El aeródromo de Los Llanos, abandonado en 1932 debido a las restricciones impuestas por el Ministerio de la Guerra, volvió a utilizarse durante la guerra. En febrero de 1939 fue escenario de uno de los últimos episodios de la República, la reunión de Los Llanos.
El presidente Negrín y el coronel Casado se habían reunido previamente en Madrid el 12 de febrero, ocasión durante la cual Casado había afirmado la necesidad de acabar la guerra cuanto antes y Negrín había reiterado que continuar con la lucha era la única solución ante un enemigo que solo buscaba la rendición incondicional. Casado propuso al presidente que organizase una reunión urgente con los jefes militares, que Negrín convocó el 16 de febrero en el aeródromo de Los Llanos. Todos ellos, con excepción del general Miaja, mostraron una opinión contraria a resistir cuando Negrín afirmó que no cabía otra opción ante la imposibilidad de negociar con el enemigo – a pesar de que el presidente mantenía mientras tanto conversaciones secretas con Francia y Gran Bretaña para conseguir dicha negociación.
La reunión continuó tras la marcha de Negrín ya solo entre los militares. El coronel Casado, que llevaba ya meses en contacto con el Cuartel General de Franco, informó puntualmente de lo acaecido en la misma: los mandos del Ejército intercambiaron impresiones y ratificaron su creencia de que era necesario dar un paso al frente para expulsar al gobierno de Negrín, refugiándose en que, desde la declaración del estado de guerra, el poder legítimo recaía en el Ejército y en una supuesta dependencia del presidente del Partido Comunista, que se explotó propagandísticamente. El camino hacia el golpe de Estado de Casado, dado el 5 de marzo de 1939, había comenzado.
Autora: ACP
El día 12 de febrero de 1939 se reunieron en Madrid el presidente Juan Negrín y el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro del Ejército Popular de la República. Éste le expuso al presidente la necesidad de acabar la guerra cuanto antes, puesto que estaba totalmente perdida y el pueblo no podía seguir sufriendo. Negrín trató de tranquilizarlo y le informó de que, en Marsella, los rusos tenían preparados seiscientos aviones, quinientas piezas de artillería y diez mil ametralladoras para entrar en España. Aun así, le reconoció la gravedad del momento: “Estoy de acuerdo con usted en que la situación es verdaderamente grave; pero, por grave que sea la situación, las circunstancias nos exigen continuar en la lucha como única solución, pues desde el mes de mayo de 1937 he tratado reiteradamente de entrar en negociaciones con el enemigo utilizando incluso mi amistad con significados nacionalistas, pero fracasé en todas esas tentativas”[1]. Casado replicó que los suministros rusos nunca llegarían y que, aunque lo hiciesen, servirían de muy poco y le propuso que convocase una reunión urgente con los altos mandos militares.
El presidente aceptó su sugerencia. Previamente a la convocatoria solicitó informe secreto a algunos de sus principales responsables militares a través de la Subsecretaría de Armamento[2]. Las respuestas breves y manuscritas de cada uno de ellos eran sumamente reveladoras:
- Buiza, jefe de la Flota: “Moral de la tropa a punto de derrumbar. Han estado a punto de salir y conminar al Gobierno para que se rinda”.
- General Escobar, jefe del Ejército de Extremadura: “Estado moral malo. Dan confianza a los mandos para disimular”.
- General Bernal, jefe de la Base Naval de Cartagena: “Moral de la base es de derrota. Vanguardia y retaguardia quieren que se acabe la guerra”.
- General Hernández: “No ha sufrido la moral colectiva. Moral individual, mala. Si el enemigo atacara derrumbamiento de la moral. Moral en la retaguardia es de derrota”.
Tan sólo la del general Mariones (Ejército de Andalucía) era sumamente positiva: “Moral no se ha resquebrajado”.
La reunión se celebró el 16 de febrero en el aeródromo de Los Llanos (Albacete)[3]. Negrín comenzó su intervención reconociendo que no era la situación que él había buscado, pues intentó desde los primeros días de su primer mandato negociar la paz con el bando rival, utilizando la amistad que le unía a varios familiares de Serrano Suñer, el cuñado de Franco. También hizo varios intentos similares buscando la mediación británica, pero todos los esfuerzos resultaron inútiles. Tras sus palabras, pasó el turno de intervención a sus mandos militares, a los que escuchó atentamente, pero, aún con la opinión contraria de todos, salvo el general Miaja, dio la orden de resistir. Era la decisión oficial. Terminada la reunión, y en ausencia del doctor Negrín, los jefes militares continuaron por su cuenta. “Los mandos tuvimos breves cambios de impresiones –recuerda el coronel Casado– y nos ratificamos en la creencia que teníamos de que obraba al dictado del Partido Comunista, es decir, al dictado de la Unión Soviética. Esto nos reafirmó en el acuerdo, tomado de firme con anterioridad, de eliminar el Gobierno del doctor Negrín, que carecía de legitimidad, y tratar de negociar la paz directamente con el enemigo, siendo como era la Autoridad Militar, el Poder Legítimo de la Nación”[4]. Según las fuentes franquistas, Franco tuvo puntual noticia de lo que se habló en la reunión de Los Llanos a través del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), “que ahora contaba con una emisora puesta a su disposición por Casado”[5].
Sobre el episodio de la reunión de Los Llanos hay dos cuestiones que nos parecen cada vez más evidentes e importantes. La primera, que la postura de Negrín no era sincera, porque mientras estaba negociando la rendición ante la diplomacia inglesa. La segunda, que la decisión de Casado de acabar con el gobierno de la República con la colaboración de los servicios secretos franquistas estaba tomada con anterioridad.
El ministro de Exteriores británico, Lord Halifax, tras obtener el beneplácito de la diplomacia francesa[6], citó el día 16 de febrero al embajador español en Londres para impulsar las negociaciones de paz, lo que causó tremenda inquietud en el gobierno alemán y en el italiano, que iniciaron insistentes presiones ante Franco para evitar el acuerdo con Inglaterra y Francia[7]. La estrategia española fue preparada minuciosamente en París el día antes durante una reunión de gran trascendencia, que concluyó con el abandono de los tres puntos de Negrín considerados hasta entonces como “irrenunciables”. El día 14 de febrero por la noche, el embajador español en Londres viajó a la capital francesa llamado por el ministro de Estado. La mañana del día siguiente se reunió con su ministro, Julio Álvarez del Vayo, y con el embajador en París. El resultado de estas deliberaciones, según el testimonio de Azcárate, “fue que era inútil y contraproducente seguir manteniendo como condiciones de todo arreglo posible los puntos relativos a la evacuación de extranjeros y al derecho del pueblo español a establecer libremente su propio régimen político, concentrando todo el esfuerzo sobre el punto relativo a represalias, de manera a poder salvar el mayor número posible de vidas”[8]. El presidente de la República no debía estar muy lejos de la reunión, y desde luego lo que sí estuvo es informado, pues el ministro le puso al corriente al momento. Seguro que Azaña no solo compartía la resolución final, sino que influyó en la misma. La estrategia estaba preparada de cara a la trascendental reunión del día 16 con el ministro británico.
A las tres y media de la tarde del 16 de febrero, en la sede del Foreign Office, el ministro Halifax recibió al embajador Azcárate. Según éste,
En ella Lord Halifax me preguntó de manera muy concreta y terminante si yo podía darle la seguridad de que el Gobierno español estaría dispuesto a poner término inmediato a la lucha si, bajo reserva de acuerdo sobre su aplicación, las autoridades rebeldes aceptasen una propuesta británica que comprendiera los 3 puntos siguientes: primero, renuncia a represalias políticas, segundo, los responsables de crímenes de derecho común serán juzgados por tribunales ordinarios y tercero, se darán facilidades para salir de España a los elementos más comprometidos[9].
El embajador le contestó que, en principio, a falta de consulta a sus superiores, podía dar su compromiso de que el gobierno español aceptaría. Azcárate trasladó inmediatamente la propuesta a su ministro y al propio Negrín, quien, no olvidemos, ese mismo día estaba celebrando en el aeródromo de Los Llanos (Albacete) una reunión con todos sus mandos militares, en la que el presidente, en contra de la opinión de casi todos los jefes militares, decidía resistir en una postura firme e intransigente.
