Ciudad Real se posiciona desde un principio de la guerra como una provincia de retaguardia pero ello no impide que se habiliten en ella elementos defensivos y militares, como los aeródromos, algunos ya existentes. Gracias a las características de la llanura manchega, la favorable meteorología y su situación central peninsular, se produce un incipiente desarrollo de la aeronáutica española a principios del siglo XX. Las obras del aeródromo de Daimiel, situado al sureste de la localidad, comenzarían en 1921, convirtiéndose en centro de acción aeronáutica en la provincia. Hechos significativos que se vivieron en él fueron el de ser pista de aterrizaje del autogiro de Juan de la Cierva o ser el lugar donde se situaba el Ejército del Aire para partir a Sevilla y mitigar el golpe de Estado del general Sanjurjo (1932).
Con la Segunda República el campo de vuelo daimieleño se enmarca dentro de la 5ª Región Aérea siendo uno de los más de 20 aeródromos que la conformaban, quedando así supeditado al campo de aviación de Ciudad Real.
Las dimensiones eran de 400 x 350 metros y su altitud de 640 metros sobre el nivel del mar. Poseía un hangar con capacidad para cuatro aeronaves, un taller de reparaciones, dispositivos de carga de combustible, servicio médico e incluso línea de teléfono, correo y telégrafo. Aunque debe entenderse este campo de aviación como un terreno sin cultivar, con una superficie despejada y próxima a una zona de arboleda.
Durante el conflicto se construyen varios refugios antiametrallamiento en el perímetro, así como un refugio antibombardeo. Sin embargo, ni el campo de aviación, ni la localidad serían nunca bombardeados por el bando sublevado, aunque sí fue objetivo de reconocimientos aéreos realizados por la Legión Cóndor. Después de la guerra se constata una pérdida de interés estratégico en este aeródromo y, por consiguiente, su desuso.
Autora: MEPV