Ciudad Real permaneció en la retaguardia republicana durante toda la guerra, aunque tuvo que contribuir al esfuerzo militar de la República a través de varias iniciativas, como la formación e instrucción de unidades militares y establecimiento de servicios militares, industrias de guerra, hospitales de sangre, campos de aviación, almacenes de armamento y combustible, etc. Esta actividad justificó, para las autoridades del bando enemigo, los bombardeos de su aviación. El primer bombardeo tuvo lugar el 14 de diciembre de 1936, pero no ocasionó víctimas mortales. En otras ciudades, ante el peligro de bombardeos, se comenzaron rápidamente a construir defensas antiaéreas y refugios para la población civil. En Ciudad Real, el Consejo Municipal (Ayuntamiento) no construyó ningún refugio para proteger a sus ciudadanos, según los responsables municipales por falta de materiales y medios económicos y porque en el subsuelo había gran cantidad de cuevas y sótanos que se venían utilizando hasta entonces para depositar y conservar los alimentos y bebidas, preferentemente. Por ello decidieron abrir una serie de zanjas en distintos puntos de la ciudad y habilitar las cuevas y sótanos que había en buena parte de sus viviendas y cuyo estado de conservación lo permitía. Entre 1936 y 1937 se llegaron a poner a disposición de toda la población un total de 171 cuevas y 136 sótanos repartidos por la mayor parte de calles y plazas de la ciudad. El Consejo Municipal obligaba a sus propietarios, unos 291, a abrir sus puertas en el momento en que sonaran las alarmas. En 1938 se hicieron obras en el Instituto de Segunda Enseñanza (hoy Museo Convento de la Merced) para adaptar uno de sus sótanos, que los monjes mercedarios habían utilizado desde el siglo XVII como despensa y almacén de productos básicos, como refugio antiaéreo. Apenas se utilizó, pues en ese año ya no hubo bombardeos sobre Ciudad Real.
Autor: FAM
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