La propuesta fue también enviada inmediatamente a Burgos. Hodgson había recibido instrucciones el día 17 para presentar oficialmente en Burgos la propuesta de rendición republicana bajo las tres condiciones estipuladas. Al día siguiente hacía entrega de una nota al conde de Jordana con la propuesta, en la que recordaba que el gobierno británico actuaba sólo como canal de comunicación, sin tomar posición alguna, para evitar que su gestión fuera interpretada como interferencia en los asuntos internos de España. Como complemento de esa gestión oficial, Hodgson “también dio a conocer verbalmente la disposición de Negrín de rendirse si el general Franco hiciera una declaración en el sentido de que no toleraría represalias políticas o generales, con independencia de las otras dos garantías solicitadas”[10].
El día 19, Azaña escribía al presidente del Consejo de Ministros, Negrín, solicitándole urgencia en aceptar la propuesta británica: “Sírvase V.E. telegrafiarme urgente que respuesta da ese gobierno a proposición Halifax sobre suspensión hostilidades y demás puntos comunicados a V.E. por embajador Londres en telegrama 39 día 16 y confirmados por telegrama ministro Estado día 17 todavía sin contestación. Mi opinión personal favorable aceptación inmediata aconsejo gobierno conteste afirmativamente propuesta británica. Demorar contestación puede tener consecuencias gravísimas”[11].
El 20 de febrero, Azcárate volvió a conversar con lord Halifax, quien le mostró su extrañeza ante el silencio del gobierno español a la propuesta británica. Azcárate, que había vuelto a enviar telegramas oficiales a Negrín y al ministro de Estado exigiendo una respuesta, no sabía qué contestar: “traté de explicarle lo mejor que pude la situación, pero se hacía cada vez más difícil hacerlo acudiendo a obstáculos de orden práctico y material sin contribuir a fortificar la sensación de que el Gobierno vivía en condiciones particularmente precarias y difíciles”. Al día siguiente le llamaron del Foreign Office para saber si había una respuesta. Ante la negativa de Azcárate, su responsable le comunicó que si no llegaba en un plazo de veinticuatro horas se considerarían desligados de todo compromiso. El embajador, de inmediato, dio cuenta de ello al jefe del gobierno español.
El día 23, con el plazo expirado por falta de respuesta del gobierno español a la propuesta británica, el responsable del Foreign Office le entregó la contestación de Franco, por medio de Jordana, en forma de declaración. Quizá prefería esta fórmula para no dar la impresión de claudicación ante las condiciones recibidas para la rendición. En ella, aparte de referencias retóricas a la generosidad y caballerosidad del Caudillo, se declaraba que los tribunales se limitarían a juzgar a los responsables de crímenes según el procedimiento y las leyes promulgadas antes del 16 de julio de 1936 y que no se toleraría ninguna imposición ni restricción de la soberanía:
La España Nacional ha ganado la guerra y corresponde, por tanto, a los vencidos la rendición sin condiciones.
El patriotismo, hidalguía y generosidad del Caudillo, de que tantas pruebas ha dado en las regiones que si espada ha ido liberando, así como el espíritu de equidad y justicia que preside todos los actos del Gobierno Nacional, constituyen una firme garantía de comprensión para todos los españoles no criminales.
Los Tribunales de Justicia, aplicando leyes sustantivas y procesales promulgadas con anterioridad al 16 de julio de 1936, se limitan a juzgar, en el marco de las mismas, a los autores de delitos.
España no está dispuesta a aceptar mediación alguna ni a tolerar la menor intervención extranjera que pueda rozar su dignidad o menoscabar su soberanía.
Si prolongando una resistencia criminal los dirigentes rojos siguen sacrificando nuevas vidas y vertiendo más sangre en su exclusivo personal provecho, ya que la conducta del Gobierno Nacional y del Caudillo está exenta de todo espíritu de represalias, agravan considerablemente su responsabilidad y sólo consiguen provocar el aplastamiento militar de esa insana resistencia, con todas sus consecuencias[12].
Por primera vez, Franco contestaba a una propuesta mediadora y daba oportunidad para la capitulación de la República. Prácticamente se daba respuesta a las condiciones mínimas exigidas a última hora por Negrín. Aunque no contestaba explícitamente a la propuesta británica, sí ofrecía lo que para muchos representaba una salida digna al gobierno republicano, al ofrecer implícitamente que a todos los que estuvieran involucrados en asesinatos no les afectaría la Ley de Responsabilidades Políticas publicada el 13 de febrero de 1939, mucho más exigente que la legislación previa a la contienda, como se demostraría a partir del primero de abril. Esta nueva ley traspasaba mayoritariamente a la jurisdicción militar la potestad de buscar y juzgar las responsabilidades contraídas a partir del 1 de octubre de 1934 de todas las personas físicas o jurídicas que contribuyeron a crear o agravar “la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España”, figurando un amplio catálogo de motivos para quedar incursos en responsabilidad política.
El propio embajador Azcárate interpretaba en su memorándum enviado a Negrín que, en una lectura simple de la declaración, los responsables de crímenes de derecho común serían juzgados según las leyes y los procedimientos anteriores al estallido de la guerra y los demás podrían vivir en España sin molestia, pero la creación del Tribunal Especial para exigir responsabilidades políticas le generaba muchas dudas, lo que trasmitió al propio Halifax. Este le contestó que estas dudas sólo podrían aclararse una vez que hubieran normalizado sus relaciones con Franco, y que la República había perdido su oportunidad de exigir al no contestar a su propuesta, lo que hizo fracasar la mediación británica.
La “concesión” de Franco pudo estar motivada por la compensación del favor realizado por Gran Bretaña en la mediación en Menorca a bordo del Devonshire, que era más importante por lo que significó (calmar a Francia con el alejamiento de los italianos de Menorca) que por los acontecimientos en sí, pues a esas alturas de la guerra la isla balear interesaba muy poco a la estrategia militar del Ejército franquista. Gran Bretaña, deseosa de poner fin cuanto antes al conflicto español y al mismo tiempo salvar la mayor cantidad de vidas posible, se presentó como mediadora en las negociaciones de paz entre el embajador de la República en Londres, Azcárate, y el propio Franco. No puede haber otra explicación posible, pues el entorno no podía ser más favorable al bando franquista. Incluso el propio Azcárate lo reconocía a Negrín en su memorándum, donde explicaba lo difícil de su misión en un país como Gran Bretaña donde el descrédito de la República avanzaba sin freno por tres causas: el rápido avance del ejército rebelde, la marcha del gobierno fuera del país y la permanencia del presidente de la República en el extranjero[13].
Además, el Gobierno británico no estaba convencido todavía del alejamiento de italianos y alemanes de Menorca, como prueba la carta de Hodgson al general Espinosa de los Monteros de fecha 13 de febrero en la que, tras los bombardeos de la aviación italiana en la isla, pregunta si el general Franco conocía las intenciones italianas pues se había comprometido a impedir tanto los bombardeos como la intervención italiana durante las negociaciones de paz. Pero, lo más importante, la pregunta número tres que realizaba al general: “¿Realmente no se autorizará por parte del Gobierno Nacional que tropas o fuerzas aéreas extranjeras se establezcan en Menorca?”[14]. Constituye una prueba de que Gran Bretaña no estaba convencida que la operación de Menorca hubiera servido para eliminar definitivamente la influencia italiana y por eso tuvo que apremiar en las negociaciones de paz para acabar cuanto antes con la guerra y con las apetencias de Mussolini.
Cuando la declaración fue comunicada por el Foreign Office al embajador Azcárate, éste preguntó si esta declaración “debía ser interpretada como compromiso autoridades rebeldes respecto Gobierno británico”. Como el embajador español expone en su nota reservada de 23 de febrero dirigida a Negrín, la respuesta fue afirmativa[15], lo que significa el compromiso de Franco con Inglaterra respecto a asumir el contenido de la declaración. También así lo avalaba el periódico londinense The Times del mismo día 27 de febrero, quien no mostraba ninguna duda del compromiso de Franco de sólo juzgar a los incursos en delitos de sangre, de acuerdo al Código Penal de 1936, y de mantener la completa independencia de España[16]. Para el embajador de Francia en Londres, Inglaterra consideraba la declaración de Franco como una seria garantía. Pero añadía que los ingleses tenían muchas reservas sobre la futura política interior española, pero a cambio una gran confianza en la colaboración económica[17].
