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Talavera de la Reina

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LOS EVACUADOS DE LA PROVINCIA DE TOLEDO (1936-1939)[1]

La ofensiva militar del Ejército de África por el sur y centro peninsular en el verano de 1936 obligó a replegarse no solamente a las tropas republicanas, también provocó la huida de miles de personas desplazadas a otras zonas todavía más tranquilas de la España bajo el control de la República.

A efectos de conceptualización, llamaremos desplazados a todas las personas que dejaron atrás sus hogares ante la llegada de la guerra y sus efectos. En función de una serie de condiciones de tipo político, social y económico, que no fuesen hostiles al régimen, que careciesen de medios o que no estuviesen acogidos por personas de su familia o amistad, el Gobierno de la República trató de elaborar una definición que acotase a los individuos procedentes de los frentes de guerra que tenían derecho a la asistencia del Estado. Sin embargo, aunque en nuestro país la expresión más común para designar a los desplazados de las zonas de conflicto fue «los evacuados», es la que más se usó en la época, el Ejecutivo republicano eligió el término de refugiados.[2]

Ahora bien, al menos desde 1937, el Gobierno buscó delimitar más el concepto de refugiado y los derechos inherentes a tal condición. Así empezó a diferenciar en algunos documentos a los refugiados, figura que implicaba mayor coste económico por su dependencia del Estado, de los evacuados, aquellos que por tener medios propios de vida, trabajo o algún tipo de prestación económica o subsidio no tenían derecho a las mismas ventajas. No obstante, aunque a veces podemos encontrar alguna diferenciación entre evacuados y refugiados en función de las prestaciones recibidas, la legislación de la República no desarrolló una separación clara entre los dos conceptos y los empleó en muchas ocasiones unidos o para referirse a las mismas personas. Y la prensa republicana, por su parte, usó los términos de evacuado y refugiado generalmente de manera indistinta.

Con independencia de la terminología, entre agosto y octubre de 1936, según cambiaban los frentes, se sucedieron varios momentos principales con movimientos de población desplazada. Las primeras evacuaciones provocadas por la guerra de España afectaron fundamentalmente a los habitantes del País Vasco (Guipúzcoa) y norte de Navarra. En estas fechas, con la campaña de Guipúzcoa, se producía igualmente la primera oleada de emigrantes forzados al extranjero. Además de Toledo, en el centro y el suroeste del país tenemos que hablar también de los evacuados de Andalucía, Extremadura, Ávila, Guadalajara y los pueblos de Madrid. El avance de las unidades militares africanas desde Andalucía originó un importante éxodo de población, tanto en términos absolutos como relativos, con la capital como destino. ¿Cómo se sucedieron los hechos?

Fracasada la insurrección militar de julio de 1936, con la ayuda de aviones italianos y alemanes de gran capacidad para el transporte, y otros medios, el Ejército de África llevó a cabo con éxito el paso del Estrecho de Gibraltar a la península.

El 2 de agosto las tropas de Marruecos iniciaban su recorrido desde Sevilla hacia el norte, y lo hacían pegadas a la frontera portuguesa. Era la ruta más segura, únicamente atravesaba 200 kilómetros por territorio de la República. A pesar de los procedimientos militares anticuados, se abría a partir de entonces una fase de la guerra que funcionó como campaña relámpago por el rápido despliegue a través de un terreno sin baluartes defensivos. La resistencia que encontraron fue prácticamente nula.[3] El Ejército sublevado en Melilla ocupó Mérida el 11 de agosto y el día 14 Badajoz. Una jornada después, el 15 de agosto, tomaron la carretera general Cáceres-Madrid hacia Trujillo y Navalmoral de la Mata antes de encaminarse en dirección al valle del Tajo.

Después de otros quince días de trayecto por la carretera de Extremadura sin demasiados contratiempos, la «Columna Madrid», formada en un momento inicial por las agrupaciones de Asensio y Castejón, a las que se unió también la de Tella, se adentraba el 28 de agosto de 1936 en la provincia de Toledo por La Calzada de Oropesa y Las Ventas de San Julián.

