Aunque el 1 de abril de 1939 el general Francisco Franco daba por terminada la Guerra Civil, la paz estuvo muy lejos de llegar al país. La fuerte represión supuso que muchos militares republicanos buscaran refugio en las zonas montañosas de la provincia de Toledo, al igual que ocurrió en el resto de España. A ellos se unieron huidos de las cárceles franquistas, que fueron formando, hasta 1944, pequeñas partidas que actuaban con independencia, sin organización política y, en un primer momento, por pura supervivencia. Sus principales actuaciones se centraron en el robo en casas de campo para proveerse de alimentos, dinero y armas y, en ocasiones, secuestraron a personas adineradas para cobrar el rescate y comprar determinados productos a sus enlaces.
La represión puesta en marcha por la Guardia Civil para eliminar a los de la sierra dio sus frutos el 2 de abril de 1941, cuando el cabo José Ruano Pascual detuvo a “El Chato de la Puebla” en una labranza. El Chato, de 25 años, fue fusilado el 7 de abril frente a las tapias del cementerio de Navahermosa. Tres días después, “El Rubio de Navahermosa” se vio envuelto en una emboscada, recibió un tiro en la pierna y, acto seguido, se quitó la vida con una pistola que llevaba en el bolsillo, ante el temor de las torturas a las que se vería sometido si lo llevaban a la cárcel.
Ambos cadáveres fueron expuestos en la plaza del pueblo, una práctica bastante frecuente usada como castigo ejemplar para avisar de las posibles represalias a los desafectos al régimen. El resto de los miembros de la partida deambularon sin rumbo fijo por la comarca hasta desintegrar la formación.
Autora: LPG