El 24 de febrero llegó la contestación de Negrín, por medio del ministro de Estado, en sentido de aceptar la propuesta de Gran Bretaña. Pero ya era demasiado tarde y había vencido el ultimátum británico. Así lo hizo saber el Foreign Office, que ya no se molestó ni en responder a la propuesta de Franco. El día 25 se recibió en Londres la contestación oficial del presidente del Consejo de Ministros, doctor Negrín, a la propuesta británica: “Le reitero aceptación ya comunicada diversos conductos de propuesta Foreign Office sobre suspensión hostilidades. Sin duda se interceptan algunos telegramas”[18].
El 27 de febrero de 1939, el gobierno británico y el francés anunciaron oficialmente su reconocimiento del gobierno de Franco como único gobierno legítimo de España. La diplomacia inglesa se había asegurado, con anterioridad, la cuestión política que más le interesaba: la integridad del territorio español y de su soberanía nacional. En Francia, también la diplomacia reconocía los sinceros compromisos de Franco sobre la soberanía española. Dos días antes del anuncio oficial, los responsables de exteriores de Francia y del gobierno franquista, Bérard y Jordana, firmaban en Burgos el acuerdo para establecer relaciones de buenos vecinos entre Francia y España y de colaboración entre los dos países en Marruecos[19]. El gobierno francés obtenía una promesa de neutralidad española, mientras que a cambio el franquismo era reconocido por Francia como gobierno legítimo de España. En el acuerdo se contemplaba, entre otras cuestiones, la ayuda del país galo a los refugiados españoles y la devolución de bienes muebles e inmuebles y de capitales expropiados o inmovilizados durante la guerra a los residentes franceses, 2.300 en total, que suponían una buena cantidad económica: un billón y medio de francos[20].
El mismo día del anuncio del reconocimiento oficial de franceses e ingleses, a las 19,45 horas, Negrín envió un telegrama directamente a Azcárate, lamentando lo sucedido, a lo que no encontraba explicación: “Conversado extensamente Ministro Estado. Ni telegrama V.E. ni Ministro Estado sobre proposición británica llegaron mi poder. Averiguo causa aquí”[21]. ¿Tampoco le llegó la carta manuscrita de Manuel Azaña? Pero lo más inverosímil era que, al conocer ya el reconocimiento inglés y que las propuestas negociadoras no habían fructificado por su exclusiva responsabilidad, quiso trasladar unas condiciones exigentes para la rendición. En el mismo telegrama decía:
Ratifico disposición Gobierno poner fin lucha si se obtiene garantía auténtica no habrá represalias y seguridad evacuación 10 a 20 mil personas. Caso contrario no nos queda otra alternativa que luchar. Represalias Cataluña adquieren volumen monstruoso según declaración evadido. Más de mil soldados y civiles pasado en un solo día lado Franco desde Francia fueron ejecutados con ametralladoras. Divulgue V.E. medios amigos esta represión salvaje que nos obliga a obtener garantía o proseguir en resistencia. NEGRIN.
La postura firme de resistencia de Negrín, en contra de lo mantenido por parte de la historiografía, no era tan auténtica como parecía, como muestran los diversos intentos de negociación realizados durante 1938 y la aceptación de la propuesta británica personalmente el día 25 de febrero (un día antes la había realizado a través del ministro de Estado) como la documentación que circuló esos días por las valijas diplomáticas. Ni tan inflexible por presión de los comunistas. Más bien se trataba de una posición estratégica ante las negociaciones de paz. El 15 de febrero de 1939, el ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo dirigió un telegrama al presidente del Consejo de Ministros desde París: “Después hablar extensamente con nuestro Embajador Londres considero elemento máxima importancia gestiones cerca Gobierno británico mantener firme impresión posibilidad resistencia zona Centro-Sur. Empeño Gobierno británico presionar autoridades rebeldes para arreglo permita término próximo lucha será tanto mayor cuanto mayor temor podamos infundirle prolongación indefinida lucha”. En el mismo sentido, cuatro días después el embajador de España en Londres dirigía un telegrama al embajador de España en Washington para informarle de las negociaciones, diciéndole textualmente: “Sigue siendo esencial mantener máxima firmeza impresión posibilidad decisión resistencia”[22].
En cuanto a los contactos de Casado con los servicios secretos franquistas y con los mandos militares republicanos, ya estaban en marcha desde meses antes de la reunión de Los Llanos. Según algunas fuentes, Casado se había “ofrecido” a Franco en septiembre de 1938, haciéndole llegar sus deseos de capitulación[23]. En un informe del SIPM de finales de noviembre se habla de una entrevista de acercamiento entre el hermano de Casado, el teniente coronel César Casado; el comandante León Sanz y un ingeniero agrónomo llamado Eduardo Rodrigáñez, miembro de la Organización Antonio, de la Quinta Columna de Madrid, con vistas a conseguir una reunión a puerta cerrada con el coronel Casado. Parece ser que tuvo lugar en torno al 19 o 20 de noviembre, tras la derrota del Ebro. Las actuaciones sobre Casado siguieron, a pesar de que Pedrero, jefe del SIM en la Zona Centro, montó una estrecha vigilancia cerca del coronel y sus familiares[24].
Con el fin de organizar la trama, según algunos indicios, Casado envió al otro bando al jefe de Estado Mayor, coronel López Gallegos, para preparar el golpe, lo que tuvo que hacer pasando a través de la Sierra[25]. A principios del mes de febrero de 1939, Casado entró en contacto directamente con altos jefes militares y con destacados líderes políticos republicanos, a los que propuso abiertamente su implicación para derribar al gobierno del doctor Negrín. Uno de los primeros en conocer sus planes fue el carismático líder socialista Julián Besteiro, que había jugado un papel bastante pasivo durante el conflicto. Se entrevistaron en casa de este último el día 3 de febrero. El coronel le informó del objetivo de los altos mandos militares de coger el poder con el único fin de negociar la paz, bajo la justificación de constituir la única autoridad legal tras la declaración del estado de guerra el mes anterior. Además, le invitó a participar e incluso presidir el Consejo Nacional de Defensa, que se constituiría como única autoridad legítima de la República, en el que estarían representados todos los partidos y sindicatos a excepción del Partido Comunista. Besteiro aceptó su participación, pero no la presidencia, por creer que debía reservarse a un jefe militar por la misma motivación expuesta por Casado[26].
Dos días después, su ayudante, el teniente coronel José Centaño de la Paz, le confesó pertenecer a la Quinta Columna, concretamente al grupo Lucero Verde, ofreciéndose a canalizar la comunicación con los nacionalistas con toda clase de garantías. También su médico personal, Diego Medina, era integrante de la Organización Antonio, de la Quinta Columna madrileña. Casado exigió como garantía a su ayudante que el coronel nacionalista Fernando Barrón, íntimo amigo suyo, le escribiera una carta firmada de su puño y letra con las condiciones previas para entablar las negociaciones “oficiales”. No tardó mucho en llegar la carta del coronel Barrón, en la que le informaba que las condiciones serían rendición incondicional y exención de responsabilidades para todos los que no hubieran cometido delitos criminales[27].
Mientras, el general Miaja se reunió con representantes de las organizaciones y partidos de Madrid proponiéndoles la constitución de una Junta o Consejo político-militar para negociar la paz. El 10 de marzo el embajador francés en Londres daba cuenta de la reunión a su ministro[28]. En ella había representantes de las Federaciones Provinciales Socialistas, de la UGT de Alicante, Jaén, Murcia, Albacete y Madrid, quienes se comprometieron al momento, según cuenta un líder ugetista[29], porque en Madrid ya no estaban los elementos más destacados de los partidos ni organizaciones y por el cansancio de la gente para continuar la guerra y el estado moral de la tropa por la pérdida de Cataluña.