La misma noche del 28 de agosto el alto mando de la República ponía al coronel Mariano Salafranca al frente de la defensa de Talavera. No lo tendría fácil Salafranca para detener el avance, cuando se dirigía a presentarse al general Riquelme tropezó en la carretera con las milicias republicanas en retirada. En solo dos días habían sido ocupadas por las tropas insurgentes las principales poblaciones toledanas hasta Oropesa, con muy poca resistencia.[4]

El Ejército de África, curtido en las guerras de Marruecos, fue ocupando todas las localidades de Toledo que encontró a su paso sin mayores dificultades. Mientras las tropas coloniales se componían básicamente de legionarios del Tercio y mercenarios, procedentes estos últimos de las tribus del Rif que habían combatido durante años contra los españoles, los efectivos republicanos estaban formados al principio por fuerzas regulares, miembros del orden público y milicianos agrupados en unidades y batallones creados fundamentalmente por partidos políticos y sindicatos. Habrá que esperar a septiembre de 1936 para encontrar las primeras medidas enfocadas a la militarización de las milicias y la creación de un Ejército Popular regular.

Hasta el 3 de septiembre, fecha de la toma de Talavera de la Reina, los sublevados solamente emplearon cuarenta y siete días para progresar por unos 600 kilómetros, con acciones importantes como el paso del Estrecho o la ocupación de Badajoz. Sin embargo, los cambios en la cúpula militar republicana, definidos tras la pérdida de Talavera, tuvieron efectos inmediatos. Las medidas adoptadas por el socialista y ugetista Francisco Largo Caballero, nuevo presidente del Gobierno de la República tras la dimisión de José Giral, apostaron por movilizar todos los recursos. El Ejército republicano estableció varios puntos defensivos en la provincia de Toledo entre Cazalegas y Maqueda o en localidades estratégicas como la villa de Escalona o la propia ciudad de Toledo. Entre Talavera de la Reina y Maqueda, la segunda línea de defensa en importancia preparada por la República, la primera fue en el término de Cazalegas, se organizó en torno a la localidad de El Casar de Escalona.

A pesar de una superioridad manifiesta en medios de guerra, y al margen de fallos militares como el envío de tropas republicanas a Toledo, el Ejército sublevado encontró una mayor oposición en este itinerario por la zona centro. Para transitar los aproximadamente 50 kilómetros de distancia entre Talavera de la Reina y Maqueda los militares rebeldes tardaron más de quince días. Pero la ocupación de Maqueda el 21 de septiembre de 1936 dejaba nuevamente expedito el camino hacia la capital de España por la carretera general. Los pueblos del Sector Talavera-Santa Olalla quedaron muy despoblados en esta fase de la guerra.

La «marcha sobre Madrid»[5] era recta, sin embargo, una decisión histórica llevó a Franco a girar hacia Toledo para «liberar» el Alcázar. Franco relevó a Juan Yagüe –contrario al desvío– por José Enrique Varela, con el apoyo de Asensio Cabanillas y Barrón. El cambio, efectivo el día 22 en Maqueda, parece íntimamente relacionado con su idea de encaminarse hacia Toledo.

La toma de Santa Olalla, Maqueda y luego Torrijos (esta última localidad el 22 de septiembre), en tan solo tres días, fue un golpe muy duro para la República. No funcionaron las fortificaciones de la línea Maqueda-Torrijos y los puntos de contención preparados por los estrategas republicanos entre las dos poblaciones fueron rebasados ahora sin mayores problemas. En todo caso, como admite Ramón Salas Larrazábal,[6] los movimientos de Talavera a Toledo en septiembre de 1936 fueron mucho más lentos que los del mes anterior, primero porque los efectivos republicanos habían aumentado de manera considerable y estaban mejor armados, y, por otra parte, y no de menor importancia, porque los sublevados se habían alejado de sus bases.

El 27 de septiembre de 1936, seis días después de la conquista de Maqueda, las columnas africanas, lideradas ahora por el general Varela, irrumpían en las inmediaciones de Toledo. Esa misma jornada –domingo- era tomada la Ciudad Imperial. El parte de guerra nacional ponía el énfasis en la victoria sobre Toledo y el encuentro con los defensores del Alcázar.[7] Ocupados todos los núcleos de población hasta Maqueda, y con Toledo controlado, las tropas de Marruecos podían ahora atacar Madrid desde dos carreteras, la de Extremadura y también la de Toledo. A partir de aquí, la geografía toledana vivió unos días de relativa calma.

