La Fábrica de Armas fue uno de los lugares clave para la sublevación en Toledo, una de las provincias castellanomanchegas en las que el golpe triunfó temporalmente. El coronel Moscardó, gobernador militar accidental de la provincia, había planeado los detalles del alzamiento tiempo antes de que este tuviera lugar. Para ello, había dividido a la población en sectores a cuyo frente situó a jefes que debían responder a sus instrucciones. El 18 de julio de 1936, voluntarios civiles se presentaron a Moscardó, que los destinó a puntos estratégicos de la población, entre ellos la Fábrica de Armas y la Escuela de Gimnasia. En la Fábrica de Armas había ya una sección de guarnición, a la que se reforzó con guardias civiles y los voluntarios citados. Entre el 18 y el 21 de julio, el Gobierno en Madrid pidió repetidamente a Moscardó que enviara a la capital armas de la Fábrica, a lo que este nunca obedeció: cuando continuar en esta actitud se hizo imposible, Moscardó declaró el estado de guerra y sus fuerzas tomaron las calles y se hicieron fuertes en los enclaves ya señalados por el gobernador militar, entre ellos, la propia fábrica. Las fuerzas sublevadas continuaron en posesión de este edificio hasta el día 22 de julio, cuando la columna del general Riquelme, enviada por el Gobierno desde Madrid, llegó a Toledo. Riquelme mandó a la Fábrica de Armas a un cabo parlamentario que consiguió la rendición de sus fuerzas sin que hubiera ningún enfrentamiento armado. Durante esa misma jornada, el resto de los enclaves en los que se habían hecho fuertes los sublevados en la ciudad fueron cayendo, con la excepción del Alcázar.
Autora: ACP