El día 20, Casado recibió en la capital a Centaño, hombre de confianza de Ungría, que iba acompañado del agente Manuel Guitián. Según un informe del SIPM, durante su entrevista con Casado, Centaño le instó a que no retrasara más el golpe: “El ejército de Franco no puede admitir demoras”[30]. Al terminar la conversación el coronel volvió a citar a los mandos militares en su cuartel general, la Posición Jaca, para urgirles en la acción y asegurarse su apoyo. Reafirmaron la propuesta de apoyar al Consejo y prescindir de Negrín, para llevar adelante la negociación con Franco.
En esos días también se reunió con el coronel Ungría, jefe de los servicios de información secreta de Franco, tal vez gracias a las gestiones de su jefe de Estado Mayor. Le comunicó que para él sería un error “que los nacionales desencadenasen una ofensiva prematuramente pues no conseguirían otra cosa que resistencias desordenadas, víctimas y daños de mucha consideración. Él tenía la situación controlada, y podía ofrecer un final diferente”[31]. Prometió a los servicios de inteligencia franquista que para el sábado 25 un gobierno presidido por Besteiro desarrollaría el plan de entrega[32]. “Tenemos la impresión de que Casado puede realizar su plan con pleno éxito y toda seguridad”, concluía el informe elaborado al efecto por el SIPM sobre la entrega de Madrid[33].
Las gestiones e informes del Servicio de Inteligencia y Policía Militar se completaban con una intensa campaña de propaganda a través de radio y octavillas en las que se hacía ver la cobardía de Azaña por huir al extranjero, abandonando al pueblo, y que Negrín, Álvarez del Vayo y Uribe, defensores de la resistencia, servían a los intereses exclusivos de Rusia. La iniciativa partió, según el SIPM, del propio Casado[34].
El 24 de febrero se reunió el Comité de Enlace del Movimiento Libertario, en el que el representante de la FAI afirmó que con el gobierno Negrín no había posibilidad de hacer una paz honrosa y que inevitablemente se necesitaba formar un gobierno o una Junta de Defensa a tal fin. En aplicación de los acuerdos tomados por el Comité de Defensa Confederal del Centro, se entablaron conversaciones con otras fuerzas políticas y con Casado para estudiar el método de una sublevación “cada día más precisa e inevitable”[35]. Según el profesor Bahamonde[36], resultó decisiva la participación de la CNT madrileña en la trama conspirativa, en la logística del golpe del 5 de marzo y en el posterior desarrollo de los acontecimientos durante la semana de la pequeña guerra civil. En la conspiración, proporcionó al coronel Casado elementos ideológicos que sirvieron de base justificativa del golpe, como el discurso pacientemente elaborado desde julio de 1936 sobre el complot comunista. También resultó decisivo el compromiso del IV Cuerpo de Ejército, la unidad militar más compacta y homogénea, en términos políticos, de todo el Ejército del Centro, desde mediados de 1938, cuando su jefe, Cipriano Mera, completó el control cenetista sobre la unidad. Mera y Casado colaboraron estrechamente durante la preparación del golpe porque compartían un similar sentimiento anticomunista.
Día a día la conspiración casadista crecía y se conocía públicamente, pues sus miembros no se recataban de anunciarla. Tampoco escondían sus movimientos: libremente concentraban y colocaban a sus unidades leales en los puntos estratégicos importantes. El día 27 llegaron al PCE las primeras noticias del plan golpista de los casadistas, pero con contenidos confusos. La dirección del Partido Comunista adoptó una serie de decisiones en el sentido de organizar la autodefensa[37]. Los miembros del Buró Político y del aparato del Comité Central se trasladaron a Murcia, cerca del Gobierno. Se puso en alerta a todas sus unidades militares, formando un Estado Mayor Militar del partido para dirigir la defensa. Además, se reforzaron los servicios de vigilancia en algunas ciudades y se preparó un código cifrado para mantener la comunicación y el contacto con todos los jefes.
Pero la respuesta era insuficiente para abortar una conspiración donde estaban implicados los principales jefes militares. “El PCE careció de decisión para adelantarse a los conspiradores, de fuerza para sofocarlos y de coordinación en la respuesta a su pronunciamiento. De ahí la variopinta gama de respuestas al golpe del 5 de marzo, que fueron desde el acatamiento en algunas provincias a la resistencia armada en Madrid, pasando por la movilización expectante en Levante. De ahí, también, el desplome definitivo”[38].
Tampoco había una postura unánime del partido ante la conspiración, quizá por sus dificultades internas. En esos últimos días del mes de febrero, el comunismo se encontraba cada vez más dividido. Incluso comienza a calar entre los principales mandos, como Dolores Ibárruri y Jesús Hernández, la propuesta del búlgaro Stepánov[39], delegado en España de la Comintern, que llevaba dos años por el país. Ésta consistía en ofrecer al presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa, Negrín, la posibilidad de formar un Consejo de Defensa, Trabajo y Seguridad General, con un par de ministros, dos o tres personalidades políticas no ministros y un par de militares fieles y enérgicos para aplicar los métodos de la dictadura democrática-revolucionaria y convertir la guerra en una guerra popular, pues según su opinión todos los problemas venían del alejamiento de las masas tanto del gobierno como del partido. Para él, el Partido Comunista tuvo su última oportunidad durante la Conferencia de Madrid, que movilizó a todo el aparato y a las bases, constituyendo “el más grandioso acto político de aquel tiempo”. Pero no fue aprovechado: “Si después de la conferencia de Madrid hubiéramos celebrado conferencias en Valencia, Albacete, Alicante y en otras ciudades con intervenciones de Dolores y de otros dirigentes del partido, si en el mismo Madrid hubiésemos organizado nuevos mítines, las masas habrían estado del lado del Partido Comunista”, escribe en su informe con resignación. De forma ingenua creía que ese entusiasmo popular comunista hubiera bastado para acabar con el golpe de Casado.
A estas razones hay que sumar, según Stepánov, el problema que originó la primera medida de reacción a la conspiración, la salida de Madrid de los miembros del Buró Político y del aparato del Comité Central. La organización madrileña se quedó aislada del Comité Central y éste se encontró física y materialmente desgajado de las organizaciones del partido, de los trabajadores, de las masas y del Ejército. Mientras, los mejores cuadros militares y de comisarios del partido se concentraron en Elda, al lado del Gobierno, pero alejados de los órganos del partido y de las unidades militares. En suma, el aislamiento de los mandos políticos y militares del Partido Comunista venía en el momento menos oportuno, cuando crecía la trama golpista.
La primera fecha prevista, 25 de febrero, tuvo que aplazarse. El SIPM, desde Torre de Esteban Hambrán (Toledo), comunicaba dos días después al Cuartel General del Generalísimo que el día 28 se constituiría la Junta organizada por Casado, solicitando el plácet para que inmediatamente Besteiro y el coronel Ruiz Fornells se trasladaran en avión a Burgos para formalizar la rápida capitulación[40]. Tampoco se ejecutaron los planes previstos. Días después un telegrama del SIPM explicaba las razones del retraso: “Casado continúa dispuesto actuar, pero pretende poner de acuerdo a los partidos y Gobierno. Gobierno intentó destituir Casado y Matallana no acatando éstos orden. Casado salió día dos para Valencia, objeto reunir militares”[41].
El día 3 de marzo, Casado intentó atraerse al jefe de la aviación republicana Ignacio Hidalgo de Cisneros, a pesar de su militancia comunista. En una comida celebrada en los alrededores de Madrid, le habló de la intransigencia de Negrín y de la necesidad de acabar la guerra cuanto antes: “le doy mi palabra –le comentó Casado– de que puedo conseguir de Franco mejores condiciones de las que pueda conseguir Negrín. Incluso puedo asegurarle que respetarán nuestra graduación”. Hidalgo de Cisneros dudaba de que ello fuera posible y Casado le respondió que el representante británico en Madrid, Denys Cowan, habría realizado todos los arreglos necesarios con Franco. El militar comunista le dijo que fuera a decirle eso a Negrín, lo cual, evidentemente, no hizo el coronel, pero que sí haría Hidalgo[42].