En realidad, la inactividad del frente fue algo circunstancial. La «Columna Madrid», al mando de Varela, continuó su avance y atravesó la mitad norte de Toledo hasta finalizar su recorrido provincial el 26 de octubre de 1936 apoderándose de El Viso de San Juan. Desde el día 28 de agosto, fecha de la entrada de las agrupaciones africanas en las localidades toledanas más occidentales, hasta su llegada a la provincia de Madrid, dos meses después, pasaron a la denominada «zona nacional» un total de ciento dieciséis localidades de los partidos judiciales de Oropesa, Puente del Arzobispo, Talavera, Escalona, Torrijos, Santa Cruz de Retamar e Illescas. A efectos jurisdiccionales, Toledo se componía en 1936 de doce partidos judiciales. El avance del frente provocó un éxodo de población sin precedentes en la provincia.

La última contraofensiva de importancia del Gobierno de Largo Caballero en la zona tuvo lugar el 29 de octubre en el sector de Seseña-Esquivias. La compra de armamento por parte de la República se empezaba a notar de forma favorable para sus intereses, no cabe duda, pero el intento de respuesta únicamente consiguió frenar al Ejército de Franco unos días más. Tampoco evitó la huida de los campesinos de esta comarca de Toledo, La Sagra, comunicada directamente con Madrid.

De acuerdo con una muestra que abarca 26.885 toledanos evacuados de treinta municipios al norte del río Tajo (de un total de ciento dieciséis), la pérdida demográfica pudo afectar en 1936 en torno al 38,80 % de la población que tenían censada antes de la guerra.[8] Para llegar a este promedio, que no deja de ser orientativo porque se trata de treinta localidades, se han utilizado datos de habitantes al momento de la ocupación o, siempre que ha sido posible, ya contabilizado el retorno de los evacuados que pudieron hacerlo (vecinos ocultos en lugares, fincas o parajes cercanos), retornados que reajustaron en alguna medida la población de los pueblos de Toledo afectados. Sin estos flujos de retorno la caída demográfica habría sido mucho más drástica.[9]

La huida de la población fue generalizada, con evacuaciones desorganizadas y espontáneas y con un destino principal: Madrid. Pero no solamente evacuaron familias campesinas, también lo hicieron las instituciones y las sedes de partidos políticos y sindicatos.

Con el Tajo como baluarte, las localidades del norte toledano quedaron dependientes administrativamente de la ciudad de Toledo, en la zona franquista. La demarcación provincial leal a la República, por su parte, estableció su capital en Ocaña, y los pueblos de esta mitad meridional situada al sur del río Tajo, con alguna excepción en 1938 (la ocupación de La Jara), permanecieron en zona republicana durante toda la guerra.

Con todo, la recuperación demográfica no llegó mientras duró la conflagración. Si seguimos a José María Ruiz Alonso, máximo especialista de la guerra en el conjunto de la provincia de Toledo, y comparamos los valores de la población de hecho de 1938, datos de agosto, en relación con las cifras de enero de 1936, antes del estallido de la contienda, comprobamos que en ochenta y seis de los ciento dieciséis municipios al norte de la circunscripción la población había disminuido un total de 42.443 habitantes. En términos relativos, el descenso demográfico ascendía en 1938 aún al 29,23 % de la población registrada con anterioridad a la guerra. Como faltan los datos de treinta localidades, lo que hace Ruiz Alonso es extrapolar la pérdida estimada en ochenta y seis localidades a las treinta restantes. De este modo, en los ciento dieciséis municipios toledanos situados al norte del río Tajo, la población habría descendido hasta los 158.545 habitantes en el año 1938,[10] es decir, 65.483 habitantes menos respecto a los 224.028 que contaba el Toledo septentrional en 1930.[11]

El drama de los evacuados sobrevivió durante décadas en la memoria de los afectados sin el reconocimiento histórico que debiera. Reconstruir el proceso teniendo en cuenta a los protagonistas es una obligación por la trascendencia que tuvo entre 1936-1939 un problema que, desgraciadamente, se ha convertido en algo habitual en nuestros días. El problema de los que abandonan sus hogares por temor a la guerra sin traspasar las fronteras estatales, como los evacuados de la guerra civil española, dista mucho de estar solucionado ni en lo humano, ni en lo legal o económico.

