer lugar se ejecutaron en las tapias del cementerio de la capital, que cedió en importancia con el tiempo ante el Pozo de Carrión, el pozo de una noria situada dentro del cementerio de la localidad de Carrión de Calatrava. Según las declaraciones del alcalde al fiscal de la Causa General en 1943, no se había podido realizar la exhumación de los cadáveres de esta fosa común por su profundidad: calculaba que había que en ella unos 600, de los cuales se desconocía su vecindad. Se estima, sin embargo, que este número era una exageración.
En diciembre de 1960, los restos de 94 personas fueron exhumados del pozo y trasladados al Valle de Cuelgamuros, antes denominado Valle de los Caídos. Entre los nombres aportados entonces, 26 de ellos son incorrectos, por lo que aún se desconoce la identidad de las víctimas: probablemente fueran personas procedentes de Ciudad Real y otras localidades de su ámbito de influencia, como algunos miembros de la familia Alhambra Salcedo, de La Solana, y de la Ballestero Fuentes, de Cabezarados.
Autora: ACP