La reacción del propio Negrín hacia las palabras de Hidalgo de Cisneros como hacia toda la conspiración tampoco fue contundente ni eficaz. No pudo convencer a Casado con la palabra, pero tampoco evitó las intrigas en sus responsables militares. En palabras del comisario comunista y uno de sus más estrechos colaboradores, Jesús Hernández (había sido ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes hasta marzo de 1938), con quien charló el 3 de marzo, Negrín parecía resignado, sin voluntad de resistir. En la entrevista, el presidente le mostraba su desacuerdo con la postura de los responsables militares, en especial de Casado, al que calificaba de traidor. Jesús Hernández le exigió actuar en consecuencia, a lo que le contestó con suma resignación la imposibilidad de hacerlo por lo solo que se encontraba:
Mire, cuando tomé el avión en Francia para venir aquí sabía que tenía 80% de posibilidades de perder la vida. Hoy creo que tengo el 99%, pero con la última posibilidad quiero salir dignamente. He creído en la resistencia en marzo del año pasado. Creo que con nuestros actuales medios podemos resistir unos meses. Pero no quieren.
Para resistir todo este tiempo necesito hacer toda una porción de cambios fundamentales. Cuando tiendo la mirada no veo gente capaz y entusiasta más que en el Partido Comunista. Y cada nombramiento de los que hago, al recaer en un comunista es una conmoción de todos los partidos y organizaciones, Así, no puedo gobernar[43].
En la tarde del 5 de marzo de 1939 se producía el tan esperado golpe de Estado preparado por el coronel Casado. Esa tarde dominical se estaba celebrando Consejo de Ministros, presidido por Negrín, en la Posición Yuste. Al atardecer hicieron un descanso para cenar. Durante la cena, Soley, miembro del Partido Comunista y ayudante de Negrín, llegó con la noticia de que las emisoras de radio de Madrid y Valencia estaban transmitiendo ciertos discursos con ataques frenéticos al Gobierno. Rápidamente varios ministros llamaron a Casado por teléfono, quien les confirmó el golpe y la formación de una Junta de Defensa. Negrín intentó paralizar los planes de Casado hablando telefónicamente con él: “Negrín coge el auricular y pregunta qué pasa con ustedes en Madrid. Respuesta: me he sublevado. Pregunta: ¿contra quién? Respuesta: contra Vd. Negrín: en tal caso, ¡le destituyo del puesto que ocupa! Casado no respondió, sino que simplemente colgó el auricular”[44].
Para la República, la guerra terminaba como había empezado, con un golpe de Estado, aunque la diferencia con el de julio de 1936 era evidente: ahora no se pretendía conquistar el poder para gobernar, sino todo lo contrario, para lograr la mejor rendición posible ante el Ejército de Franco y acabar con un conflicto innecesario para los protagonistas. Con el golpe militar de julio de 1936 tenía en común el motivo esgrimido por los golpistas, el comunismo: la revolución comunista en 1936 y la influencia comunista en el gobierno de Negrín en 1939. Miedo a la revolución comunista.
Para la gobernabilidad de la República se formó el Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja, jefe supremo del Ejército, cuya misión principal era negociar una paz honrosa con el enemigo. El hombre fuerte del mismo era el coronel Casado, responsable de la Consejería de Defensa. Una nueva paradoja de la guerra: dos hombres que no habían tenido buenas relaciones profesionales durante el desarrollo bélico se unían contra el presidente Negrín, que había evitado el cese de Casado cuando era jefe del Ejército del Centro, solicitado en julio de 1938 por el entonces jefe del Grupo de Ejércitos de la Región Central, general José Miaja, su inmediato superior[45].
El ministro Halifax, tras obtener el beneplácito de la diplomacia francesa[46], citó el día 16 de febrero al embajador español en Londres para impulsar las negociaciones de paz, lo que causó tremenda inquietud en el gobierno alemán y en el italiano, que iniciaron insistentes presiones ante Franco para evitar el acuerdo con Inglaterra y Francia[47]. La estrategia española fue preparada minuciosamente en París el día antes durante una reunión de gran trascendencia, que concluyó con el abandono de los tres puntos de Negrín considerados hasta entonces como “irrenunciables”. El día 14 de febrero por la noche, el embajador español en Londres viajó a la capital francesa llamado por el ministro de Estado. La mañana del día siguiente se reunió con su ministro, Julio Álvarez del Vayo, y con el embajador en París. El resultado de estas deliberaciones, según el testimonio de Azcárate, “fue que era inútil y contraproducente seguir manteniendo como condiciones de todo arreglo posible los puntos relativos a la evacuación de extranjeros y al derecho del pueblo español a establecer libremente su propio régimen político, concentrando todo el esfuerzo sobre el punto relativo a represalias, de manera a poder salvar el mayor número posible de vidas”[48]. El presidente de la República no debía estar muy lejos de la reunión, y desde luego lo que sí estuvo es informado, pues el ministro le puso al corriente al momento. Seguro que Azaña no solo compartía la resolución final, sino que influyó en la misma. La estrategia estaba preparada de cara a la trascendental reunión del día 16 con el ministro británico.
A las tres y media de la tarde del 16 de febrero, en la sede del Foreign Office, el ministro Halifax recibió al embajador Azcárate. Según éste,
En ella Lord Halifax me preguntó de manera muy concreta y terminante si yo podía darle la seguridad de que el Gobierno español estaría dispuesto a poner término inmediato a la lucha si, bajo reserva de acuerdo sobre su aplicación, las autoridades rebeldes aceptasen una propuesta británica que comprendiera los 3 puntos siguientes: primero, renuncia a represalias políticas, segundo, los responsables de crímenes de derecho común serán juzgados por tribunales ordinarios y tercero, se darán facilidades para salir de España a los elementos más comprometidos[49].
El embajador le contestó que, en principio, a falta de consulta a sus superiores, podía dar su compromiso de que el gobierno español aceptaría. Azcárate trasladó inmediatamente la propuesta a su ministro y al propio Negrín, quien, no olvidemos, ese mismo día estaba celebrando en el aeródromo de Los Llanos (Albacete) una reunión con todos sus mandos militares, en la que el presidente, en contra de la opinión de casi todos los jefes militares, decidía resistir en una postura firme e intransigente.
La propuesta fue también enviada inmediatamente a Burgos. Hodgson había recibido instrucciones el día 17 para presentar oficialmente en Burgos la propuesta de rendición republicana bajo las tres condiciones estipuladas. Al día siguiente hacía entrega de una nota a Jordana con la propuesta, en la que recordaba que el gobierno británico actuaba sólo como canal de comunicación, sin tomar posición alguna, para evitar que su gestión fuera interpretada como interferencia en los asuntos internos de España. Como complemento de esa gestión oficial, Hodgson “también dio a conocer verbalmente la disposición de Negrín de rendirse si el general Franco hiciera una declaración en el sentido de que no toleraría represalias políticas o generales, con independencia de las otras dos garantías solicitadas”[50].
El día 19, Azaña escribía al presidente del Consejo de Ministros, Negrín, solicitándole urgencia en aceptar la propuesta británica: “Sírvase V.E. telegrafiarme urgente que respuesta da ese gobierno a proposición Halifax sobre suspensión hostilidades y demás puntos comunicados a V.E. por embajador Londres en telegrama 39 día 16 y confirmados por telegrama ministro Estado día 17 todavía sin contestación. Mi opinión personal favorable aceptación inmediata aconsejo gobierno conteste afirmativamente propuesta británica. Demorar contestación puede tener consecuencias gravísimas”[51].
El 20 de febrero, Azcárate volvió a conversar con lord Halifax, quien le mostró su extrañeza ante el silencio del gobierno español a la propuesta británica. Azcárate, que había vuelto a enviar telegramas oficiales a Negrín y al ministro de Estado exigiendo una respuesta, no sabía qué contestar: “traté de explicarle lo mejor que pude la situación, pero se hacía cada vez más difícil hacerlo acudiendo a obstáculos de orden práctico y material sin contribuir a fortificar la sensación de que el Gobierno vivía en condiciones particularmente precarias y difíciles”. Al día siguiente le llamaron del Foreign Office para saber si había una respuesta. Ante la negativa de Azcárate, su responsable le comunicó que si no llegaba en un plazo de veinticuatro horas se considerarían desligados de todo compromiso. El embajador, de inmediato, dio cuenta de ello al jefe del gobierno español.