Las causas de que existan desplazamientos de población como consecuencia de las guerras o de otros conflictos más aislados pueden ser distintas, producirse fuera de las fronteras nacionales o dentro de estas, como en el caso de la guerra de España, pero el resultado es el mismo: caravanas con miles de personas huyendo de sus casas por el miedo a la guerra.

[1] Tomado del capítulo Preliminar del libro: Juan Carlos Collado Jiménez: La guerra civil en un pueblo toledano. Los evacuados de El Casar de Escalona, (1936-1939), Toledo: Ledoria, 2023, pp. 21-35.

[2] La única definición legal elaborada en 1936 apareció publicada en una Orden Ministerial de octubre sobre el funcionamiento del recién creado Comité de Refugiados para Madrid y su provincia. Véase: Gaceta de Madrid (GM), nº 288, 14-X-1936, p. 328. Posteriormente, ante el crecimiento del número de desplazados, y el aumento de los gastos, se  acotó más la horquilla de personas que tenían derecho a las prestaciones del Estado. Consúltese: Gaceta de la República (GR), nº 62, 3-III-1937, p. 1.051.

[3] Gabriel Cardona y Fernando Fernández Bastarreche: «La guerra de las columnas» en La Guerra Militar,  Madrid: Historia 16, tomo I, 1996, p. 45.

[4] Ramón Salas Larrazábal: Historia del Ejército Popular de la República, Madrid: Editora Nacional, 1973, tomo I,  pp. 258-261.

[5] Expresión tomada de Martínez Bande: José Manuel Martínez Bande: La marcha sobre Madrid, Madrid: Editorial San Martín, nº 1, 1982.

[6] Ramón Salas Larrazábal, op. cit., I: p. 484.

[7] Gárate Córdoba divide los partes oficiales de guerra así, partes oficiales de guerra, Ejército nacional, y partes oficiales de guerra, Ejército de la República. Mírese el parte de guerra nacional del 27-IX-1936 en José María Gárate Córdoba: Partes Oficiales de guerra. 1936-1939, Ejército Nacional, Madrid: Editorial San Martín, tomo I, 1977, pp. 43-44.

[8] Los datos de población de enero de 1936 provienen de un estadillo elaborado por las autoridades franquistas para determinar los maestros necesarios en la provincia de Toledo. Mediante la tabla, localizada y descrita por el historiador José María Ruiz Alonso en otros trabajos, disponemos de la población de hecho para 1936 (padrón de enero de 1936) y 1938 (agosto de 1938) de ochenta y seis de las ciento dieciséis localidades emplazadas al norte de la provincia de Toledo, zona franquista. Como en 1936 faltan los números de algunos pueblos, nos hemos visto obligados a usar en estos casos las cifras de población para ese mismo año reflejadas en el proceso de La Causa General o, por defecto, en el Censo de 1930. En este sentido, y respectivamente: Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPTO), Fondos del Instituto, 883/8, Salida nº 255, Estadillo nº 6; Archivo Histórico Nacional (AHN), FC-Causa General, Caja 1049/1, pza. 3ª y pza. 1ª principal, pueblos respectivos; y Censo de 1930, Toledo (https://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=98567&ext=.pdf).

[9] Juan Carlos Collado Jiménez: Los desplazados de la guerra civil. Evacuados de la provincia de Toledo, Toledo: Editorial Almud, 2019, pp. 102-106.

[10] Léase sobre ello: José María Ruiz Alonso: La guerra civil en la provincia de Toledo. Utopía, conflicto y poder en el sur del Tajo (1936-1939), Ciudad Real: Editorial Almud, 2004, tomo II: pp. 352 y 369. Véase nota 18. Tristemente fallecido el mencionado autor en 2016, Editorial Almud ha procedido a reeditar este libro con las correcciones que el propio José María habría realizado a la primera edición de 2004:  La Guerra civil en la provincia de Toledo. Utopía, conflicto y poder en el Sur del Tajo (1936-39), Toledo: Editorial Almud, 2019 (2ª edic. revisada y aumentada; epílogo de Isabelo Herreros).

[11] El descenso demográfico del norte toledano durante la guerra civil ha sido analizado en Juan Carlos Collado Jiménez: Los desplazados de la guerra civil.., pp. 348-355.

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