El día 23, con el plazo expirado por falta de respuesta del gobierno español a la propuesta británica, el responsable del Foreign Office le entregó la contestación de Franco, por medio de Jordana, en forma de declaración. Quizá prefería esta fórmula para no dar la impresión de claudicación ante las condiciones recibidas para la rendición. En ella, aparte de referencias retóricas a la generosidad y caballerosidad del Caudillo, se declaraba que los tribunales se limitarían a juzgar a los responsables de crímenes según el procedimiento y las leyes promulgadas antes del 16 de julio de 1936 y que no se toleraría ninguna imposición ni restricción de la soberanía:
La España Nacional ha ganado la guerra y corresponde, por tanto, a los vencidos la rendición sin condiciones.
El patriotismo, hidalguía y generosidad del Caudillo, de que tantas pruebas ha dado en las regiones que si espada ha ido liberando, así como el espíritu de equidad y justicia que preside todos los actos del Gobierno Nacional, constituyen una firme garantía de comprensión para todos los españoles no criminales.
Los Tribunales de Justicia, aplicando leyes sustantivas y procesales promulgadas con anterioridad al 16 de julio de 1936, se limitan a juzgar, en el marco de las mismas, a los autores de delitos.
España no está dispuesta a aceptar mediación alguna ni a tolerar la menor intervención extranjera que pueda rozar su dignidad o menoscabar su soberanía.
Si prolongando una resistencia criminal los dirigentes rojos siguen sacrificando nuevas vidas y vertiendo más sangre en su exclusivo personal provecho, ya que la conducta del Gobierno Nacional y del Caudillo está exenta de todo espíritu de represalias, agravan considerablemente su responsabilidad y sólo consiguen provocar el aplastamiento militar de esa insana resistencia, con todas sus consecuencias[52].
Por primera vez, Franco contestaba a una propuesta mediadora y daba oportunidad para la capitulación de la República. Prácticamente se daba respuesta a las condiciones mínimas exigidas a última hora por Negrín. Aunque no contestaba explícitamente a la propuesta británica, sí ofrecía lo que para muchos representaba una salida digna al gobierno republicano, al ofrecer implícitamente que a todos los que estuvieran involucrados en asesinatos no les afectaría la Ley de Responsabilidades Políticas publicada el 13 de febrero de 1939, mucho más exigente que la legislación previa a la contienda, como se demostraría a partir del primero de abril. Esta nueva ley traspasaba mayoritariamente a la jurisdicción militar la potestad de buscar y juzgar las responsabilidades contraídas a partir del 1 de octubre de 1934 de todas las personas físicas o jurídicas que contribuyeron a crear o agravar “la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España”, figurando un amplio catálogo de motivos para quedar incursos en responsabilidad política.
El propio embajador Azcárate interpretaba en su memorándum enviado a Negrín que en una lectura simple de la declaración, los responsables de crímenes de derecho común serían juzgados según las leyes y los procedimientos anteriores al estallido de la guerra y los demás podrían vivir en España sin molestia, pero la creación del Tribunal Especial para exigir responsabilidades políticas le generaba muchas dudas, lo que trasmitió al propio Halifax. Este le contestó que estas dudas sólo podrían aclararse una vez que hubieran normalizado sus relaciones con Franco, y que la República había perdido su oportunidad de exigir al no contestar a su propuesta, lo que hizo fracasar la mediación británica.
La “concesión” de Franco pudo estar motivada por la compensación del favor realizado por Gran Bretaña en la mediación a bordo del Devonshire, que era más importante por lo que significó (calmar a Francia con el alejamiento de los italianos de Menorca) que por los acontecimientos en sí, pues a esas alturas de la guerra la isla balear interesaba muy poco a la estrategia militar del Ejército franquista. Gran Bretaña, deseosa de poner fin cuanto antes al conflicto español y al mismo tiempo salvar la mayor cantidad de vidas posible, se presentó como mediadora en las negociaciones de paz entre el embajador de la República en Londres, Azcárate, y el propio Franco. No puede haber otra explicación posible, pues el entorno no podía ser más favorable al bando franquista. Incluso el propio Azcárate lo reconocía a Negrín en su memorándum, donde explicaba lo difícil de su misión en un país como Gran Bretaña donde el descrédito de la República avanzaba sin freno por tres causas: el rápido avance del ejército rebelde, la marcha del gobierno fuera del país y la permanencia del presidente de la República en el extranjero[53].
Además, el Gobierno británico no estaba convencido todavía del alejamiento de italianos y alemanes de Menorca, como prueba la carta de Hodgson al general Espinosa de los Monteros de fecha 13 de febrero en la que tras los bombardeos de la aviación italiana en la isla, pregunta si el general Franco conocía las intenciones italianas pues se había comprometido a impedir tanto los bombardeos como la intervención italiana durante las negociaciones de paz. Pero, lo más importante, la pregunta número tres que realizaba al general: “¿Realmente no se autorizará por parte del Gobierno Nacional que tropas o fuerzas aéreas extranjeras se establezcan en Menorca?”[54]. Constituye una prueba de que Gran Bretaña no estaba convencida que la operación de Menorca hubiera servido para eliminar definitivamente la influencia italiana y por eso tuvo que apremiar en las negociaciones de paz para acabar cuanto antes con la guerra y con las apetencias de Mussolini.
Cuando la declaración fue comunicada por el Foreign Office al embajador Azcárate, éste preguntó si esta declaración “debía ser interpretada como compromiso autoridades rebeldes respecto Gobierno británico”. Como el embajador español expone en su nota reservada de 23 de febrero dirigida a Negrín, la respuesta fue afirmativa[55], lo que significa el compromiso de Franco con Inglaterra respecto a asumir el contenido de la declaración. También así lo avalaba el periódico londinense The Times del mismo día 27 de febrero, quien no mostraba ninguna duda del compromiso de Franco de sólo juzgar a los incursos en delitos de sangre, de acuerdo al Código Penal de 1936, y de mantener la completa independencia de España[56]. Para el embajador de Francia en Londres, Inglaterra consideraba la declaración de Franco como una seria garantía. Pero añadía que los ingleses tenían muchas reservas sobre la futura política interior española, pero a cambio una gran confianza en la colaboración económica[57].
El 24 de febrero llegó la contestación de Negrín, por medio del ministro de Estado, en sentido de aceptar la propuesta de Gran Bretaña. Pero ya era demasiado tarde y había vencido el ultimátum británico. Así lo hizo saber el Foreign Office, que ya no se molestó ni en responder a la propuesta de Franco. El día 25 se recibió en Londres la contestación oficial del presidente del Consejo de Ministros, doctor Negrín, a la propuesta británica: “Le reitero aceptación ya comunicada diversos conductos de propuesta Foreign Office sobre suspensión hostilidades. Sin duda se interceptan algunos telegramas”[58].
El 27 de febrero de 1939, el gobierno británico y el francés anunciaron oficialmente su reconocimiento del gobierno de Franco como único gobierno legítimo de España. La diplomacia inglesa se había asegurado, con anterioridad, la cuestión política que más le interesaba: la integridad del territorio español y de su soberanía nacional. En Francia, también la diplomacia reconocía los sinceros compromisos de Franco sobre la soberanía española. Dos días antes del anuncio oficial, los responsables de exteriores de Francia y del gobierno franquista, Bérard y Jordana, firmaban en Burgos el acuerdo para establecer relaciones de buenos vecinos entre Francia y España y de colaboración entre los dos países en Marruecos[59]. El gobierno francés obtenía una promesa de neutralidad española, mientras que a cambio el franquismo era reconocido por Francia como gobierno legítimo de España. En el acuerdo se contemplaba, entre otras cuestiones, la ayuda del país galo a los refugiados españoles y la devolución de bienes muebles e inmuebles y de capitales expropiados o inmovilizados durante la guerra a los residentes franceses, 2.300 en total, que suponían una buena cantidad económica: un billón y medio de francos[60].
El mismo día del anuncio del reconocimiento oficial de franceses e ingleses, a las 19,45 horas, Negrín envió un telegrama directamente a Azcárate, lamentando lo sucedido, a lo que no encontraba explicación: “Conversado extensamente Ministro Estado. Ni telegrama V.E. ni Ministro Estado sobre proposición británica llegaron mi poder. Averiguo causa aquí”[61]. ¿Tampoco le llegó la carta manuscrita de Manuel Azaña? Pero lo más inverosímil era que, al conocer ya el reconocimiento inglés y que las propuestas negociadoras no habían fructificado por su exclusiva responsabilidad, quiso trasladar unas condiciones exigentes para la rendición, cuando la tuvo en sus manos días antes. En el mismo telegrama decía:
Ratifico disposición Gobierno poner fin lucha si se obtiene garantía auténtica no habrá represalias y seguridad evacuación 10 a 20 mil personas. Caso contrario no nos queda otra alternativa que luchar. Represalias Cataluña adquieren volumen monstruoso según declaración evadido. Más de mil soldados y civiles pasado en un solo día lado Franco desde Francia fueron ejecutados con ametralladoras. Divulgue V.E. medios amigos esta represión salvaje que nos obliga a obtener garantía o proseguir en resistencia. NEGRIN.
La postura firme de resistencia de Negrín, en contra de lo mantenido por parte de la historiografía, no era tan auténtica como parecía, como muestran los diversos intentos de negociación realizados durante 1938 y la aceptación de la propuesta británica personalmente el día 25 de febrero (un día antes la había realizado a través del ministro de Estado) como la documentación que circuló esos días por las valijas diplomáticas. Ni tan inflexible por presión de los comunistas. Más bien se trataba de una posición estratégica ante las negociaciones de paz. El 15 de febrero de 1939, el ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo dirigió un telegrama al presidente del Consejo de Ministros desde París: “Después hablar extensamente con nuestro Embajador Londres considero elemento máxima importancia gestiones cerca Gobierno británico mantener firme impresión posibilidad resistencia zona Centro-Sur. Empeño Gobierno británico presionar autoridades rebeldes para arreglo permita término próximo lucha será tanto mayor cuanto mayor temor podamos infundirle prolongación indefinida lucha”. En el mismo sentido, cuatro días después el embajador de España en Londres dirigía un telegrama al embajador de España en Washington para informarle de las negociaciones, diciéndole textualmente: “Sigue siendo esencial mantener máxima firmeza impresión posibilidad decisión resistencia”[62].
[1] Segismundo Casado: Así cayó Madrid. Madrid, Ediciones 99, 1977, p. 115.
[2] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.149, Carp. 4.
[3] El propio Casado, en sus memorias, establece esta fecha. También la documentación oficial de carácter militar depositada en el Archivo General Militar de Ávila. Algunos historiadores llevan la reunión al 27 de febrero, fecha cada vez de forma más clara considerada improbable.
[4] Segismundo Casado: Así cayó Madrid. Madrid, Ediciones 99, 1977, p. 125.
[5] Luis Suárez Fernández: Franco: crónica de un tiempo. El general de la monarquía, la República y la Guerra Civil. Desde 1892 hasta 1939. Madrid, Actas, 1999, p. 686.
[6] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/242. Así lo ponían de manifiesto los informes enviados por Corbin, embajador de Francia en Londres, a su ministro de Asuntos Exteriores.
[7] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/210.
[8] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14, “Memoria sobre la actuación del embajador de España en Londres entre el 23 de enero y el 8 de marzo, 1939, dirigida al Presidente del Consejo de Ministros”. Londres, 11 de marzo de 1939.
[9] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14, “Memoria sobre la actuación del embajador de España en Londres entre el 23 de enero y el 8 de marzo, 1939, dirigida al Presidente del Consejo de Ministros”. Londres, 11 de marzo de 1939. Lo acontecido en estos días tan trascendentales puede seguirse también en: Pablo de Azcárate, Mi embajada en Londres durante la guerra civil española, Barcelona, Ariel, 1976, pp. 120-129.
[10] Enrique Moradiellos: La perfidia de Albión. El Gobierno británico y la guerra civil española. Madrid, Siglo XXI, 1996, p. 353.
[11] Archivo Histórico Nacional, Diversos, Archivo de Marcelino Pascua Martínez, Caja 1/13.
[12] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14 y C 106, Exp. 18. Para Bahamonde y Cervera (Así terminó la Guerra de España. Madrid, Marcial Pons, 2000, p. 227), “Este mensaje era para agradar a los británicos, pero faltaba a la verdad: la Ley de Responsabilidades políticas aprobada el 9 de febrero establecía, en su primer artículo, responsabilidades políticas desde el 1 de octubre de 1934. Quizá cuando los británicos examinaran esa Ley de Responsabilidades, que apareció publicada el día 13 en el BOE, se darían cuenta de que la declaración franquista del día 20 no tenía ningún valor en lo que a las represalias se refería”. Otros autores tampoco creen en el compromiso de la declaración (Ángel Viñas: El honor de la República. Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 515-516; Gabriel Jackson: Juan Negrín. Médico, socialista y jefe del Gobierno de la II República española. Barcelona, Crítica, 2008, p. 388; Enrique Moradiellos: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, p. 444 y La perfidia de Albión. El Gobierno británico y la guerra civil española. Madrid, Siglo XXI, 1996, pp. 353-354).
[13] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14, “Memoria sobre la actuación del embajador de España en Londres entre el 23 de enero y el 8 de marzo, 1939, dirigida al Presidente del Consejo de Ministros”. Londres, 11 de marzo de 1939.
[14] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, R 1061, Exp. 16.
[15] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14.
[16] Fundación Nacional Francisco Franco, Documento nº 26944. Información facilitada por el Estado Mayor del Cuartel General del Generalísimo.
[17] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/215. Despacho del embajador Corbin a su ministro de Asuntos Extranjeros de fecha 20 de febrero de 1939.
[18] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14. Según Enrique Moradiellos (La perfidia de Albión. El Gobierno británico y la guerra civil española. Madrid, Siglo XXI, 1996, pp. 350-353), es más que dudoso que la llegada a tiempo de la contestación de Negrín hubiera conseguido modificar la política británica y cambiar el curso de los acontecimientos, porque la declaración del régimen franquista estaba decidida desde el Consejo de Ministros británico del 15 de febrero. Halifax había preparado un memorándum en el que se mostraba a favor del reconocimiento rápido e incondicional, de común acuerdo con Francia, para contrarrestar la influencia italiana y alemana en el régimen del general Franco. Para este autor, la intensificación de las negociaciones de paz en este mes se debieron a la situación política y militar generada por la pérdida de Cataluña, lo que hizo replantearse a Londres la necesidad de optar inmediatamente a un nuevo intento de negociación de los términos de capitulación antes de proceder al reconocimiento del régimen de Franco. El testimonio del embajador Azcárate expuesto en su memoria enviada a Negrín y en los documentos que la acompañan parece contradecir esta versión, pues muestra constantemente su impresión de que Gran Bretaña estaba dispuesta a no reconocer aún al régimen de Franco esperando agotar la vía de las negociaciones que pusieran fin a la guerra civil.
[19] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/217.
[20] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Relationes commerciales, Espagne, 1920-1940, Expediente 44RC/120.
[21] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14.
[22] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14.
[23] Fundación Nacional Francisco Franco, Documento nº 26972. Declaraciones de 6 de noviembre de 1938 del catedrático de Filosofía Manuel Cardenal Iracheta, huido en septiembre a la zona nacional, quien comunicó a los oficiales del Cuartel General de Salamanca que Segismundo Casado “no deseaba otra cosa que capitular”.
[24] José Ramón Soler Fuensanta y Francisco Javier López-Brea Espiau: Soldados sin rostro. Los servicios de información, espionaje y criptografía en la Guerra Civil Española, 1936-1939. Barcelona, Inédita, 2008, p. 103 y Javier Cervera Gil: Madrid en guerra. La ciudad clandestina, 1936-1939. Madrid, Alianza Editorial, 2006, p. 389.
[25] Fundación Pablo Iglesias, Archivo Amaro del Rosal Díaz, AARD 270-2. “Acta de la Comisión Ejecutiva de la UGT, reunida en París el 15 de mayo de 1939”. Testimonio extraído de la intervención de Edmundo Domínguez.
[26] Segismundo Casado: Así cayó Madrid. Madrid, Ediciones 99, 1977, p. 187.
[27] Archivo General Militar de Ávila, C.2485, Cp.11. “Cuartel General del Generalísimo: Resumen de las incidencias que rodearon el propósito de entrega del Ejército Rojo (febrero y marzo de 1939)”.
[28] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/215.
[29] Fundación Pablo Iglesias, Archivo Amaro del Rosal Díaz, AARD 270-2. “Acta de la Comisión Ejecutiva de la UGT, reunida en París el 15 de mayo de 1939”. Testimonio extraído de la intervención de Edmundo Domínguez.
[30] Morten Heiberg y Manuel Ros Agudo: La trama oculta de la Guerra Civil. Los servicios secretos de Franco, 1936-1945. Barcelona, Crítica, 2006, p. 211. Un detalle pormenorizado de la entrevista en: Archivo General Militar de Ávila, C.2485, Cp.11.
[31] Luis Suárez Fernández: Franco: crónica de un tiempo. El general de la monarquía, la República y la Guerra Civil. Desde 1892 hasta 1939. Madrid, Actas, 1999, p. 687.
[32] Archivo General Militar de Ávila, C.2485, Cp.11. “Cuartel General del Generalísimo: Resumen de las incidencias que rodearon el propósito de entrega del Ejército Rojo (febrero y marzo de 1939)”.
[33] Archivo General Militar de Ávila, C.2485, Cp.11. “Servicio de SIPM. Información sobre entrega de Madrid”.
[34] Archivo General Militar de Ávila, C.2485, Cp.11/39-43.
[35] José Peirats: La CNT en la revolución española. París, Ruedo Ibérico, 1971, t. III.
[36] Ángel Bahamonde: Madrid, 1939. La conjura del coronel Casado. Madrid, Cátedra, 2014, pp. 121-134.
[37] Fernando Hernández Sánchez: Guerra o revolución. El Partido Comunista de España en la guerra civil. Barcelona, Crítica, 2010, pp. 200-201.
[38] Fernando Hernández Sánchez: Guerra o revolución. El Partido Comunista de España en la guerra civil. Barcelona, Crítica, 2010, p. 430.
[39] Stepánov: Las causas de la derrota de la República Española. Informe elaborado por Stoyán Mínev, alias Stepanov y Moreno, delegado en España de la Komintern durante los años 1937-1939, para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Moscú, abril de 1939. Madrid: Miraguano, 2003, p. 161-207.
[40] Archivo General Militar de Ávila, C.2485, Cp.11 / 67.
[41] Archivo General Militar de Ávila, C.2485, Cp.11 / 66.
[42] Ignacio Hidalgo de Cisneros: Memorias. París, Société d’Editions, 1964, pp. 463-464.
[43] Fundación de Investigaciones Marxistas, Archivo Histórico del Partido Comunista de España, Dirigentes, Informes, caja 1, carpeta 2. “Informe de Jesús Hernández sobre los últimos días de la guerra”.
[44] Stepánov: Las causas de la derrota de la República Española. Informe elaborado por Stoyán Mínev, alias Stepanov y Moreno, delegado en España de la Komintern durante los años 1937-1939, para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Moscú, abril de 1939. Madrid: Miraguano, 2003, p. 191.
[45] En julio de 1938, el general Rojo informó a Negrín de la solicitud del general Miaja de cesar fulminantemente al coronel Casado ante las dudas constantes sobre su estrategia y por negarse a acatar sus órdenes. El día 16, Negrín escribía una carta a Miaja achacando a “cuestiones de temperamento de Casado” la situación, solicitándole al mismo tiempo “habilidad y energía para sortear los obstáculos que tal aspecto pueda tener”. Se comprometía a ordenar a Casado acatar las órdenes de su superior sin discusión, lo que hizo inmediatamente por escrito (Archivo Histórico Nacional, Diversos, Archivo de Vicente Rojo Lluch, Caja 4/2, microfilm 1.188.
[46] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/242. Así lo ponían de manifiesto los informes enviados por Corbin, embajador de Francia en Londres, a su ministro de Asuntos Exteriores.
[47] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/210.
[48] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14, “Memoria sobre la actuación del embajador de España en Londres entre el 23 de enero y el 8 de marzo, 1939, dirigida al Presidente del Consejo de Ministros”. Londres, 11 de marzo de 1939.
[49] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14, “Memoria sobre la actuación del embajador de España en Londres entre el 23 de enero y el 8 de marzo, 1939, dirigida al Presidente del Consejo de Ministros”. Londres, 11 de marzo de 1939. Lo acontecido en estos días tan trascendentales puede seguirse también en: Pablo de Azcárate, Mi embajada en Londres durante la guerra civil española, Barcelona, Ariel, 1976, pp. 120-129.
[50] Enrique Moradiellos: La perfidia de Albión. El Gobierno británico y la guerra civil española. Madrid, Siglo XXI, 1996, p. 353.
[51] Archivo Histórico Nacional, Diversos, Archivo de Marcelino Pascua Martínez, Caja 1/13.
[52] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14 y C 106, Exp. 18. Para Bahamonde y Cervera (Así terminó la Guerra de España. Madrid, Marcial Pons, 2000, p. 227), “Este mensaje era para agradar a los británicos, pero faltaba a la verdad: la Ley de Responsabilidades políticas aprobada el 9 de febrero establecía, en su primer artículo, responsabilidades políticas desde el 1 de octubre de 1934. Quizá cuando los británicos examinaran esa Ley de Responsabilidades, que apareció publicada el día 13 en el BOE, se darían cuenta de que la declaración franquista del día 20 no tenía ningún valor en lo que a las represalias se refería”. Otros autores tampoco creen en el compromiso de la declaración (Ángel Viñas: El honor de la República. Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 515-516; Gabriel Jackson: Juan Negrín. Médico, socialista y jefe del Gobierno de la II República española. Barcelona, Crítica, 2008, p. 388; Enrique Moradiellos: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, p. 444 y La perfidia de Albión. El Gobierno británico y la guerra civil española. Madrid, Siglo XXI, 1996, pp. 353-354).
[53] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14, “Memoria sobre la actuación del embajador de España en Londres entre el 23 de enero y el 8 de marzo, 1939, dirigida al Presidente del Consejo de Ministros”. Londres, 11 de marzo de 1939.
[54] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, R 1061, Exp. 16.
[55] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14.
[56] Fundación Nacional Francisco Franco, Documento nº 26944. Información facilitada por el Estado Mayor del Cuartel General del Generalísimo.
[57] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/215. Despacho del embajador Corbin a su ministro de Asuntos Extranjeros de fecha 20 de febrero de 1939.
[58] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14. Según Enrique Moradiellos (La perfidia de Albión. El Gobierno británico y la guerra civil española. Madrid, Siglo XXI, 1996, pp. 350-353), es más que dudoso que la llegada a tiempo de la contestación de Negrín hubiera conseguido modificar la política británica y cambiar el curso de los acontecimientos, porque la declaración del régimen franquista estaba decidida desde el Consejo de Ministros británico del 15 de febrero. Halifax había preparado un memorándum en el que se mostraba a favor del reconocimiento rápido e incondicional, de común acuerdo con Francia, para contrarrestar la influencia italiana y alemana en el régimen del general Franco. Para este autor, la intensificación de las negociaciones de paz en este mes se debieron a la situación política y militar generada por la pérdida de Cataluña, lo que hizo replantearse a Londres la necesidad de optar inmediatamente a un nuevo intento de negociación de los términos de capitulación antes de proceder al reconocimiento del régimen de Franco. El testimonio del embajador Azcárate expuesto en su memoria enviada a Negrín y en los documentos que la acompañan parece contradecir esta versión, pues muestra constantemente su impresión de que Gran Bretaña estaba dispuesta a no reconocer aún al régimen de Franco esperando agotar la vía de las negociaciones que pusieran fin a la guerra civil.
[59] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Correspondence politique et commerciale, Espagne, 1930-1940, Expediente 86CPCOM/217.
[60] Archives Diplomatiques (Paris), Serie Relationes commerciales, Espagne, 1920-1940, Expediente 44RC/120.
[61] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14.
[62] Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Archivo particular Negrín, Caja RE.150, Carpeta 14.